Unas manos ennegrecidas por la suciedad, una pantalla que narra con palabras escritas todos los movimientos del espectador, una retícula cuadrada de sobres abiertos en perfecta formación, cinco figuras de resina sumergidas en una misteriosa conversación... Es el arte contemporáneo que ha irrumpido en las instituciones españolas, performances que desde este jueves okupan el Congreso y el Senado y buscan una confrontación simbólica, una reinterpretación de los espacios en base a las obras expuestas, pero también del nuevo significado que abrazan las representaciones artísticas empujadas a un hábitat diferente al suyo, al museo, el de la clase política.
La composición de Juan Muñoz y sus cinco hombres que invitan al visitante a unirse al debate habita ahora en el Vestíbulo de la Reina y se enfrenta espacialmente a la estatua de mármol de Isabel II y a un ejemplar manuscrito de la Constitución de Cádiz. Pero es tan solo una de las 43 obras escogidas por el Museo Reina Sofía para conmemorar el 40 aniversario de la Constitución de 1978 y que conforman la exposición El poder del arte, que se sucede por las salas más emblemáticas de ambas cámaras, la alta y la baja.
No es novedad el desembarco del arte en las sedes de la soberanía popular, encuadrada hasta ahora como un mero elemento decorativo, pero sí la función social e introspectiva que se introduce gracias a esta muestra comisariada por Joao Fernandes. El diálogo que se propone en el Congreso y el Senado ya no es solo de corte político, sino también acerca del pasado más reciente de España, de las grietas de la democracia; una reflexión, asimismo, sobre el papel del arte en la sociedad contemporánea, sobre su potencia para influir en el poder.
La muestra, en la que participan 42 artistas que han desarrollado su trabajo durante los primeros años de la Transición o que conforman esa primera generación crecida tras la dictadura, fue una idea que Ana Pastor, la presidenta del Congreso, propuso a Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía. "El arte nos sirve para hablar de diálogo, pensamiento y libertad; y una de las mejores cosas que nos ha traído la democracia es la libertad de creación", ha asegurado Pastor durante la presentación a los medios.
El secreto bajo el Congreso
El espacio más significativo de la exposición se encuentra debajo del Salón de Plenos del Congreso, en un sótano lleno de boquetes que hasta ahora servía como almacén de muebles viejos. La zona ha sido parcialmente rehabilitada —todavía quedan obras pendientes que en total ascienden a 8,9 millones de euros— y abrirá por primera vez al público gracias a esta muestra, que se podrá visitar en grupos de 35 personas desde el 1 de diciembre hasta el 2 de marzo de 2019.
Es ahí, en la planta inferior, donde se concentran las obras que giran en torno a temas de memoria histórica e identidad colectiva, como la escultura en forma de biombo de Cristina Iglesias, la instalación de cartas de Isabel Ferrer que nos habla del pasado, del olvido; la censura y el recorte de libertades que muestran las piezas de David García o Concha Jerez, y las fotografías de Colita, que explicaba sus instantáneas sobre la manifestación proaministía de 1976 en Barcelona con una lucidez que no apagan sus 78 años. "La selección que han elegido me gusta mucho", le confesaba la veterana fotógrafa, que con tanta precisión retrató las tensiones desencadenadas tras la muerte de Franco, al director del Reina Sofía.
El poder del arte no es una exposición cómoda para exhibirse en un espacio que abraza el correccionismo como las Cortes, pero no se desprende de la crítica social. "Es una invitación a pensar sobre el espacio en el que estamos; porque democracia es estar juntos pese a ser distintos", explica el comisario Joao Fernandes, subdirector del Reina Sofía. "Los artistas, en su intento de abrir grietas en la construcción de todo discurso establecido, han contribuido a visibilizar el tema de la identidad al reinterpretar la historia con sus múltiples realidades nacionales y esencias identitarias".
Las paredes del Senado
La exposición que acoge el Senado se complementa con la del Congreso pero responde a un intento de analizar las circunstancias históricas del arte español, especialmente de la pintura, desde los inicios de la década de los 70 hasta la actualidad. Recogen estas obras el contexto de euforia desencadenado por la llegada de la libertad tras 40 años de oscurantismo. En este sentido destaca el lienzo de Juan Genovés, Gente corriendo; o las fotografías de Juan Navarro Baldeweg y Flora Miralles. Las capturas de Alberto García-Alix y Miguel Trillo son el reflejo de la cultura popular y callejera abanderada por la Movida madrileña.
Además de presupuestos gestuales representados por artistas vanguardistas como Luis Gordillo, Patricia Gadea, Menchu Lamas o Elena del Rivero, colgados en forma de galería en unas paredes falsas añadidas en los pasillos, destaca por encima de todo Antígona, un vídeo inacabado de Elensa Asins, nieta de Bernardo Asins, quien construyó la biblioteca de la Cámara Alta, que rescata la tragedia de Sófocles para reflexionar sobre la intransigencia del ser humano, para alertarnos contra la obsesión dogmática del cumplimiento exhaustivo de las leyes y la determinación de las creencias más primarias.
Teniendo en cuenta esta intención, parece que el espacio de proyección haya sido seleccionado con una precisión mordaz: la Sala de Sesiones, el lugar utilizado por el franquismo, en ese empeño de calificarse de democracia orgánica, para reunir al Consejo Nacional del Movimiento.
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