Primero se pagan y luego se vuelven a pagar. Es el copago cultural, la política con la que se grava al ciudadano español interesado en acudir a alguno de sus museos. Las instituciones reciben ayudas del Estado -cada vez más limitadas-, pero no son gratuitos. Los españoles sufragan la apertura de sus museos, primero, con sus impuestos y, luego, con sus ahorros si quieren visitarlos. Esta semana se ha hecho público el nuevo incremento del precio de la entrada al Museo Reina Sofía, que crece en un 25%, y pasa de 8 a 10 euros. Hasta 2013, ir y ver el Guernica de Picasso costaba 6 euros. El Museo del Prado comparte la inercia del encarecimiento del acceso y, después de subir los precios un día antes de la exposición de El Bosco, el ticket quedó en 15 euros. De momento.
Hace unas semanas, este periódico publicaba de qué manera los museos españoles eran más visitados por turistas que por familias. Los gobiernos han ido recortando ayudas a los museos de tal manera, que éstos sólo han encontrado solución a la grave situación disparando los precios en taquilla. Consecuencia inmediata: los informes demuestran la merma de visitas de los residentes en España y que “el segmento de público familiar no está tan representado como cabría esperar y no acude al museo con la afluencia que los propios museos desean”.
En el extranjero no ocurre lo mismo. En la National Gallery de Londres, museo de características similares a las del Prado (de hecho, su actual director fue director adjunto en el Prado hasta 2015), “el programa familiar ha hecho aumentar el número de participantes a lo largo de todo el año y ayudó a diversificar la audiencia”, tal y como se puede leer en el resumen anual que la institución acaba de publicar.
Explican cómo se están abriendo a los más jóvenes y a las familias con actividades orientadas a su edad, ofreciendo experiencias en torno a la tarde de Halloween, por ejemplo, que en sólo tres horas reunió a más de 16.000 personas (el Prado recibe una media de 2.600 personas al día). La dirección del centro británico explica que su compromiso con la gratuidad de la entrada hace posible esta popularidad. En Londres nadie paga entrada por acceder al British Museum, la Tate Britain, la Tate Modern o la National Gallery.
Millones de visitas
La National Gallery logró en 2016 su segundo mejor resultado de visitas: 6,2 millones de espectadores. El British Museum sumó 6,4 millones de visitantes. La Tate (con el conjunto de Tate Britain, Tate Modern, Tate Liverpool) ascendió también a 6,4 millones de personas. El Museo del Prado alcanzó los tres millones. Obvio: la gratuidad fomenta el acceso. Las visitas de los museos gratuitos son inalcanzables para los museos pay-per-view. El éxito de un museo puede ser la afluencia, cuando el museo es público y gratuito.
Desde el uno de abril de 2001 todos los museos públicos británicos son gratuitos, y en los diez primeros años sumaron más de 50 millones de visitas, lo que supone un aumento del 51% de las visitas, según datos del Ministerio de Cultura, Medios y Deporte. ¿Cómo mantienen abiertos los museos gratuitamente y en España los precios de las entradas no paran de crecer?
Subvenciones, sí
La explicación a la desigualdad en la taquilla de los museos del Reino Unido y de España se encuentra en las ayudas públicas y, sobre todo, en las donaciones caritativas que reciben los museos de los visitantes tras su experiencia cultural. En el balance anual de sus cuentas, publicado esta semana, la National Gallery recibe más de la mitad de sus ingresos en forma de subvenciones del Departamento de Cultura, Medios y Deporte: 26,1 millones de euros en ayudas, en 2016, de 50,3 millones de euros de ingresos (un 51% subvencionado). La TATE ingresa 30 millones de euros del Estado, con un total de 110 millones de euros de ingresos (un 27%). El British Museum recibió 45,2 millones de euros, de un total de 120,8 millones de euros de ingresos (un 37%). Por su parte, el Museo del Prado recibió 13,7 millones de euros en subvenciones, de un total de 44,6 millones de euros de ingresos (un 30% subvencionado).
