A Adolfo Sánchez Martínez le sonó el teléfono a la hora de la cena. Era su madre: "Hijo, que el bisabuelo está en el telediario". Cuando encendió la tele ya había finalizado la pieza. Pero a este abogado de Almansa, la ciudad del calzado, situada donde termina Albacete y comienza la Comunidad Valenciana, le bastó con googlear el nombre. "Estado de shock".
Su bisabuelo es Adolfo Sánchez Megías (Almansa, 1864-1945), el pintor al que el Museo del Prado le acaba de descolgar un cuadro. Se había convertido en el 'invitado' inesperado de una muestra dedicada al papel de las mujeres en el sistema artístico español del siglo XIX y principios del XX. Con el título de Invitadas, la pinacoteca evidencia aquel mundo dominado por el patriarcado. La primera obra que encontraba el visitante era una metáfora en sí misma: un cuadro destrozado, el símbolo del olvido, del abandono, del descuido, del maltrato… de la producción femenina. Hasta la semana pasada, el lienzo se llamaba Escena de familia y se atribuía a la granadina Concepción Mejía de Salvador.
Pero resulta que el cuadro de 153 x 245 cm, en un estado de conservación pésimo, se titula en realidad La marcha del soldado y lo pintó Adolfo Sánchez Megías. Ya no lo verán si van al Prado. Lo han descolgado: no se sostiene la idea de maltrato a la obra de la mujer por el patriarcado imperante en la época si el cuadro es de un varón.
Ahora, al indagar en su vida y obra, nos encontramos con un artista que vio truncada su carrera pictórica quizá precisamente por eso: por el patriarcado. El que obligaba al hombre, y más al primogénito como era su caso, a llevar el sustento al hogar. Es lo que le sucedió a Adolfo Sánchez Megías: en el mejor momento de su formación, cuando había sido becado para ir a Roma —el mayor logro para un artista a finales del siglo XIX—, su padre le llamó a capítulo y le hizo volver a su Almansa natal. Había que aportar en casa con un sueldo y no pensando en el futuro de su pintura. Y el artista se quedó en comercial del calzado. Aunque la historia, como la de su cuadro recién descubierto, tiene más matices, claroscuros y coincidencias.
Sánchez Megías se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Valencia con 15 años. En 1879, el mismo año que Joaquín Sorolla. Al esfuerzo económico que hacían sus padres se sumaba además una beca de la Diputación Provincial de Albacete para su manutención. Él respondía bien: sus calificaciones eran excelentes, las mejores de su clase.
En Valencia, Adolfo encontró su hábitat. El arte valenciano del siglo XIX se había formado precisamente en su Escuela y muchos de los grandes del momento eran también profesores. Se trataba de los pintores que estaban renovando el uso de la luz y la técnica y buscaban "provocar en sus alumnos una manera diferente de concebir sus óleos".
Sánchez Megías beberá del clasicismo para llegar al arte contemporáneo. Con el tiempo, será un artista heterogéneo que va de lo clásico a lo moderno, que juega con formatos y materiales y que en su extensa obra unas veces "participa del realismo y otras del impresionismo". Como Sorolla, buscaba "una paleta más clara y lumínica". Así lo explica en la biografía del pintor Pilar Callado, también almanseña, historiadora del arte y actual directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha.
En Valencia, Sánchez Megías y Sorolla fueron discípulo de Ignacio Pinazo, uno de los pintores más innovadores de la época. Eran unos 15 alumnos en clase y el almanseño recordaba años después una anécdota: un día llegó al aula y su compañero no tenía lienzos en blanco. Le prestó uno y al finalizar el ejercicio, en vez de quedarse su trabajo, el valenciano le devolvió la tela, donde había pintado el rostro de un hombre. Ese dibujo se conserva hoy, más de 100 años después, aunque en no muy buenas condiciones. Tampoco está firmado, pero "todo hace indicar que se trata de un Sorolla", apunta la biografía de Sánchez Megías.
Vuelta a Almansa
Joaquín y Adolfo pidieron a la vez la beca para irse a estudiar a Roma, cada uno a su Diputación, la institución provincial que entonces otorgaba "pensiones" a los artistas. Sorolla a la de Valencia. Sánchez Megías a la de Albacete. Los dos la consiguieron. Sorolla se fue, pero a Sánchez Megías su padre no se lo permitió: le llamó de vuelta a Almansa para que empezara a traer dinero a casa. El pintor renunciaba con ello a una beca para varios años #seis, parece—, que se concedía sólo a los artistas más aventajados y que les permitía continuar "su carrera artística y perfeccionar su técnica", recoge en su estudio Pilar Callado.
