Nancho Novo debutó como actor en Mérida, en 1983, y ahora regresa al templo como autor de un Ben-Hur cómico y con destellos feministas. “Hasta las piedras me emocionan”, dice, “y ya ha llovido”. Es el día del estreno y anda tintineante como una cucharilla en el café. Sabe que ir al teatro es revolucionario. Sabe que es posible hacerlo rentable, pero cree que España se equivoca en el enfoque, “y mira que Ernesto Caballero es buen amigo mío”. Sabe que casi nadie conoce que él escribe, pero lo hace desde bien niño, y trata de clavar pluma en papel sin moralinas, con respeto por la historia y con estupefacción ante el mundo.
Se trataba de no perder ese interés, aunque el tiempo pese y ciertos ciclos se vayan cerrando. Tenía 17 años cuando murió Franco y ahora será exhumado. El país es otro, el sexo también. “Ahora la bisexualidad es trending topic, y los jóvenes han perdido algo de morbo”, desliza, sonriendo, mientras el diastema resiste. Nunca fue un canallita, recuerda, sólo un tipo aficionado a los bares. Ya tampoco los cierra. Se le han caído casi todos los mitos -hasta San Agustín- y es el momento perfecto para airear las escrituras sagradas e insuflar humor en la 64 edición del Festival.
¿Qué puede hacerse para que Mérida sea tan visitada como Netflix?
(Risas). Pues si metiésemos el Festival de Mérida en una pantalla, sería tan visitado como Netflix. La gente sólo quiere móviles ya. La gente acabará viajando sólo por Google Maps. Dirán “ya he visto el mundo y encima no he tenido que soportar que nadie me robe por la calle”. No sé a dónde vamos a llegar, pero seguro que viajar acabará siendo algo virtual: te meten en una camilla con unos electrodos… y ya has estado en Egipto.
¿Por qué el espectador mayoritario se pierde la experiencia física de las ficciones y se acomoda en el sofá?
Por comodidad. La comodidad que te da una pantalla, que te lo da todo masticado y hecho. Eso nos toca una fibra muy personal de todos que es la de la seguridad, el estar en nuestra casa. Luego está la gente con espíritu aventurero a la que esa seguridad se la repampinfla.
Lo revolucionario ahora es ir al teatro.
Sí, lo revolucionario siempre es moverse, ir a los sitios, conocer con tus propios ojos. El cine puede que muera, pero el teatro no. Quiero decir: el ir al cine, el comprarte palomitas, todo esto, ver una película con tu novia o tu novio… ahora puedes hacerlo en casa y tener una pantalla de no sé cuántas pulgadas con una calidad exquisita. Pero el teatro no morirá nunca, porque el actor que te escupe en la cara, que lo ves, que te respira, que cada día va a hacer una función diferente… yo creo que la gente sigue necesitando verlo.
¿Cómo se pasa de ser actor a autor?
Llevo haciéndolo toda la vida, desde que estudiaba Teatro ya escribía. A veces mi maestro me decía que era disperso, pero es mi naturaleza… no sé. Me gusta contar historias, a veces desde dentro mi esqueleto y otras que alguien ya ha escrito. Es un pulso natural. Me doy cuenta de que uno de mis temas favoritos es la contradicción humana.
¿Cree que España necesita una obra que se llame Exhumación y hable de Franco y del Valle de los Caídos?
A lo mejor no necesariamente hablando de lo que ha pasado aquí. Te lo digo porque tengo en la cabeza un proyecto, una obra de un escritor rumano que habla de eso: La palabra progreso en boca de mi madre resultaba tremendamente falsa. Habla de la memoria histórica, habla del daño que hacen las guerras y las secuelas que dejan las guerras en las poblaciones. Habla de los muertos enterrados bajo capas de tierra y capas de muertos, que nunca serán recuperados. En España nos atañe porque nos pasó, y porque nos pasa, pero esta obra en concreto está más inspirada en los Balcanes. Por supuesto hay que hablar de esas cosas.
¿Sería posible hacer una comedia de enredo en este momento, sensible para algunos, sobre Franco?
Claro. Se puede hacer una comedia de enredo sobre todo. Hay temas difíciles de tocar, pero se puede hacer humor sobre cualquier tema, hasta sobre el más escabroso. Hacer humor sobre un velatorio es jodido, pero hay grandes películas que lo han hecho. Se puede hacer humor sobre la violencia de género. Se puede hacer una historia que conciencie a la gente sobre la gravedad de la violencia de género y que el vehículo con el que se cuente sea humorístico. Hay que saber hacerlo. Yo no sé si sería capaz, pero imagino que hay gente capaz y con ingenio.
¿Hay que estar muerto para ser considerado un buen dramaturgo?
Es el consuelo que nos queda a los que en vida no hemos triunfado (risas). Pienso: “He escrito nueve comedias, han sido representadas algunas, las ha visto poca gente, casi nadie sabe que escribo… quizá cuando me muera, sí”.
