Hace 157 años el mundo era mucho más machista y Laura Herford decidió mutilar su nombre para pasar por hombre y poder ingresar en la Royal Academy de Londres y seguir su formación como pintora. Firmó su petición con la inicial, L. Herford, y aquel caballero fue admitido por la calidad de sus dibujos que acompañaban su solicitud. Al descubrir a una Laura y no a un Lawrence no pudieron expulsar a un alumno inscrito después de conocer su verdadero sexo. “Laura Herford abrió el camino de otras mujeres que fueron entrando en la Royal Academy londinense para recibir una formación artística. Sería el inicio de un cambio de época para las pintoras”. Son las palabras que leyó Estrella de Diego (Madrid, 1958), el 26 de noviembre de 2016, para acceder a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
“Siento -sentimos- que también gracias a Laura Herford y a sus mentores, claro, estamos nosotras aquí hoy, en esta Academia; en las salas de los museos, las galerías de arte, en las salas de conciertos, ideando edificios, puentes, descubriendo vacunas…, aunque quede mucho camino por recorrer todavía”, añadió la historiadora del arte ante los 51 académicos de número. Ella, junto a Teresa Berganza, Begoña Lolo, Joséfina Molina y Carmen Laffón, son todas las mujeres aceptadas por la institución que jamás ha sido presidida -desde su creación en 1752- por alguien que no sea hombre. Hace 157 años parecíamos menos machistas. El discurso de ingreso se imprimió el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
La institución es consciente del terrible déficit que acumula durante siglos y tres de las cinco mujeres académicas han accedido al trono en el último año. Y a pesar de todo, esta foto. Otra más que certifica el techo de cristal que asfixia a la mujer. Sucedió el pasado lunes, en la entrega de la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes al Teatro Real (institución sin mujeres en su cúpula directiva).
En este caso en la construcción del relato del canon de la historia del arte. Ellas no cuentan para contar. Ellas no están incluidas, como apuntaba el dato de la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV): sólo un 9,4% de las exposiciones individuales realizadas en los principales museos y centros de arte contemporáneo de España, entre 2003 y 2013, fueron mujeres.
Las cifras no mienten
Hace un año nos referíamos a los datos publicados en el Laboratorio permanente de público de museos del Ministerio de Cultura, donde se aclaraba que el visitante de museos es predominantemente femenino (52,6%), en los datos de 2009. En las facultades de Bellas Artes, las estudiantes superan el 70%. El 64% de los licenciados en Bellas Artes en 2004 fueron mujeres (la cifra se mantiene desde 1990). Hay 15 artistas reconocidos con el mayor premio a las artes plásticas iberoamericanas, el Premio Velázquez, pero sólo han sido galardonadas 4 mujeres.
A María José Magaña, presidenta de MAV, no le sorprende esta foto, hombripresente. “El poder sigue estando en manos de ellos. Algo está cambiando en los premios y los reconocimientos, pero para llegar a las cúpulas de poder es cuestión de mucho tiempo. El problema es que el poder está en manos de los hombres y no quieren cederlo a las mujeres. Y cuando se nos da paso, son migajas”.
Explica a este periódico que están en negociaciones con el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes para corregir estas infracciones de la Ley de Igualdad. Crearán un observatorio que analice y denuncie para que el Ministerio pueda actuar para acabar con la discriminación. “Ellos son quienes cuentan la Historia, quienes dicen lo que tiene que pasa a los anales. La Historia contada por los hombres, como puede verse, se perpetúa”, añade. Este sábado celebran el Foro Mujeres en las Artes Visuales, en Matadero Madrid.
Como dice la ensayista Diana López Varela (Pontevedra, 1986): “España no es país para coños”. En su libro, publicado por Península, denunciaba que en ningún lugar del mundo, en ningún momento de la historia, se ha discriminado a los varones por el mero hecho de serlo, que ningún proceso de opresión, dictadura o esclavitud humana tuvo por objetivo discriminar al hombre por razón de serlo. La foto de la Academia de Bellas Artes de San Fernando lo prueba.
Luchar por las invisibles
A la pintora María Dávila (Málaga, 1990) le cuesta creer que hoy en día, “en una sociedad que se dice avanzada, civilizada, democrática, etc, sigamos padeciendo los mismos problemas que hemos arrastrado históricamente”. Los problemas se han “disfrazado tras la mascarada del progreso y las buenas formas”.
“No es nada nuevo que los protagonistas de la imagen y del poder sigan siendo los mismos: los que saben hablar (con-vencer con las palabras), los que saben posar, los que tienen influencia. En este mundo capitalizado por el intercambio de intereses materiales y simbólicos, no hay sitio para mujeres ni para sensibilidades ni para incertidumbres”, añade la artista. Y entona una esperanza final: “Habrá (siempre) que seguir abriendo(se) paso, dando voz a los invisibles”.
