“Para mí todo es cuestión de serendipia”, respondió Elliott Erwitt (París, 1928) en una ocasión tras ser preguntado por su carrera. Y pocos artistas contemporáneos pueden representar tan bien en su hacer dicho concepto. Erwitt ha sido capaz durante toda su vida de capturar instantes antes de que se fraguasen. La naturalidad con la que retrata los accidentes o las incidencias le han hecho desembarcar en el lugar de honor del que disfruta y merece hoy día, quién sabe si por casualidad o porque es cierto que la suerte favorece a las mentes preparadas.
Hijo de emigrantes judíos, pasó su niñez entre Francia e Italia, pero durante la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a expatriarse a Estados Unidos. De tantas idas y venidas proviene su afición a viajar, a conocer, a observar.
Este “maestro del momento decisivo” que diría Henri Cartier-Bresson, comenzó su interés por la fotografía cuando apenas era un adolescente que vivía en Hollywood. Sus inicios fueron en un estudio y poco más tarde empezó su carrera como fotógrafo para diversas publicaciones. En uno de sus viajes conoció a los que serían sus mentores y más tarde compañeros, Robert Capa, Edwart Steichen y Roy Stryker, quienes no dudaron en embarcarle en su intensa carrera fotográfica conscientes de la singularidad de su mirada, su perspicacia y su capacidad de observar al mundo con tanta humildad como emoción y en blanco y negro. En 1953 fue invitado a formar parte de la prestigiosa agencia Magnum Photos, por uno de sus fundadores, Robert Capa, convirtiéndose quince años más tarde, en el presidente de la misma. La cual, a día de hoy, se ha convertido en una de las agencias más importantes de la historia de la fotografía.
De Cuba a las exposiciones
Aún apoyado por estas tres grandes figuras, su llegada a Magnum se produce con un buen bagaje en su historial como joven fotógrafo, puesto que con 23 años ya había recibido el premio de la prestigiosa revista Life y un año después, realizó una de sus mejores series en un corto viaje que hizo a España.
En esa brillante serie, logra una absoluta obra maestra de la cual podemos disfrutar en el Museo Reina Sofía actualmente. Mientras se dedicaba al fotoperiodismo, se inmiscuyó en el séptimo arte haciendo películas y documentales, ganando premios incluso, como fue en el caso de Glass makers of heart. Ha producido un total de diecisiete especiales de comedia y la sátira de Home Box Office. Autor de dieciocho monografías. Y ha tenido exposiciones individuales en museos y galerías de todo el mundo.
Imágenes que te recuerdan que al blanco y negro le sobran matices, y al ser humano complicaciones
Una gran exposición de fotografías de Elliot Erwitt que datan desde 1946 hasta 2001 se inauguró en el Museo Reina Sofía en 2002, mudado rápidamente a países como Italia, Tokio y Nueva York. Quince años después volvemos a disfrutar de uno de los autores más populares y admirados del mundo con una nueva exposición donde podemos encontrar sus obras en el Pabellón Villanueva del Jardín Botánico en Madrid hasta el 30 de Julio. En esta se retrata su primer viaje a Cuba en el 1964 acompañando a Che Guevara y Fidel Castro, y el de 2015 queriendo explorar todo lo que le quedaba por conocer y exprimir del país, cincuenta años después.
Belleza en lo cotidiano
Pero no todo en su carrera ha sido fotoperiodismo, aunque en cada una de sus imágenes a hurtadillas se ha dedicado a demostrar su afable carácter, su dosis de humor inteligente y la relevancia que la critica social merece.
También ha sido fotógrafo de grandes momentos susceptibles y pasionales. Fotos que consiguen transportarte a otra época, otro ritmo y otras sensaciones. Imágenes que te recuerdan que al blanco y negro le sobran matices, y al ser humano complicaciones. Imágenes que son frutos de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla la acción. Capaz de entender que en la fotografía hay una capacidad única de capturar el tiempo, de suspenderlo y mantenerlo vigente y de forma indefinida.