¿Crees que las obras clásicas deben revisarse para adaptarlas a tiempos modernos? Un Don Juan Tenorio, un Romeo y Julieta. ¿Se las puede tratar bajo una mirada feminista o eso sería no respetar el texto?
En mi caso, yo sólo quiero contar historias, no moralejas. Luego uno tiende a hacerse el intelectual y a decir “ah, sí, esta reflexión que propone la obra...”. Pero mi intención en realidad es contar la historia y que el público la interprete a su manera, según su conciencia. Respondiendo a tu pregunta, no creo que haya que ser pudorosos con los autores. Hay que ser pudorosos con el texto. Tú puedes coger el Tenorio y con el montaje y la readaptación cambiar el enfoque, pero lo que a mí no me gusta es cambiar el texto y poner palabras que el autor no ha escrito o cargarse la estructura métrica. Las redondillas son redondillas. Las palabras hay que respetarlas, luego el mensaje que se quiera proponer con esas palabras es otra cosa.
La libertad de expresión vive tiempos duros. Quería preguntarle qué opinión le merece que se eliminasen de Carmen, en el Teatro Real, las escenas en las que los personajes fregaban el suelo con la bandera española o se limpiaban con ella el trasero.
Bueno, hay censuras políticas y hay censuras sociales. Vivimos en la época de la censura de lo políticamente correcto. Tienes que tener mucho cuidado con lo que dices, no vaya a ser que hieras la sensibilidad de alguien. Ahí nos pasamos un poco y esta es una censura social. Luego está la censura política de “oye, no te limpies el culo con la bandera de España porque es un símbolo que a algunos españoles les parece importante”… de acuerdo. Me acuerdo que en la época de Els Joglars, Boadella tuvo que escapar de España por la obra aquella de La Torna, donde no sé qué hacían también con la bandera española… ahí Franco no se había muerto o estaba recién muerto, y acabaron en la cárcel y tal. Hay que entender el contexto político en el que vives. Hoy día, limpiarte el culo con la bandera española en escena no es rebelde, me parece más bien una cosa soez y fea. La escatología no me gusta casi en ningún entorno, ni aunque fuese con papel higiénico.
Pero, ¿no debería ser el teatro lo más libre que hay, no estar sometido siquiera a censura social?
Sí, pero el hecho es que la hay, y no puedes ni fumarte un cigarrillo en el escenario. Tienes que poner: “El cigarro que el actor se fuma es mentira y es no sé qué...”. Eso ya es una censura, y es una gilipollez: que un personaje en escena se fume un cigarro no va a hacer mal a nadie ni va a hacer que nadie se coja un cáncer de pulmón por eso. No, a mí no me gusta la censura de ningún tipo, pero que se limpien el culo y tal no me gusta. ¿Que frieguen el suelo con la bandera de España…? Pues habría que ver qué sentido tiene en el espectáculo y dentro de la dramaturgia. Yo no soy ningún defensor de las banderas, todo lo contrario: son bastantes dañinas para la sociedad, para el mundo y para la Historia. Debajo de una bandera siempre hay un cuartel, y de muchas banderas se hacen mortajas. Se hacen los trajes de los soldados. No me gustan nada.
Dicen que este Ben-Hur es feminista.
Sí, hay un toquecillo. A partir de una reflexión que se nos ocurrió a Yllana y a mí: en la película y en el libro, los personajes mujeres desaparecen de repente y a conveniencia del autor las rescatan al final. A partir de ahí, nos surgió hacer una escena en la que las mujeres reivindican tener más papeles. Y más papel en la sociedad. Todo desde el punto de vista de hace dos mil años. Se pone en tela de juicio por qué hasta las historias de las mujeres las cuentan los hombres, y, según la época, por qué no podían tener dinero propio, por qué en el teatro se sentaban al fondo con los esclavos, por qué no podían salir al escenario… hay un narrador que hace citas sobre lo que dice la Biblia de la mujer. Son citas terribles. Hay una cita de San Agustín que dice: “No sé qué otra utilidad puede tener la mujer que no sea la de tener hijos”. Y ellas: “¡Eeeeh!”. Para que veamos de qué educación venimos.
¿Cuánto tiempo lleva reflexionando sobre las mujeres y qué sabe de ellas que no sabía hace 40 años?
Mira, llevo reflexionando sobre las mujeres desde hace más de 50 años. Siempre he buscado el amor, siempre he buscado una pareja y el ser feliz emocionalmente, y para eso necesito una mujer porque soy heterosexual. Estoy casado, tengo dos hijos, y creo que después de tantos años… sigo siendo absolutamente ignorante sobre la mujer. La capacidad de sorpresa nunca se agota, y me imagino que a vosotras os pasa igual. Supongo que me haces esta pregunta también por El cavernícola.
