En 1818, la isla norteamericana de Nantucket era una de las capitales de la industria ballenera. De su puerto salían numerosos barcos que sembraron la leyenda que daría nacimiento a Moby Dick, la gran obra de la literatura estadounidense. Pero también ese año nació Maria Mitchell, la primera gran científica de ese país, una de las astrónomas más importantes de la historia y una de las protagonistas de la novela Las calculadoras de estrellas (Destino), escrita por quien firma estas líneas.
Todas las casas de Nantucket contaban con miradores donde las mujeres oteaban la vuelta de los barcos, que llegaban a invertir años en sus rutas por todo el mundo. Pero la joven Maria Mitchell utilizó el de su casa para, junto a su padre, el astrónomo oficial de la isla, conocer todos los detalles del cielo. Perteneciente a la comunidad cuáquera, religión que más tarde abandonaría, aprendió astronomía y geografía bordando globos terráqueos y esferas celestes, como hacían todas las niñas de su religión. Pero cuando era poco más que una adolescente, abrió una escuela (que tuvo que cerrar por aceptar en ella a los hijos de marineros portugueses) y terminó trabajando en la biblioteca de la isla.
Perteneciente a la comunidad cuáquera, religión que más tarde abandonaría, aprendió astronomía y geografía bordando globos terráqueos y esferas celestes, como hacían todas las niñas de su religión
Súbitamente, abandonó el anonimato cuando, en 1847, detectó un cometa nunca antes visto, el hoy conocido como "Miss Mitchell's Comet" o, según la actual nomenclatura, el C/1847 T1). La reivindicación acabó siendo una cuestión de Estado: la carta con el anuncio tardó en salir porque la isla quedó aislada durante días por un temporal, y para entonces había habido otros reclamos en otras partes de Europa.
Además, estaba en juego una medalla ofrecida por el rey de Dinamarca para quien descubriera por primera vez un cometa que no fuera visible a simple vista. Los principales observatorios de Europa se disputaron el reconocimiento, y Harvard acabó involucrándose para que el joven país consiguiera su primer éxito científico. Tras una polémica de varios meses, Federico VII acabó concediéndosela a Maria Mitchell, y ésta se convirtió en una celebridad nacional y la primera mujer en ingresar en las sociedades científicas norteamericanas.
Feminismo y compromiso
Maria Mitchell viajó por toda Europa, donde conoció a muchas de las mentes más importantes del momento, como John Herschel, Mary Somerville o Charles Babbage. Viajó a Roma con Nathaniel Hawthorne, y fue la primera mujer no religiosa a la que se le permitió poner el pie en el Observatorio Vaticano, si bien tuvo que abandonarlo con la puesta del sol. Fue recibida con todos los honores en el imponente Observatorio de Púlkovo, en San Petersburgo, y se convirtió en una embajadora de la ciencia de su país.
Fue la primera mujer no religiosa a la que se le permitió poner el pie en el Observatorio Vaticano, si bien tuvo que abandonarlo con la puesta del sol
A la vez, mantenía un profundo compromiso social, que le llevó, por ejemplo, a rechazar vestir algodón como señal de repulsa hacia la esclavitud. Y desde el principio defendió la necesidad de que las mujeres tuvieran acceso a los estudios superiores, única forma de demostrar que podían estar a la par en las labores hasta entonces reservadas a los hombres. La cumbre de su actividad fue cuando, en 1865, se convirtió en la primera profesora contratada en Vassar College, la pionera universidad de élite sólo para mujeres, construida en Poughkeepsie (Nueva York) por el magnate de la cerveza Matthew Vassar. Allí formó, durante un cuarto de siglo, a varias de las mujeres que irían ingresando en instituciones tan relevantes como el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Durante su estancia en Vassar, su compromiso con los derechos de la mujer fue a más: luchó contra la disparidad de salarios, que establecía que las profesoras cobraran menos porque, como le decían, los hombres tenían que sostener a sus familias. Ese compromiso le llevó, en la década de 1870, a participar en la fundación de la Asociación Estadounidense para el Avance de las Mujeres, y a defender la necesidad de que éstas tuvieran derecho al voto. Aunque rechazaba las posiciones más radicales, creía que difícilmente la situación cambiaría si a las mujeres les era negado participar en la actividad política.
Dejó escrito: "Necesitamos de manera especial la imaginación en la ciencia. No son todo matemáticas, ni todo lógica, sino también belleza y poesía". Y con respecto a la labor de la mujer: "En mis años jóvenes, solía decir '¡cuánto necesitan las mujeres las ciencias exactas!' Pero desde que he conocido a algunos científicos que no siempre atienden a las enseñanzas de la naturaleza, que se quieren a sí mismos más que a la ciencia, digo: '¡Cuánto necesita la ciencia a las mujeres!".
Maria Mitchell falleció en Lynn (Massachusetts) en 1889. Hoy, el observatorio de Nantucket lleva su nombre, como también un asteroide y un cráter en la Luna, y en 2013 Google le dedicó uno de sus doodles. No se espera que su cometa, no periódico, vuelva a visitarnos.