No llegaron a conocerse. No hablaron nunca. Una vez estuvieron a punto, pero nada. Fue en el Festival de Cannes de 1961, los dos pisaron la alfombra roja, fueron fotografiados, entraron por su cuenta, pero nada. Federico Fellini y Pablo Picasso se rozaron en sueños, pero nada. Picasso es como una fuente, decía el cineasta italiano. Es difícil pensar en un artista del siglo XX que no fuera noqueado por el genio malagueño. De ahí que el director de Amarcord reconociera que la onda expansiva de Picasso irradió a todos los que llegarían detrás de él: “Picasso vive en el imaginario onírico de los artistas”.
Es una fuente nutritiva para artistas plásticos y audiovisuales. Picasso fue un dictador del gusto, todo se hacía a partir de él o contra él. Un hito que el Museo Picasso de Málaga trata de vincular con el mito del cine italiano. Y aunque no lo consigue, la exposición Y Fellini soñó con Picasso merece la pena por la pieza documental encargada a Isaki Lacuesta para fundir a los dos genios, el lienzo Desnudo acostado (1967) y los libros de los sueños ilustrados del italiano.
Todo surge de tres sueños dibujados. Durante tres décadas, Fellini se dedicó a ilustrar los sueños que le asaltaban por la noche en grandes álbumes. En ellos no queda ni rastro de aquel dibujante excepcional que se dedicó al cine porque era mejor para el fin de mes. La comisaria e historiadora del arte Audrey Norcia encontró los tres sueños dibujados en los que aparece el pintor (1962, 1967 y 1980) y a partir de ahí trató de hacer “ciencia”.
Interpretar los sueños
La primera vez que se le presenta en sueños, Fellini tiene 42 años y Picasso 80. En el segundo de los sueños, el pintor se le presenta como referencia. ¿Un faro? “De repente, el hombre se gira hacia mí: era Picasso que me hacía señas de que le siguiera más allá. Picasso estaba presente en el lenguaje onírico para darme fuerzas y guiarme”, escribe Fellini. La comisaria cuenta que Fellini no sabía nadar y que la aparición del pintor supone un faro en medio de la tormenta.
Pero Norcia dobla la apuesta interpretativa: como en dos ocasiones Picasso acude en la noche de las vísperas del cumpleaños de Fellini, debemos entender que “cuando Fellini siente que envejece, recurre a su amigo, a su atractivo irresistible, para que le apoye en su quehacer artístico y le acompañe en su vida”.
¿Quién sueña qué?
“No se trata de mis sueños”, responde Norcia a este periódico. “La base es totalmente científica. Picasso ha aparecido tres veces en los sueños”. Según la comisaria, aparece en periodos concretos, en los que Fellini atraviesa por crisis artísticas (dando a entender que un artista no vive cada una de sus creaciones como crisis). “Picasso le ayuda a resolver todos sus problemas”, dice. “Picasso le ayuda para proseguir con su proyecto”, insiste. Pero lo cierto es que no hay prueba de que gracias a las apariciones -en bermudas y camisa florida- Fellini saliera del atolladero.
La experta cuenta que ha investigado las películas de nuevo. Que ha “desmembrado” y “analizado” cada una de las obras en busca de los vínculos. Y claro, los encontró. Porque, como dice, “miré cada secuencia como si la hubiese inspirado Picasso”. No hay como buscar las respuestas para encontrarlas. Pero esto en la exposición no está resuelto. Sólo el documental de Lacuesta es capaz de ligar la salsa.
De Fellini no hay ni una proyección, sólo dibujos y fotogramas de sus películas de los que el espectador está obligado a relacionar lo que la comisaria relaciona. A la fuerza, aunque no quede hilado en la exposición. “Debemos ver cómo Fellini ha tomado prestado de Picasso motivos y referencias y cómo a veces, sin saberlo, se han reencontrado alrededor de los mismos valores”, añade.
Un origen sexual
Tullio Kezich escribe en el “catálogo” de la exposición que la mujer ocupa “un lugar desmesurado en la vida diurna y nocturna” de Fellini, como objeto de deseo perenne. “En conjunto, las mujeres son un componente que produce regocijo en el imaginario del cineasta”. Se le aparecen en todo momento. Y a Picasso. Gracias a ese supuesto vínculo, podemos contemplar el Desnudo acostado, propiedad de la familia Picasso, que viene a ser un Origen del mundo de Courbet, en cubista. Una maravilla.
La comisaria insiste en que Fellini se rodeaba de Picasso como si fuera un ídolo que velara por él, aunque estas palabras no se consuman en la exposición. Ni rastro del vínculo. Las yuxtaposiciones iconográficas caminan en paralelo, pero no terminan de cruzarse. Parecía una buena idea y es un intento de vincular el cine y el arte (con una sala de cine que debería pasar de temporal a permanente). Pero nada.