‘Infiltrados en el KKKlan’: Spike Lee se ríe de la extrema derecha (y de Trump)
- El director vuelve a la senda de su mejor cine con esta comedia negra sobre un policía infiltrado en el Ku Klux Klan.
- Con este filme ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes y le coloca en el camino a los Oscar.
- Spike Lee: "Estoy a favor de la independencia de Cataluña".
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Andaba Spike Lee un poco perdido en los últimos años. No encontraba la tecla de su mejor cine, y sus filmes se quedaban en buenas intenciones no rematadas. Detrás de sus historias siempre está la necesidad imperiosa de denunciar algo, de hablar de la sociedad actual, y especialmente del racismo que impera desde sus primeras películas.
Quién sabe si tener un presidente negro le había domesticado un poco, porque ha tenido que llegar Donald Trump y revolverle las entrañas para que vuelva a entregar una gran película. La llegada del republicano a la Casa Blanca, sus políticas xenófobas y su impunidad llevaron al director a coger la vida de un policía negro que se infiltró en el Ku Klux Klan y convertirla en una película puñetazo a la derecha más radical.
En su camino se cruzó, además, el productor Jordan Peele, que el año pasado triunfaba y se paseaba por los Oscar con una de las películas que mejor han capturado el momento actual y lo que ha ocurrido para que Trump llegue al poder, Déjame Salir. Aquel filme usaba el terror como radiografía demoledora de una izquierda progre y elitista que viven desconectados de lo que le pasa a las clases obreras, y que son tan racistas como la derecha.
Peele ha producido Infiltrados en el KKKlan, y su encuentro no podía haber sido más fructífero. Se ha reconciliado con la crítica -se llevó el Gran Premio del Jurado en Cannes- y hasta suena como una de las favoritas en los próximos Oscar. Lo han conseguido apostando por la comedia negra más política y directa. La historia, ambientada en los años 70, sirve para hablar del presente, del auge de la extrema derecha. Lee se dedica a ridiculizar y atacar al Klan, y de paso a Donald Trump, mostrando al líder de la banda racista como un trampantojo del presidente.
La sutileza se la dejan en casa, pero no engañan a nadie. Desde el minuto uno se ríen de la veracidad de su historia y apuestan por el puñetazo más satírico con la mano abierta. Para marcar más el tono paródico el filme apuesta por las formas del blaxploitation que triunfó en aquella década.
Pero a pesar de las risas y la diversión, la misión de Spike Lee es hacer política, y por si su mensaje no era suficientemente obvio se marca un epílogo con imágenes documentales de la marcha de Charlottesville y el asesinato de Heather Heyes. Una coda innecesaria, que choca con el tono de la película y que subraya lo ya subrayado en la comedia. Él dice que se sintió obligado, que era imprescindible poner esas escenas al final, y uno entiende que el director no busca hacer la película perfecta, sino la que remueva más conciencias.
Y además…
El propio director de la película hablaba del filme con EL ESPAÑOL. Mencionaba su interés por la independencia de Cataluña, pero también contaba cómo Hollywood había sido permisivo con el racismo durante décadas y los filmes debían ser políticos y no escaquearse.
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