Una de las primeras obras por la que cobró Sánchez Megías fue probablemente un dibujo-croquis para la feria de Almansa. 50 pesetas. En el documento que recoge el pago se señala que se le gratifica con fondos municipales "para contribuir a aliviar en lo posible sus precisas necesidades y las de su familia, dado que el estado de indigencia —si no de modesta fortuna— en que se encuentra es público y notorio". La historiadora Pilar Callado señala que es exagerado hablar de indigencia, porque en ese caso hubiera sido impensable enviar al hijo a estudiar a Valencia.
Pero en casa del pintor eran cinco hermanos y la familia no iba sobrada. Primero le colocaron en la principal fábrica de calzado de la localidad, la de los Coloma, como viajante. Acabaría dirigiendo la propia empresa familiar, por supuesto de zapatos. Y por cierto, la única de Almansa con nombre de mujer en aquellos años: Clotilde Sánchez Megías, el nombre de una de sus hermanas. Llegó a tener casi 100 empleados.
Al romper con su carrera artística, pasó cinco años sin pintar ningún cuadro, aunque sí algún boceto. "Tan sólo se conservan de esta época apuntes a lápiz en un cuadernillo que llevaba siempre consigo en sus viajes por España, Cuba, Puerto Rico, Filipinas, etc…". Uno de los peores momentos "de un hombre que nació pintor y tuvo que ser empresario", resume Callado.
"Alguien que, en la encrucijada del final del siglo XIX tuvo que escoger a regañadientes el camino más práctico para su familia, cuando el otro, el que le brindaba su concedida y nunca disfrutada beca en Roma, tal vez le hubiese llevado a los libros de Historia del Arte al lado de figuras como Sorolla o Pinazo", concluye la historiadora en la introducción de su trabajo. Y continúa: "A partir de este momento ya no hablaremos de un pintor de mayor o menor proyección, sino de un viajante en primer lugar y empresario posteriormente". Pero volvería a pintar.
Artista desconocido
Sánchez Megías es el pintor con más renombre de Almansa. Pero no tiene "biografía hecha", como dicen los expertos en arte. Hablando más en general: no hay entrada suya propia en Wikipedia. Si si tratan de indagar en su vida, algunos buscadores corrigen y van a Ignacio Sánchez Mejías, el torero y escritor inmortalizado en el sublime Llanto del poeta Federico García Lorca. La "J" y "G’"han sido precisamente una de las causas del error que han llevado a Megías a los titulares. El pintor, solía firmar ‘Mejía’.
La clave del error de la atribución del lienzo de Invitadas la dio una funcionaria jubilada, historiadora del arte, que tiene un blog, Cuadernos de Sofonisba, en el que publica sus investigaciones. Se llama Concha Díaz Pascual y algo le chocó al ver el cuadro. Le parecía más de la escuela de Valencia —las pinceladas, la luz— que de la pintora granadina, tan desconocida como el almanseño. Descubrió una nota en el ejemplar de La Gaceta de Madrid del 28 de julio de 1895 en el que el representante de un "tal Adolfo Sánchez Mejía (sic)" aseguraba que había perdido el recibo de un cuadro llamado La marcha del soldado y que lo necesitaba para recogerlo.
La obra se presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de ese año. Y a pesar del actual estado del lienzo, el tema coincide. "Con un poco de esfuerzo podemos ver al hijo llamado a filas que recibe los consejos de su padre mientras dirige la mirada hacia las tres mujeres que están a la derecha en la estancia, entre las que se encuentra su apenada madre", explica la investigadora. Concha Díaz Pascual cotejó su análisis con el trabajo de Pilar Callado. Todo encajaba. Caso resuelto. El Prado reconoció el error y quitó el cuadro de la exposición.
El bisnieto del pintor reconoce que ya ha contactado con Díaz Pascual. Han comentado el episodio del periódico y la posibilidad de ampliar información. Los Sánchez Megías tienen ahora también pendiente hablar con la pinacoteca nacional porque les gustaría ver el cuadro. La obra ha pasado más de un siglo de museo en museo —o de sótano en sótano—: estuvo en el Nacional de Arte Moderno, hasta 1971; en el Museo Español de Arte Contemporáneo, 1971-1995; y en el Reina Sofía hasta 2016.
