Pablo Messiez, el director de teatro que todos desean
El responsable de 'La piedra oscura' reestrena 'La distancia' en El Pavón Teatro Kamikaze y prepara nueva obra.
20 octubre, 2016 01:03Noticias relacionadas
No le paran por la calle para pedirle autógrafos. Los fans no se amontonan para hacerse una foto con él ni ha dejado de coger el transporte público para moverse por Madrid, pero sin embargo Pablo Messiez se ha convertido en poco más de un año en la estrella del teatro en España. La diferencia de repercusión entre el cine y la escena española está clara. Si uno muestra a una persona al azar una fotografía de Bayona todo el mundo le reconocerá, si hace lo mismo con una instantánea de este director nacido en argentina y afincado en España descubrirá que casi nadie sabrá de quién se trata.
A pesar de eso Messiez es, actualmente, el hombre al que todos desean. Los teatros públicos, los privados, el off madrileño, las grandes salas… todos quieren tenerle en sus filas, y él se deja querer y toca todos los palos. La semana que viene estará en El Pavón Teatro Kamikaze con La distancia, basada en una novela de Samanta Schweblin (del 1 al 13 de noviembre) y justo después saltará a las Naves del Matadero con Todo el tiempo del mundo (del 24 de noviembre al 18 de diciembre). Una obra con tintes autobiográficos para la que ha usado hasta una foto de su abuela en el cartel.
El nombre de Pablo Messiez comenzó a sonar con fuerza gracias el éxito de La piedra oscura, con la que arrasó en los Premios Max y de la que ahora se prepara una versión cinematográfica que estará bastante alejada de la esencia del fenómeno teatral del año pasado. Una obra que sigue colgando el cartel de no hay entradas y por la que su nombre suena en todas las quinielas para dirigir alguno de los teatros públicos de Madrid.
¿La distancia surge como un proyecto personal o como un encargo?
La novela la leí yo, pero es una especie de encargo que me hacen las chicas, María Morales, Luz Valdenebro y Estefanía de los Santos. Habían fundado una productora y querían hacer su primer proyecto conmigo. Las tres me encantan y justo tenía tiempo y dije que sí. Ahora hace un tiempo que no hago encargos, pero este no lo sentía así, era un deseo, un regalo que me hacían y me dieron libertad paras elegir el material. Justo había leído la novela de Samanta y me había parecido alucinante, la leí de un tirón, y me encantó el manejo de la intriga y cómo se mete en un tema muy delicado sin hacer panfleto, me pareció muy bueno hacerlo en un teatro. Se lo propuse y les encantó.
La novela toma como base las intoxicaciones por pesticidas que ocurrieron en unos pueblos de Argentina, de donde es usted, no sé si investigó mucho sobre esta situación.
Muy poco, un poquito porque me daba intriga y vi unos vídeos desoladores y dolorosos. Fue suficiente. Normalmente si trabajo un material que tenga que ver con la realidad no hago un trabajo muy profundo de investigación. Me pasó con la Guerra Civil y La piedra oscura, creo que si la obra es buena todo lo que tiene que decir está dentro, trabajo con el material que tengo en vez de irme en derivas por los temas que toca.
No me interesa para nada la gestión de un espacio público, me parece un trabajazo. Quita demasiado tiempo. Yo no podría porque soy muy obsesivo y no tendría tiempo para dirigir
A sus trabajos le suelen poner la etiqueta, y más en esta obra, de 'Realismo mágico', ¿le gusta o le cansa?
Me da igual, no me gusta ninguna etiqueta. El realismo mágico como género no es de lo que más me interesa. El de García Márquez sí que me gusta, pero por ejemplo Como agua para chocolate o Isabel allende y otras derivas ya no tanto. Pero es normal, yo también lo hago con las obras de otros, digo: 'se parece a esto'. Entiendo a qué se refieren, pero creo que es que la expectativa genera la experiencia. Lo que uno espera encontrar es lo que acaba encontrando en gran medida. La expectativa condiciona de algún modo la mirada.
¿Este exceso de trabajo es la consecuencia del 'boom' de La piedra oscura?
Sí, precisamente eso trajo también la posibilidad de perderme en el deseo de los otros, me decían por qué no diriges esto o lo otro… La distancia también es un volantazo para poder trabajar tranquilo, porque yo podía haber seguido en esa línea, pero me gusta que el vínculo no se cristalice, preguntarme qué voy a hacer ahora. Lo que trajo es un reconocimiento que hace que sea mucho más fácil trabajar.
¿Te consideras el director teatral más deseado?
No. Por los actores sí que lo noto. Siento ese afecto, la gratitud… pero por los espacios públicos no. Me lo tengo que currar.
¿A pesar del éxito?
Sí, para hacer lo que yo quiero, sí. Por ejemplo, mi texto de ahora no hubiera podido hacerse sin el apoyo de Jordi y de Kamikaze. Llevo queriendo hacer esta obra dos años.
¿Cómo valora iniciativas como la de Kamikaze de gestionar un teatro privado y de repertorio?
Lo celebro y lo quiero apoyar. Es muy valiente… me encanta, ojalá en un futuro pueda hacer algo así.
¿Le llama la atención dirigir un teatro?
No particularmente. Sí crear un lugar de entrenamiento. Me encanta dar clases y eso sí que tengo ganas desde hace tiempo, tener un lugar en el que entrenar y a la vez mostrar esos trabajos, eso es muy argentino. Que la obra no sea sólo un resultado sino muchas cosas que se han ido probando.
Con tanto movimiento que ha habido en Madrid en la dirección de teatros, ¿no le han tentado con estar al frente de alguno?
