Camille Pissarro fue un pintor de paisajes y escenas rurales, de espacios al aire libre. Cuando la vejez comenzó a derrotarle, se vio obligado a abandonar el campo y regresar a París, la ciudad que le vio nacer como artista. Se hospedó en un hotel localizado en la place du Théâtre Français y observando desde la ventana de su habitación pintó, durante el invierno de 1897 y 1898, una serie de quince obras de vistas urbanas que captaban el bullicio de las calles, la vida en la metrópolis. Uno de estos lienzos impresionistas más famoso es Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, expuesto en el Museo Thyssen.
El cuadro refleja París durante una tarde lluviosa, pero más allá de su preciosismo pictórico, es conocido por la historia que envuelve. Está fechado en 1897 y perteneció a los Cassirer, una importante familia judía asentada en Berlín. Con Adolf Hitler ya en el poder y la maquinaria del Holocausto engrasada, Lilly Cassirer se vio obligada a vender el Pissarro a un marchante de arte del partido nazi por un precio ridículo, 360 dólares, y un visado para huir de Alemania y escapar así de una muerte segura en algún campo de exterminio.
Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia lleva sumergido en una espiral inacabable de litigios desde el término de la II Guerra Mundial. Ahora, por un lado, se encuentran los Cassirer, que reclaman ser los propietarios legítimos de la obra expoliada por los nazis —y eso que en 1958 Lilly aceptó del Gobierno alemán una compensación de 120.000 marcos, el valor del cuadro en ese momento—; en el otro, la Fundación Thyssen, que adquirió el lienzo en 1993 al barón Hans Heinrich Thyssen‐Bornemisza, que a su vez lo había comprado en 1976 en una galería de arte de Nueva York.
Este martes arranca en California la última ronda del juicio de los herederos de Claude Cassirer, el nieto de Lilly que se topó de casualidad con el Pissarro en la primera planta del museo en el año 2000, contra la institución madrileña por la propiedad de la obra. Lo que deberá dilucidar el juzgado estadounidense es si la Fundación Thyssen ejecutó de forma correcta el protocolo para demostrar que el cuadro no procedía de ningún expolio o, por el contrario, si fue cómplice del saqueo nazi. En 2012 y 2015 la Justicia ya se pronunció a favor del museo, pero la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de EEUU ordenó el año pasado reabrir la causa.
Principios de Washington
Los vaivenes que ha ido dando el cuadro también han contribuido a generar una imagen nociva del Gobierno español. Aun la semana pasada, el diplomático estadounidense Stuart Eizenstat, organizador en 1998 de la Conferencia de Washington sobre las confiscaciones de arte a los judíos durante el nazismo, cargó durante un acto en Berlín contra España por "no haber tomado los pasos necesarios" para cumplir los principios.
La polémica en torno al cuadro ha sido incluso motivo de una pregunta parlamentaria y la posición del Ejecutivo, que asegura tener intención de cumplir los convenios internacionales de la Unesco, la UE o Unidroit en lo que se refiere a obras de arte expoliadas, es la de apoyar a la Fundación Thyssen: en el caso de Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, defiende, no se dan los supuestos para devolverlo a la familia Cassirer.
Eizenstat dijo el otro día que el Gobierno español se ha desentendido del asunto aduciendo que el Thyssen era "un museo privado no cubierto por los principios de Washington". Este periódico se ha interesado por conocer la opinión del Thyssen sobre estas afirmaciones, pero la respuesta ha sido que no se hará ninguna declaración antes del juicio.
Los judíos, con los Cassirer
En 2015, la Comunidad Judía de Madrid y la Federación de Comunidades Judías de España, representadas por Bernardo Cremades, Jr. del despacho B. Cremades & Asociados en Madrid, se personaron en el procedimiento de apelación como terceros interesados para contribuir a la devolución del cuadro a la familia Cassirer.
La acusación menciona, como "prueba inequívoca" de que España y el museo sabían que la pintura fue saqueada por los nazis, la etiqueta que figura en el reverso del cuadro. Ahí aparece la firma del pintor y un sello de la Institución artística y editorial Bruno y Paul Cassirer. Los defensores de los intereses de la familia judía, para recalcar que el proceso para demostrar que la obra no había sido expoliado fue deficiente, mencionan que el cuadro estaba incluido en una lista de obras robadas elaborada por el Ministerio de Cultura francés después de la II Guerra Mundial.
En cuanto a la compensación del Gobierno alemán realizada en 1958, aseguran que esa medida fue para reconocer que el lienzo era propiedad de los Cassirer, pero que eso no significaba la renuncia a sus derechos en el supuesto de que el Pissarro fuese hallado, tal y como ha sucedido.
En un comunicado, la Fundación Thyssen asegura estar "convencida de que el Juzgado de Distrito rechazará el único argumento que esgrimen ahora los demandantes de que la Fundación pudo adquirir la obra con conocimiento de que se trataba del efecto de un delito contra la propiedad, un argumento carente de todo fundamento fáctico o jurídico". Los Cassirer, apoyados en su inagotable fondo económico para agarrarse al mínimo resquicio, quieren el Pissarro de vuelta.