Sin lugar a dudas, Elliott Erwitt se ha convertido en uno de los grandes maestros de captar el momento que ha dado el siglo XX. Un poeta visual y humorista de la vida cotidiana, siendo esa parte de su portfolio donde cautiva. Ese es el Erwitt que fascina. El que encuentra en un tren camino a la guerra el beso de esperanza que calma la herida, el que convierte un abrazo en la cocina, en un recuerdo de por vida.
Alguien con la capacidad de encontrar lo especial e inusual de un perro más allá de su ladrido, de hacernos soñar con ese beso venido. De querer zarandear al mundo mostrándole todo lo que somos y tenemos, y en lo que nos hemos convertido. Manifestando lo imperceptible y lo ideal de lo mundano y de lo que nos es conocido.
Sin lugar a dudas, Elliott Erwitt se ha convertido en uno de los grandes maestros de captar el momento que ha dado el siglo XX
“La fotografía es un arte que tiene que ver con la observación, con encontrar algo interesante en un lugar común… He comprobado que tiene poco que ver con las cosas que ves, y todo que ver con el modo de cómo las ves”, señala el artista. Y no sólo con momentos, su cámara se ha atrevido a perpetuar a muchos de los personajes más relevantes de nuestra historia contemporánea, tales como el presidente John Kennedy en el Despacho Oval, Richard Nixon y Khrushchev durante un encuentro en Moscú, a Che Guevara y Fidel Castro en La Habana, a Marilyn Monroe mientras grababa la película “Vidas rebeldes”, Truman Capote durante su inolvidable Fiesta de Blanco y Negro, y Jacqueline Kennedy, entre muchos otros. Personajes a los que ha sabido encontrar su esencia y demostrárnosla a los demás.
Retratos irónicos
Es bien cierto que Erwitt ha sido un buscador constante del momento decisivo, incluyendo perennemente su punto de ironía. Ha sido capaz de encontrar la oportunidad en una flecha y el amor antes de que el beso esté cumplido. Capaz de manifestarnos la inmensidad y el poder de un instante, y de demostrarnos el por qué estamos vivos.
Autor de algunas de las imágenes más memorables de nuestro tiempo, y consciente de ello. “Se trata de reaccionar a lo que se ve, de esperar sin prejuicios. Puedes encontrar fotos en cualquier lugar. Es simplemente una cuestión de darse cuenta de las cosas y organizarlas. Sólo tienes que preocuparte por lo que te rodea, por hasta dónde puede llegar el ser humano y su comicidad”, declaró una vez el experto. Por lo que sería grotesco condensar su estilo en que es un fotógrafo divertido, a pesar de las muchas fotografías que tiene que nos sacan nuestra más sincera y profunda sonrisa. Sus imágenes van mucho más allá, siendo la ironía y la crítica lo que subyace en el fondo de cada imagen. Capta lo diario y lo imperceptible, lo real y lo increíble. Con un click, a veces sin flash y en un momento.
Sus trabajos son muy personales, y siempre fieles a su estilo. Los perros, los besos, la humildad y la sencillez son los más fieles testigos. Con el paso de los años ha conseguido tener a la ironía y la espontaneidad como firma, que no ha sido una tarea fácil, pero al fin está conseguida.
Su calidad artística y su gran impacto comunicacional lo han situado en un lugar privilegiado entre los fotógrafos de nuestro siglo. Y hoy en día, a sus 88 años, Elliott Erwitt se dedica a archivar su infinita colección de obras mientras se mantiene activo en el campo editorial y de la publicidad, aunque siempre con su maleta de viaje y su cámara en mano listas para despegar. Así que no te habrás de extrañar, si un día te encuentras perdido por el Central Park, suena un flash y al girarte, con Elliott Erwitt, su sonrisa y su máquina te puedes encontrar. Porque tendrá 88 o más, pero las ganas intactas y las gafas limpias para poder ver más allá.