¿Pueden una serie de cuadros contar una historia como si se tratara de una novela por entregas? Puede, y ese era el caso de las series narrativas en el barroco andaluz. El Museo del Prado muestra tres de ellas, de Murillo, Antonio del Castillo y Valdés de Leal, que son "como novelas organizadas por capítulos".
Con esta metáfora explica el comisario de la muestra, Javier Portus, el eje vertebral de la exposición El Hijo pródigo de Murillo y el arte de narrar en el Barroco andaluz que abre hoy en el Museo del Prado hasta enero de 2022.
Una visita sosegada
"Son como novelas organizadas en cinco, seis o diez capítulos, con muchos grados de significación", explica Portus sobre estas series de obras que se ubicaban en salones y oratorios, y que aconseja ver tras "dejar la ansiedad en la puerta" y pasear manera "sosegada".
La serie de Murillo, propiedad de la National Gallery de Irlanda y que fue restaurado recientemente con el asesoramiento del Museo del Prado, es la estrella de la exposición.
En ella, el pintor andaluz —uno de los artistas del momento— despliega todo su registro para contar la historia de un hijo segundón que, tras arruinarse, vuelve al seno familiar y consigue el perdón.
En los seis cuadros que lo integran se puede apreciar el "dominio de los gestos", la magnífica puesta en escena y los numerosos detalles, típicos del universo de Murillo. La serie, advierte Portus, "ha llegado milagrosamente" a nuestros días "sin dispersarse".
Para acompañar la puesta de largo de la serie en el museo madrileño se han escogido otros dos ejemplos de la misma época, de otros dos relevantes pintores del barroco andaluz: Antonio del Castillo con La historia de José en Egipto; y otra de Valdés de Leal, dedicada a la vida de San Ambrosio.
El caso andaluz
Contar historias a través de un conjunto de imágenes es algo bastante común en la historia del arte -desde el Románico, hasta los retablos de iglesias- pero la particularidad del panorama artístico andaluz del siglo XVII es destacable. "Lo que singulariza el caso andaluz respecto a otras tradiciones —argumenta Portus— es la frecuencia con que este tipo de obras aparecen en colecciones particulares y además están hechas por artistas locales".
El museo ha tratado de montar las series con el mismo "orden, claridad y secuencia" con que se hubiera mostrado en las casas particulares de los coleccionistas que las encargaban, y que dan cuenta de lo "sofisticado" del público andaluz de la época.
Las series estaban pensadas para zonas principales de la casa, con lo que no es difícil imaginar al propietario de una casa enseñándolo y "comentando coralmente la historia".
La serie de Antonio del Castillo, "un gran dibujante y paisajista", tiene un fuerte elemento narrativo. Está integrado por seis cuadros, en los del artista suele enfrenar al individuo con la masa. "Crea una adicción muy clara, que ayuda a seguir la historia", señala Portus.
La de Juan Valdés, sobre la vida de San Ambrosio, está integrada por siete obras, aunque solo se muestran cinco, y es "más difícil" que sus dos colegas, pero entre las tres hay muchas similitudes. "Son tres estilos pictóricos, tres maneras de narrar muy personales", señala Portus.
Investigación
La muestra forma parte de una investigación realizada por el museo y liderada por Portus, que también es jefe de conservación de pintura española hasta 1800 de la pinacoteca.
El enfoque ha sido bastante atípico, en vez de centrarse en el estilo o la técnica, el objetivo era arrojar luz sobre los espacios de sociabilidad y las costumbres de la época, como la gastronomía, o el diseño de interiores. "Es una exposición muy querida, uno de esos proyectos que solo el Prado puede hacer", ha señalado Andrés Úbeda, director adjunto de conservación e investigación de la pinacoteca.