Robert Guédiguian, cineasta: “La patria francesa me da igual, es una cosa vieja”
El cineasta galo estrena 'Que la fiesta continúe', un filme luminoso construido a partir de una tragedia, el derrumbe de tres edificios en Marsella.
25 julio, 2024 01:01Con Que la fiesta continúe, Robert Guédiguian (Marsella, 1953) ha recuperado el buen humor que parecía haber perdido en aquella oscura disección de la Francia ultraliberal que era Gloria Mundi (2019).
Tras su paso por África para rodar la romántica y vitalista Mali Twist (2022), regresa a su escenario predilecto, la Marsella obrera y multicultural, para construir un filme luminoso a partir de una tragedia: el derrumbe de tres ruinosos edificios en la céntrica calle Aubagne, donde murieron ocho personas.
“Esto generó dos cosas: una corriente de solidaridad entre los vecinos y la unión de la izquierda local en la coalición Primavera Marsellesa”, recuerda el director. “Una mujer de este nuevo partido, Michèle Rubirola, acabó siendo la alcaldesa casi contra su voluntad, porque no quería el puesto, y Rosa, la protagonista de Que la fiesta continúe, está inspirada en ella”.
Lo que Guédiguian no podía esperar es que el experimento de Primavera Marsellesa se repitiera a nivel nacional con el Nuevo Frente Popular que ha frenado a la ultraderecha de Le Pen en las recientes elecciones legislativas.
Pregunta. ¿Era la película una manera de dar un toque a la izquierda?
Respuesta. Sí, porque la situación de la izquierda siempre ha sido kafkiana. Los partidos progresistas tienen programas prácticamente idénticos, pero cada uno de ellos solo piensa en su propia supervivencia. Si se unen o si surgen vías alternativas, no me importaría que desaparecieran los partidos tradicionales de izquierdas como los ecologistas, los comunistas, Francia Insumisa o los socialistas. Creo que ese es el éxito de la extrema derecha, funcionar como una alternativa a los partidos tradicionales.
P. Por el filme circulan todos los temas que han marcado su carrera: el amor, la política, las raíces armenias, la conciencia obrera, Marsella...
R. Sí, es como si hubiera abierto al espectador mi diario íntimo y le hubiera expuesto mis preocupaciones. Lo complicado fue encontrar un hilo conductor que hiciera avanzar el relato con fluidez. Al final, ese hilo es la historia de amor de Rosa, que es lo único que cambia en la película. Todo lo demás queda exactamente igual. Siempre hace falta un hilo, por delgado que sea.
La acción colectiva
P. Este filme contrasta poderosamente con Gloria Mundi, una película oscura y pesimista. ¿Por qué ese contraste entre una y otra?
R. Con Que la fiesta continúe intentaba hacer una película alentadora, que mostrara la necesidad de la acción colectiva. Pero esa acción colectiva no puede estar orientada a salvar el mundo, porque es una tarea tan inmensa que nos puede desanimar, sino a cosas concretas como arreglar un hospital, dar cobijo a los necesitados, ayudar a los inmigrantes… Gloria Mundi mostraba lo contrario, la desesperación absoluta de personas abrumadas y alienadas y la destrucción de los lazos familiares. Al final, creo que hay dos tipos de películas: las comedias, que predican con el ejemplo, y las tragedias, que simplemente constatan los hechos. Para mí lo ideal sería ir alternando entre unas y otras.
P. Hay un poderoso alegato contra la xenofobia en el filme. ¿Es necesario en la Francia actual?
R. Sí, absolutamente. Desde los años 50 la ciencia sabe que genéticamente todos somos iguales. A mí incluso me molesta la idea de las fronteras, me resulta desagradable. Me interesa la formación de la patria, que el pueblo se ponga en marcha y se una, como en la Revolución francesa. Pero 200 años después la patria francesa me da igual, es una cosa vieja. Lo que sí me atrae es el concepto de identidad, que para mí es una cuestión literaria, filosófica, poética.
P. Parece que ha puesto un mayor cuidado en la puesta en escena en este filme…
R. Siempre digo que la puesta en escena no debe notarse, porque una imagen te puede impresionar, pero nunca te debe hacer pensar dónde está colocada la cámara. Eso no quiere decir que no haya puesta en escena. Por ejemplo, en las escenas de noche, cambiamos toda la iluminación de las calles. Creo que inconscientemente queríamos acercarnos al musical.
P. Más de 20 películas en su trayectoria. ¿Qué importancia tiene rodar en su vida?
R. El rodaje para mí es el placer máximo. Es una transubstanciación, el momento en el que el verbo se hace carne. La clave es que nunca ensayamos. Por eso, lo imprevisto se acota a los actores, pero casi siempre me sorprenden para bien. Es raro que la alquimia no funcione.