El artista plástico francés Christian Boltanski, conocido por sus obras polifacéticas y por su experimentación con la fotografía, la escultura y el cine, murió este miércoles en París de un cáncer a los 76 años.
El Centro Pompidou de París rindió en su cuenta de Twitter homenaje a Boltanski al mostrar en un mensaje la "profunda tristeza" por la noticia de su muerte y recordó que le había dedicado en 2019 una de sus últimas grandes exposiciones con una cincuentena de obras que ilustraban sus diferentes etapas creativas y sus "metamorfosis".
La exposición comenzaba con el vídeo de un hombre sentado que no dejaba de vomitar, y que contaba la angustia que había sufrido su familia durante la Segunda Guerra Mundial y en los años posteriores, marcados por el Holocausto. Un elemento fundamental en la obra del artista y que consideraba como su "trauma original", a través del que se desgrana el resto de su producción artística.
Bernard Blistène, director del museo de arte moderno en el Centro Pompidou, en declaraciones para France Presse añadió que Boltanski era un "hombre púdico, un inventor increíble y uno de los mayores narradores de su tiempo".
El artista había nacido en la capital francesa el 6 de septiembre de 1944 -unas pocas semanas después de la liberación de la ciudad del yugo de los nazis- de una madre escritora (Marie-Elise Ilari-Guérin) y de un padre médico de origen judío que había tenido que ocultarse durante la ocupación alemana.
Desde muy joven se introdujo en la actividad artística, inicialmente en la pintura con un estilo figurativo expresionista. Pero en 1968 dio un giro con el abandono de la pintura y se volcó con la experimentación a través de diferentes instalaciones, para las que utilizaba, por ejemplo, grandes muñecas, y también con el cine.
La principal materia prima de su trabajo fueron las imágenes fotográficas que recuperaba de álbumes de familia, pero también en la prensa, muchas veces en las páginas de necrológicas o de sucesos. Su interés por la memoria en sus obras se materializaba en su vida pero de forma imaginaria e ideal.
Reconstituía instantes que había vivido con objetos que no le habían pertenecido, pero que presentaba como si fueran suyos. Esta reconstrucción de la memoria fue la que le atrajo desde su más tierna infancia en el París de la posguerra.