No, todo el mundo me preguntó si me iba a presentar, y eso sí que no, no me interesa para nada la gestión de un espacio público, me parece un trabajazo. Trabajé en el festival internacional de Buenos Aires tres años y la gestión quita demasiado tiempo y hay que darle la vida. Yo no podría porque soy muy obsesivo y no tendría tiempo para dirigir.
El concurso público es como la democracia, un mal necesario. Si tengo que elegir entre las dos, con todo lo que me parece de horroroso, burocrático y arbitrario, esto es el mal menor
¿Es usted partidario de la selección de los directores mediante concurso público o mediante elección directa?
Son las dos horribles, es un problema. Eso es un problema. Claro, si a mí no me gusta el criterio de quien elige a dedo me molesta, pero si me gusta digo: 'anda mira qué bien', y eso no puedo ser. El concurso es como la democracia, el mal menor, un mal necesario. Si tengo que elegir entre las dos, con todo lo que me parece de horroroso, burocrático y arbitrario, esto es el mal menor. Si se puede hacer un equipo lo más plural posible, que estudie las propuestas… creo que es lo más cercano y parecido a la justicia democrática.
Todo el tiempo del mundo se presenta en Matadero, cuya gestión pertenecía a Juan Carlos Pérez de la Fuente, que fue cesado por el Ayuntamiento de Madrid. ¿Le ha afectado estos cambios?
Sí, de hecho me enteré muy tarde de que sí que se hacía la obra.
¿Estaba contratada por Pérez de la Fuente?
No. La obra se la había presentado a Pérez de la Fuente hace un año, pero no tenía noticias así que imaginaba que no la querían, pero después salió un hueco que había y no me lo podía creer. Ya me había pasado con las palabras de Natalio Grueso que me había dicho que sí, él sí me dijo que sí, y al final fue que no… Yo tenía muchas ganas de estrenar algo en Matadero y por suerte se han dado las condiciones ahora.
Si hay 40.000 euros en la mesa, cantidad que a mí me parece un montón, para resolver lo de Pérez de la Fuente, es que no era un problema de ideas, sino de dinero
No sé si cree que el hecho de que hayan pasado estas cosas y estemos hablando de ello es porque el teatro se ha convertido en un arma política.
A mí me parece muy bien que me estés preguntando esto y que la política se interese por el teatro, sobre todo el teatro público, porque es una cuestión política que atañe a decisiones políticas. Lo que hay que ver es cómo se gestiona. Si estamos en un gobierno democrático, el modo en que se llevan a cabo las decisiones tiene que ser democrático. Está ahí el tema de si era legal el despido de Pérez de la Fuente… yo lo primero que digo es que me parece un horror el modo en el que se le trató y se le cesó.
Ahora ya lo arreglaron, que también me parece un poco feo, porque había una discusión de ideas y ahora resulta que es una cuestión de dinero, es un cambio de eje del que nadie habla. Todo el mundo dice que el Ayuntamiento reconoció que se equivocó, pero eran los dos los que estaban reconociendo algo. Si tiene que entrar el dinero para arreglar las cosas… porque no es que alguien haya cambiado de opinión, es que acordamos esto y me das esta pasta y se acabó... No me creo que nadie haya cambiado de opinión. Si hay 40.000 euros en la mesa, cantidad que algunos dicen que es poco pero que a mí me parece un montón, para resolver una cosa es que no era un problema de ideas.
¿Echa de menos el teatro off?
Para mí es igual. Esta obra que estamos ensayando ahora la ensayamos también el año pasado un mes, luego paré para seguir escribiendo y luego otra vez ensayos, eso todo gratis, sólo porque queríamos hacerlo. Busco la manera de seguir trabajando de la misma forma que a mí me interesa y dentro de las condiciones que me pueda dar quien produzca en cada caso, también busco juntarme con gente que crea en esto y que suscriba esta forma de trabajar.
Justo en los años en los que usted ha arrasado la venta de entradas teatrales ha caído en picado.
Yo he tenido bastante suerte en cuestión de asistencia, salvo algún día rarísimo el apoyo ha sido constante, pero no me extraña que la gente vaya menos al teatro, es algo difícil, es caro y la experiencia es de riesgo.
¿Entonces cree que el problema es el precio de la entrada?
El problema para la clase media, y de ahí para arriba, nunca es el dinero. Es el hábito, el deseo, el interés… si te vas a gastar en una copa diez euros no me puedes decir que es caro una entrada por 20, punto. Ya está. El placer que te da la copa es distinto al que te da el teatro y no pasa nada. A mí no me gusta esta cuestión paternalista de la importancia del teatro, para algunos sí la tiene y para otros no, y ya está. Que cada uno vea lo que le apetezca, pero que no me digan que es caro.
El problema para la clase media, y de ahí para arriba, nunca es el dinero. Es el hábito, el deseo, el interés… si te vas a gastar en una copa diez euros no me puedes decir que es caro una entrada por 20
¿No cree que debería haber también más políticas de promoción del teatro más allá del Rey León en la Gran Vía?
Sí, claro, y evidentemente no es la prioridad de este Gobierno. Ni el teatro ni la cultura, eso lo pone todo mucho más difícil. Hay que hacer un cambio personal e intentar saber por qué la gente elige una cosa u otra.
¿Y los creadores, más allá de vuestras obras, qué podéis hacer?
Estar alerta y reclamar al poder, como se está haciendo ahora con el IVA, porque digo que el problema no es del dinero, pero un IVA así es tremendo, es todo muy complejo. Debemos estar alerta y reclamar la atención que merece el teatro a las instituciones.