"El Teatro Real tiene memoria". Según Joan Matabosch, su director artístico, un teatro sólo puede proyectarse en el futuro con una base sólida. En la presentación de Aída, que se estrena el 7 de marzo, Matabosch podría haber dicho que el Real tiene también obras de repertorio, que vienen a ser el fondo de armario que, sin ser novedades, todos los teatros programan con asiduidad en combinación con las producciones más vanguardistas.
Aída, con puesta en escena del argentino Hugo de Ana, inauguró la segunda temporada del Teatro Real en 1998, pero desde entonces no se ha vuelto a representar el clásico de Giuseppe Verdi, algo que para el director artístico es "único en el mundo". ¿Cómo un teatro de ópera puede pasar dos décadas sin visitar una de las óperas más famosas de la historia? La pregunta todavía tiene más difícil respuesta cuando se constata que, antes de 1925, cuando el Real cerró sus puertas como teatro de ópera, era de las más representadas.
"No es una pieza de museo rescatada de un altillo de nuestra casa", ha destacado Hugo de Ana durante la presentación de la reposición, originalmente una coproducción con la Lyric Ópera de Chicago y el Teatro Municipal de Santiago de Chile que se ha adaptado para volver a ponerla sobre las tablas. Para el director de escena, el cambio en el mundo de la ópera es evidente desde hace 20 años, porque los tiempos de ensayo y de producción son mucho más "apretados".
Esta Aída cuenta con la dirección musical de Nicola Luisotti, un maestro habitual en el foso madrileño, y con voces como Violeta Urmana, Liudmyla Monastyrska o Gregory Kunde, y se representará con tres repartos diferentes en 17 funciones, casi cada día hasta el 25 de marzo.
"Musica clásica para los que odian la música clásica"
"Todo el mundo conoce la marcha triunfal. Hasta mis gatos, cuando la oyen, vienen", dice Luisotti. Aída es "música clásica para los que odian la música clásica", según decía Terenci Moix y recuerda el director artístico en el programa de mano.
Pero Aída tiene un fondo dramático que De Ana y Luisotti aseguran reivindicar: la intimista, la psicológica y religiosa. "El poder religioso siempre está por encima del político", según De Ana. Al mismo tiempo, a lo largo de toda la obra se exploran asuntos más mundanos, como el amor romántico o la rivalidad femenina. "Psicológicamente, hoy por hoy, tanto Aida como Amneris existen. La rivalidad femenina existe. Existe la rivalidad política de una mujer con otra y el hombre como objeto de deseo", según él.
Las representaciones son un tributo al tenor cordobés Pedro Lavirgen, célebre en España e Italia durante los años 60 y 80 del siglo pasado, que no pudo cantar en el Teatro Real, ya que cuando se reabrió como teatro de ópera, en 1997, ya encaraba el final de su carrera.
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