La foto de la Academia no es una excepción. De hecho, para muchas es la foto constante. Hace un año publicamos la foto que expulsaba a la mujer del mundo del arte. Aquella imagen retrataba el acuerdo más importante del sector en dos décadas, entre el Museo Nacional del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. La operación que ordena los fondos artísticos entre ambas instituciones y aclaraba las fronteras artísticas no tenía ni una sola mujer.
El dichoso techo
En aquel artículo, Concha Jérez (Las Palmas de Gran Canaria, 1941), Premio Velázquez hace unos días, apuntaba que hay pocos museos dirigidos por mujeres. “Las fotos son de ellos. En la infraestructura hay una mayoría de mujeres. La trinchera es para ellas, los sillones se los quedan los hombres”.
Una de las historiadoras del arte más importantes de este país prefiere que aparezca su opinión sin su nombre. Otra prueba del poder de los sillones masculinizados. “Reconozco personajes y escenario, por eso me impacta menos la temática central de la imagen: una mujer sonriendo rodeada de hombres, en su mayoría seniles, complacientes. El impacto mayor me viene de lo caduco y anacrónico de ambas instituciones: la monarquía como régimen político y la Academia, como institución obsoleta y cuya razón de ser actualmente no tiene explicación”.
El martirio de las mujeres
Para rematar la foto, el cuadro. El conjunto lo preside la vista del Martirio de Santa Lucía, pintada por Pompeo Batoni (1708-1787), en 1759. La joven Lucía, martirizada en Siracusa por orden del cónsul romano Pascasio, en tiempos del emperador Diocleciano. La cruda metáfora que firma la realidad describe a la perfección por lo que atraviesa la sociedad española: “Una mujer entregada a las exigencias del guion, un guion escrito en masculino, que llegado el momento, la hace inmolarse por la causa. Todo un sin sentido y nunca un modelo a seguir”, comenta la historiadora consultada.
El cónsul dispuso que Lucía fuera arrastrada por yuntas de bueyes, pero éstos no consiguen moverla del sitio. La rodean con una hoguera de leños y resulta ilesa. Por último, es degollada. Santa Lucía se convirtió en abogada de los males de la vista, por analogía con su nombre, que significa luz. Así se cree popularmente que le arrancaron los ojos, que, colocados sobre una bandeja se convirtieron en atributo de la santa.
Control de la igualdad
Para la diputada de Unidos Podemos, Mar García Puig, esta foto sería triste en cualquier tiempo pasado, pero “si tenemos en cuenta que fue tomada hace menos de una semana, a la tristeza e indignación se le suma la necesidad de actuar con urgencia: garantizar de forma inmediata que la mitad de la población no se encuentre excluida de la Academia”. Por ello explica que “es necesario revisar los estatutos” de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que “en el ámbito parlamentario se fijen criterios claros de género que rijan cualquier tipo de colaboración con instituciones de este tipo”.
La comisaria de exposiciones e historiadora del arte Semíramis González lamenta que esta fotografía se repite una y otra vez y que refleja “una realidad desoladora”. “Es una foto de vergüenza, donde me pregunto si, como decían Guerrilla Girls, tienen que estar las mujeres desnudas para entrar a la Academia, o, como este caso, ascendiendo a los cielos para reclamar, a instancias superiores, la igualdad entre hombre y mujeres”.
Hombres, actuad
La cultura está lejos de la conquista de la paridad. La mujer está infrarrepresentada en los jurados, en los premios, en las exposiciones. Y en la Real Academia. “Si es el modelo a seguir, al menos podrían enseñar con el ejemplo”, añade Semíramis González. “La Academia, con esta foto, no sólo incumple una cuestión ética, la igualdad, sino también se pasa la ley a la torera”. Y recuerda el artículo 26, que obliga a cumplir con las cuotas que fomenten la igualdad.
Gala Knörr (Vitoria, 1984) es pintora y acaba de llegar de una residencia en Nueva York, donde los participantes se organizan y dialogan para crear espacios de oportunidades para todos, sin distinciones sexuales o raciales. Knörr recuerda que en las facultades de bellas artes españolas sigue habiendo más mujeres que se gradúan, pero sin correspondencia en oportunidades cuando salen al mercado.
“El prestigio siempre acaba en manos de hombres. No obstante no es culpa de estos artistas, sino de un sistema arcaico que menciona en el que la posición del hombre occidental blanco es la que se ha aceptado como oficial”, cuenta la pintora. Y apunta algo que incluye al hombre beneficiado: “Aquellos que tienen este privilegio deberían de ser vocales sobre este tipo de situaciones, crear fisuras en el sistema y crear espacios inclusivos”.
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Ley de Igualdad 3/2007, en su artículo 26: "Las autoridades públicas, en el ámbito de sus competencias, velarán por hacer efectivo el principio de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en todo lo concerniente a la creación y producción artística e intelectual y a la difusión de la misma".