La comparativa entre la National Gallery y el Prado -los más similares- desvela que el museo londinense está mucho más protegido por la voluntad política británica, que el español por el actual Gobierno. La inversión del Reino Unido en sus museos es el doble de lo invertido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, dirigido por Íñigo Méndez de Vigo. De esta manera, un museo como el Prado está obligado a generar -de manera peligrosa para la conservación- ingresos propios lo suficientemente abundantes como para cubrir el déficit generado por la fuga de ayudas públicas. Entonces, ¿cómo lo hace el Prado para sobrevivir? Subiendo cada dos años el precio de las entradas, cuya recaudación en 2016 ascendió a 20,7 millones de euros en taquilla.
A pesar de que el Parlamento inglés entienda la importancia del acceso de sus ciudadanos a sus museos, estos también padecen los recortes. En la TATE aseguran que “los museos británicos han sufrido una disminución significativa en las ayudas públicas en los últimos años”. Desde la dirección de este centro explican que “las ayudas públicas siguen siendo el elemento más importante de los ingresos de la TATE, y son vitales para mantener el funcionamiento del museo”.
Un país sin conciencia
Rápidamente aclaran que “Tate es muy eficiente y genera la mayoría de sus fondos propios”. Ya hemos visto que las subvenciones suponen un 27% de sus ingresos. “En los últimos años nos hemos concentrado en la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos como en la consolidación de los existentes”, añaden.
Ahí está la gran diferencia entre un país y otro, en las donaciones y los donativos. La conciencia social que existe sobre la protección de sus museos, genera unos ingresos absolutamente inéditos en España. Recordemos que Londres es la ciudad con más ricos del mundo (viven 72 milmillonarios). De esta manera, la National Gallery recibió 13,8 millones de euros en donaciones y 3,4 millones de euros en donativos, en 2016. El British Museum ingresó en el mismo año 28,1 millones de euros en concepto de donaciones y 20,8 millones de euros en donativos (una cantidad similar a la lograda por el Prado con la venta de entradas). En la TATE sus donaciones llegan a los 27,6 millones de euros, y los donativos 12,3 millones de euros. El Museo del Prado, 1,2 millones de euros.
¿Transparencia?
¿Ofrece el Reino Unido mayores ventajas fiscales a las empresas y particulares que invierten en museos? “No, las empresas británicas no tienen más exenciones que las españolas”, responde Javier Martín Cavanna, director y fundador de la Fundación Compromiso y Transparencia. El especialista encuentra tres razones para explicar estas aportaciones sobresalientes: “En primer lugar, Reino Unido es el país con más tradición museística del mundo. La conciencia de protección, tanto por particulares como por políticos, es mucho mayor”.
En segundo lugar, señala que los museos cuentan con patronatos sin políticos y con empresarios con mucho dinero, comprometidos en la tarea de captación de fondos para el museo. “No son patronos decorativos como los que hay en los museos españoles”, cuenta. En tercer lugar, departamentos de fundraising con mucha capacidad para captar muchos fondos privados. Y, por último, la transparencia en el rendimiento de sus cuentas. “Transparencia” es una palabra prohibida en los museos españoles. En las cuentas de la National Gallery se apunta el salario de su director (Gabriele Finaldi), cerca de los 230.000 euros al año. El salario medio del trabajador del museo es de 33.600 euros al año. Impensable en las cuentas del Prado, pero esto genera confianza en quien va a invertir y quiere saber dónde irá a parar su dinero.
Es decir, la fórmula del museo gratuito (generosidad y acceso a todos) se compone de: más dinero público, más dinero privado, mayor independencia política, mayor compromiso del IBEX, mayor conciencia social y mucha más transparencia en las cuentas. Parece inalcanzable para España, pero ¿cuánto más puede pagar un español por entrar en uno de sus museos?