No es el único objetivo de la familia, aún sorprendida por la rocambolesca casualidad y pendiente de ir a visitar otras obras dispersas por España: "Tenemos noticia de que hay un retrato de un obispo en Sigüenza y un retrato en Cocentaina (Alicante)". Los retratos y autorretratos abundan en la producción de Sánchez Megías. Pero también los bodegones, las escenas costumbristas y el paisaje, con Almansa y su industria del calzado, de fondo.
Algunos de sus obras se han perdido, como la que presentó ante la Diputación de Albacete para solicitar la beca a Roma. Al parecer, realizó un óleo sobre la batalla de Almansa de 1707. Por eso, en relación con las obras extraviadas, una de las últimas familiares que lo conoció en vida, Sofía, nieta del pintor, siempre insiste en que hay que completar el catálogo. Localizar si hay más lienzos. Estos días anda emocionada. "Sólo habla de él, está ilusionada, sólo le da vueltas al tema", cuenta Adolfo. Sofía nació en 1939. Así que con más de 80 años se ha encontrado un regalo: un cuadro nuevo del abuelo. ¿Y si hay más?, se pregunta.
Pintor familiar
A pesar de asumir sus nuevas tareas en el sector del calzado, Sánchez Megías volvió a coger el pincel. Se integró en la vida cultural de Almansa, liderándola como fundador de la Escuela de Artes y Oficios de Almansa, de la que llegó a ser director. A ella asistiría José Luis Sánchez, el escultor de renombre internacional fallecido en 2018, que recordaba así en 2004 al que fuera su profesor en una conferencia: "La memoria me conduce a su figura, su aspecto como de pintor impresionista, con el caballete plantado ante la naturaleza [#] en una transposición mesetaria de los grandes artistas franceses de finales del siglo XIX, plantados ante el paisaje para trasladarlo a nuestros sentidos a través de sus sentimientos, de sus impresiones".
Pero además, por otros testimonios recogidos, al pintor se le consideraba una especie de patriarca. La familia tenía una casa de campo a las afueras de Almansa, y le gustaba pasar tiempo allí con sus hermanos y sobrinos. Pintaba para ellos, para los parientes y amigos, pero también realizaba encargos. En 1930 recibió el título de Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII. Incluso se sumergió en política: en 1931 fue elegido concejal por el partido monárquico Al servicio de Almansa. Cuando estalló la Guerra Civil, Sánchez Megías tenía 72 años. Le encarcelaron en el Penal de Chinchilla. Pasó allí unos meses en unas condiciones muy duras de frío, hambre y humedad, sobreviviendo gracias a la ayuda de un preso más joven.
Tras su liberación no volvería a Almansa, sino que se marchó con su mujer a Cocentaina, Alicante. Un amigo, también fabricante de calzado, les acogió como si fueran familia. Allí, el pintor viviría una época de alta producción, sobre todo de retratos. Al acabar la contienda, ahora sí, regresó a Almansa. Pero ya agotado, sin fuerzas. En 1942, se le otorgó la medalla de Caballero de la Cruz de Alfonso X. Murió tres años después, en 1945. Tenía 81 años. La familia recibió una carta de pésame del duque de Alba. La prensa señalaba que había fallecido un "ilustre artesano en Almansa" y destacaba que era un pintor notable y que una de sus últimas obras fue un retrato del Franco. La familia no sabe dónde está.
No sería hasta los 70 cuando su ciudad natal le pusiera una calle. Y en los 80 le dedicaron una exposición: en el Casino de Almansa, con 20 obras del pintor, junto a lienzos de sus alumnos y otros artistas de la localidad. Hay cuadros suyos en Albacete y algunos de temática religiosa han sido donados por la familia a la iglesia de la Asunción. Muchos de estos fueron pintados en sus escalas en Madrid, donde estudió y copió a los grandes maestros del Prado, recuerda Callado. Justo de donde ahora le han descolgado.
Callado, historiadora del arte y autora de la biografía del pintor que ayudó, a su vez, a la investigadora que destapó el error de Invitadas, aún tiene otro papel en esta historia: llamémosla bisnieta política del pintor. Está casada precisamente con Adolfo Sánchez Martínez, el abogado que hace unos días recibía la llamada con la noticia. De que el bisabuelo, el pintor de la carrera truncada y algunos cuadros extraviados, sale ahora a la palestra por un error. Un error que en Almansa miran con otro prisma: "Si esto ha servido para que se desenrollara un cuadro que llevaba 125 años enrollado, bendita coincidencia".