El extraño pacto entre Kirk Douglas y Franco para rodar 'Espartaco' en España
- 8.500 militares españoles actuaron como soldados romanos o rebeldes. El dictador solo pidió que ninguno "muriera en la película".
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El autor estadounidense Howard Fast fue encarcelado durante tres meses en 1950 por prestar apoyo al Joint Anti Fascist Refugee, un grupo que ayudaba a los refugiados republicanos de la Guerra Civil española. Era la época de la caza de brujas en EEUU y el Comité de Actividades Antiamericanas lo envió a prisión tras negarse a revelar las identidades de sus compañeros. Allí, entre rejas, escribió la historia del esclavo tracio que se sublevó en el año 73 a.C. contra la República Romana: Espartaco.
La novela llegaría a manos del actor y productor Kirk Douglas, quien la convertiría en una auténtica superproducción. Pero además de ocupar un cajón privilegiado entre las obras maestras del cine, Espartaco (1960) fue la punta de lanza de Hollywood para desafiar al clima opresor del macartismo al colocar en los créditos el nombre de Dalton Trumbo, el guionista oculto detrás de seudónimos para combatir la invisibilidad laboral que le suponía engrosar la lista negra del Comité de Actividades Antiamericanas.
Douglas contrató a Trumbo, que había pasado por la cárcel, porque consideraba que era el mejor guionista de películas en aquella época. Bajo el sobrenombre de Robert Rich había ganado el Oscar en 1953 al mejor argumento con Vacaciones en Roma; tres años más tarde volvería a repetir galardón con El bravo. Sin embargo, el nombre de Trumbo nunca se inscribió en las estatuillas. El suyo era un éxito silenciado. "Él era una especie de pararrayos de la división del país", escribiría Douglas años más tarde en su libro Yo soy Espartaco. Rodar una película, acabar con las listas negras (Capitan Swing).
En cuanto a la dirección del filme, el actor y productor reclutó primero al veterano de westerns Anthonny Mann, a quien tuvo que despedir tras tres semanas de trabajo por las presiones del estudio. Stanley Kubrick, con 31 años, se convirtió en el director más joven en comandar una superproducción épica de la talla de Espartaco, que tardó 14 meses en rodarse y costó 12 millones de dólares, más del doble de lo previsto.
Una relación tormentosa
La relación de Douglas y Kubrick durante el rodaje de la película fue bastante tensa, con encontronazos habituales tras los que nunca volverían a colaborar. En el citado libro el actor revela que en un momento donde el nerviosismo entre ambos se había precipitado, se llevó al director a una cita con su psicólogo, Herbert Kupper. La sesión no fue demasiado fructífera, pero Kupper recomendó a Kubrick la lectura de la novela alemana Tramnovelle, que cuarenta años más tarde sería el embrión de su última película, Eyes wide shut. "Era un tipo difícil, pero un gran director", confiesa Douglas en sus memorias.
Buena parte de las escenas más épicas que componen Espartaco fueron rodadas en España a finales de 1959, en varias localidades de Guadalajara y Madrid, sobre todo en Comenar Viejo, que se revela como el punto neurálgico de la filmación. En esta zona se grabaron secuencias del campamento de entrenamiento del ejército esclavo en el Vesubio, la vía de los crucificados o la batalla final en la que el general romano Craso sofoca la revuelta de los esclavos comandada por Espartaco.
Para representar una multitudinaria batalla que enfrentaba a miles de soldados había que contar físicamente con toda esa gente, no existían los efectos especiales ni la multiplicación digital. Además de utilizar a los habitantes locales como extras, Douglas y Kubrick tuvieron que recurrir a militares del Ejército español para dotar a la película de un carácter más grandioso. Solo había que cumplir un extraño requisito de su general, el caudillo del régimen.
Así lo narra Kirk Douglas en Yo soy Espartaco: “El generalísimo fascista Francisco Franco ordenó a su ministro de Defensa cancelar el proyecto cuando nuestro equipo ya había llegado a Madrid. Tras una serie de negociaciones frenéticas —que, según me enteré posteriormente, incluyeron un pago en efectivo realizado directamente a la organización benéfica de la esposa de Franco—, el rodaje volvía a ponerse en marcha".
Y continúa: "Contratamos a 8.500 soldados españoles, a los que pagábamos ocho dólares diarios, para que representaran el papel tanto de soldados romanos como de esclavos rebeldes. La única orden categórica que dio Franco fue que no se autorizaba que ninguno de sus soldados muriera en la película. No es que le preocupara mucho su seguridad, simplemente no quería que nosotros hiciéramos que pareciera que moría. Orgullo español. Aceptamos la condición autoglorificadora de Franco, y Kubrick rodó unas secuencias extraordinarias”.
La batalla se grabó concretamente y durante once días en la Dehesa de Navalvillar. Teddy Villalba, uno de los ayudantes de producción de Kubrick, recordaba así, en un relato recogido en el portal Colmenar Viejo, tierra de cine, las dificultades de la empresa: "Una vez terminaba la filmación todas las tardes, en un bloc de cuartilla, López Rodero [otro ayudante], Kubrick y yo planificábamos la acción como si estuviésemos jugando a los barcos, señalizando por números y colores. Con banderas, en el rodaje dábamos instrucciones, no había radio y las que había entonces eran inmensas. Lo que era siempre importante para coordinarlo y rodarlo era tener una torre muy elevada de unos nueve metros de altura, inmensa, preparada para soportar el peso de cámaras y equipo, lo cual hicimos”.
Espartaco alcanzaría cuatro premios Oscar y recaudaría 60 millones de dólares, además de entrar en el Olimpo del cine como una de las grandes películas de la historia. Su intrahistoria tampoco carece de épica.