Exacto.
Lo que intenta El cavernícola es ponerse en el lugar del otro. Ahí hablo sobre cómo éramos en los tiempos de la caverna, y ver cómo eso no ha cambiado más que en las formas. Siempre a través del humor. El hombre se pregunta por qué la mujer es así y la mujer se pregunta por qué el hombre es así. Hay una diferencia cuasigenética, y eso va a ser siempre así.
¿Usted cree que ha sido un canallita?
No, no. Nunca he sido un canallita. También ese es un adjetivo que te pone la gente. Nadie te va a decir “sí, soy un canalla”.
Bueno, hay quien…
Sí, tal vez. Pero yo no soy un canalla, sólo soy un tipo al que le gustaban mucho los bares. Ahora por ejemplo no voy de bares nada, pero durante muchos años sí. ¿Que me gustaba vivir más de noche que de día? Sí. Pero bueno.
¿Está el macho ibérico en peligro de extinción?
Yo creo que el modelo de masculinidad está cambiando paulatinamente. Está cambiando hasta la sexualidad. Intuyo que la gente joven tiene una concepción del sexo diferente a la que teníamos nosotros. Nosotros veníamos de un mundo oscuro. Yo me crié con Franco. Cuando Franco murió, yo tenía 17 años. Así que toda la pubertad, y la parte de descubrir el sexo… estaba muy envalentonada por toda la represión que había. Nos destapábamos de una manera desaforada, a veces una liberación un poco enfermiza. Todo era tan culposo, y tan pecaminoso, y tenía un componente de prohibido… era más morboso. El sexo era más morboso con Franco, pero la gente hoy día, no sé, ha perdido eso. También hay una tendencia ahora a la bisexualidad, que empieza a ser trending topic. Hay que dejar paso (risas).
Escribió usted una novela “guarromática”. ¿Son los hombres más guarros que románticos, o viceversa?
Bueno, creo que no se puede hablar de “los hombres”, porque no somos como las moscas. No somos todos iguales. Igual que no se puede hablar de “las mujeres”. Dicho esto, creo que para las mujeres los hombres somos unos guarros, pero ya no en el sentido moral, sino en el físico de no cuidarnos nada, de dejar las cosas tiradas por ahí… a nivel mental también les parecemos unos guarros por lo que pensamos. Pero no sé. Yo soy un tío muy romántico. Cuando hablo de “guarromanticismo”, hablo de que me gusta la poesía con ese punto de ...¡ah!, un punto impúdico. Es un romanticismo espúreo, preñado de realismo, preñado de idealismo, de ironía poética. El guarromanticismo es que lo cortés no quita lo caliente.
¿Por qué sigue habiendo tantas tetas innecesarias en el cine español? Ahí una escena de lo nuevo de Mariano Barroso, El día de mañana.
Lo importante es que el guion lo requiera. A mí me da igual ver unas tetas, o el culo de un hombre, o la polla… bueno, a lo mejor eso hiere sensibilidades y hace que la gente no vaya al cine. Seguramente el productor dice “deja las tetas ahí que eso me trae 100.000 espectadores”, aunque sean desnudos innecesarios. También te digo: si yo estoy haciendo una película y la actriz me dice “no quiero que se me vean las tetas”, me puedo buscar perfectamente la vida para hacer un plano súperbonito donde no se vea nada. Hay que hablarlo, pactarlo. Se trata del consenso entre los del rodaje. Yo he salido desnudo en escena, en el teatro, completamente desnudo, y lo que más pudor me daba enseñar eran las piernas, porque tengo unas canillas muy flacas. Te lo juro. Enseñar la minga no me ha dado pudor ninguno, sí enseñar las piernas.
¿Qué tal el nuevo ministro de Cultura, Pepe Guirao?
No lo conozco. Sólo espero que no robe.
¿Qué medidas culturales desearía que tomase Pedro Sánchez dentro de las limitadas posibilidades del mandato?
Que potenciase mucho el apoyo de la empresa privada con beneficios fiscales hacia las iniciativas artísticas… dicen que ya hay, pero creo que no hay tantos. Le pegaría un cambio de cara a los teatros nacionales. Se hacen grandes dispendios con montajes que se hacen durante dos o tres semanas y no los ve nadie, sólo una minoría de gente. Los teatros nacionales deberían estar autofinanciados, deberían sacarle rentabilidad a lo que hacen. Tiene que hacerse teatro rentable.
¿Y Matadero?
Es que lo han cambiado, ya no se hace teatro…
Más bien performances.
Sí, otro tipo de… habrá gente que piense que el teatro está fuera de uso, o fuera de moda, o que ya no tiene su sitio. Pienso que se equivocan totalmente. Quizá la gente del teatro hemos hecho poco por cambiarle la cara al teatro, pero no, yo pienso que es mentira: estamos haciendo cosas. Son terrenos pantanosos.