En plenas turbulencias políticas españolas, el artista Abel Azcona (Pamplona, 1988) inaugura este domingo en la galería Suiza Espace Dam su particular visión sobre la alteración ideológica y financiera de los partidos políticos y sus afiliados. En Political Dis(order) ha aparcado su cuerpo para utilizar su identidad como centro de la performance. En el último año empezó a afiliarse en partidos, sin discriminar. Se incorporó a todas las familias políticas que le dieron la bienvenida a él y a su dinero. “Me he afiliado a 42”.
En un ejercicio casi periodístico, en el que ha reunido un festín burocrático de casi 300 documentos, pretendía documentar la experiencia política de un ciudadano en España. La conclusión es la que ya imaginábamos: que con tu voto no basta. Que tu dinero también interesa, sin importar lo que pienses, lo que opines, a quien aplaudas. “He conseguido formar parte de unas familias que no me habrían aceptado si no fuera por dinero”, explica a este periódico el artista. La hipocresía vuelve a ser el elemento capital de la propuesta personalista del polémico performer, que había traído por la calle de la amargura a la religión católica.
Todo por la pasta
Traicionar los ideales políticos no es incompatible con la militancia. Basta con cumplir con las cuotas mensuales. “He pagado casi 4.000 euros hasta el momento”, cuenta y apunta que se lo ha podido permitir gracias a los mecenas que apoyan esta acción. “Es un proyecto crítico en torno a la figura del militante o la masa. En España tenemos una clase política nefasta que es avalada y financiada por gente normal, muchas veces sin ningún tipo de formación y estudios. Siempre he tenido interés en esa utilización de la “plebe” con fines lucrativos y políticos. Ahora puedo ser parte de esa masa pero de forma crítica y envenenada”, cuenta.
Azcona está afiliado a VOX, PP, Falange española, Falange española de las JONS, Podemos, Izquierda Unida, CUP, PSOE, también aporta dinero a Donald Trump, a Marine Le Pen, a Amanecer Dorado y el Hogar Social. Con algunos de ellos se ha reunido, pero la mayoría sólo ha necesitado saber de él cómo iba a pagar sus mensualidades.
Política de precios
Como si de una cuota de suscripción a una plataforma de entretenimiento se tratara, los distintos partidos le mantienen “informado” de la actualidad política con correos electrónicos. Cada día recibe unos 35 mensajes con saludos y consignas. Te mantienen informado de los últimos capítulo de la serie más vista: España. Azcona descubre la versión comercial y empresarial de quienes se visten de algo más que una táctica de venta.
“Formo parte de algo pagando donde nunca me invitarían a formar parte de esa familia, exactamente igual que la prostitución. Los partidos políticos se prostituyen ideológicamente”, explica. Ya lo sabíamos, entre las cosas que no puede comprar el dinero no está la política. Azcona demuestra que el dinero no tiene bandera, que el interés político no es tanto ideológico como económico, que los principios no son tan sagrados como los pintan, que nadie es tan antisistema como para saltarse el el sistema de pago.
Una familia que lo detesta
“Las cuotas más caras son las de Ciudadanos y PSOE, unos 30 al mes. Las más baratas las del PP, unos 10 mensuales, pero también puedes elegir la modalidad de 5 euros. Donald Trump es el más caro de todos, como mínimo debes aportar 40 dólares al mes. Te manda mensajes con fotos suyas”, relata. “También recibo merchandising político, las tazas de la CUP son lo más casposo”.
A punto de embarcar camino de Suiza, explica que la ideología no importa, que lo que prevalece son las cuentas bancarias y los ingresos. “VOX me detesta y tengo un carné de afiliado de ellos y mensajes con “¡Viva el Rey!” a diario. Me dicen que sólo ellos son la salvación a esta crisis, y que ponga más dinero. Cuando descubran quién soy imagino que recibiré correos electrónicos de expulsión de todos ellos”. Y el show continuará fuera de la galería.
Tiene carta de bienvenida de todos ellos. Pero le aguardan situaciones desagradables: al afiliarse ha dado todos sus datos personales, reales. “Incluso a la Falange y a los de Hogar Social, que tienen tarjetas de 10 euros con las que dicen dan de comer a un español. Así captan la financiación”. Azcona sufre de un “trastorno político”, como él mismo señala. Se hizo un DNI nuevo, con una foto en la que se maquilló los tatuajes… “Ahora saben dónde vivo”.