“¿Hay algo más semejante a la estupidez que la complacencia y la admiración de uno mismo?”. <strong>Erasmo de Rotterdam</strong> puso voz a la memez humana en 1511, cuando imprimió la <em>Alabanza de la estupidez</em>, un libro que mantuvo cabreado al personal durante varias décadas. Cinco siglos después, <strong>Donald Trump</strong>. El candidato republicano prometió en su campaña acoso a la pluralidad y al diferente. Nada más llegar a la Casa Blanca levantó barreras raciales, que han impedido el paso a otras culturas y otras lenguas. Como si con un muro pudiera retenerlo, como si la construcción de la <em>Torre de Babel </em>no fuera un mito que se reproduce desde que el hombre habla, viaja y se relaciona. Esa metáfora de lo inacabado en permanente construcción que desborda los límites de la estupidez humana, lo pintó en 1595 <strong>Peter Brueghel </strong><em><strong>el Joven</strong></em> (en el Prado) en una pequeña tabla.