Grace O'Malley, la pirata que le quitó el título de reina a Isabel I
Impuso su ley en las costas de Irlanda y se enfrentó a los ingleses, pero aún así consiguió que Isabel I la recibiese como a una igual.
17 diciembre, 2016 00:53Noticias relacionadas
En julio de 1593, una flota irlandesa consiguió burlar las defensas inglesas y remontar el Támesis. Cuando llegaron hasta Londres, desembarcó quien estaba al mando, y muchos se quedaron boquiabiertos al ver cómo descendía una mujer rica y elegantemente vestida, que se comportaba como una reina. Y como tal acudía a reunirse con Isabel I en el castillo de Greenwich, con la intención de poner fin a las hostilidades que durante décadas las habían enfrentado.
Lo más curioso era que aquella que se comportaba como reina era, también, una fiera guerrera que, a sus 63 años, acumulaba una nutrida carrera de pirata a sus espaldas. Los ingleses la conocían como Grace O'Malley, los irlandeses como Gráinne Ní Mháille, y se había ganado el sobrenombre de "la Calva" porque, según decía la leyenda, ante la negativa de su padre a embarcarla de niña en un viaje a España porque su pelo largo podía enredarse con las cuerdas del barco, no había dudado en cortárselo con sus propias manos.
La llamaban 'La Calva' porque, ante la negativa de su padre a embarcarla de niña en un viaje a España porque su pelo largo podía enredarse con las cuerdas del barco, no había dudado en cortárselo con sus propias manos.
Pero eso había sido hacía mucho tiempo: su melena pelirroja se había convertido en su signo más distintivo, sembrando el terror de los tripulantes de los barcos españoles, turcos y también ingleses a los que abordaba para exigirles tributo por atravesar las aguas controladas por su clan. Merced a unos exitosos matrimonios y a la inteligencia con la que ejercía el gobierno, se había convertido en la auténtica soberana de buena parte de la costa noroccidental irlandesa desde su castillo de Rockfleet, situado cerca de Newport, en el condado de Mayo.
Llegó Isabel
Pero eso había sido mientras la soberanía de los ingleses sobre Irlanda había sido más testimonial que real. Ya Enrique VIII había cambiado de política, porque tras su Reforma no podía permitirse tener frente a sus costas a una Irlanda católica que pudiera aliarse con España, política que siguió su sucesora Isabel. Y aunque O'Malley había tenido algunos gestos hacia los ingleses (como masacrar a los supervivientes de la Armada Invencible que llegaron a sus costas), las hostilidades habían ido creciendo, y en ellas dos de sus hijos y un hermanastro habían caído en manos del gobernador de Irlanda. O'Malley recurrió directamente a la reina inglesa para interceder por ellos y, contra todo pronóstico, ésta accedió a recibirla.
La escena no pudo ser más extraordinaria. En una sala del castillo, rodeadas por la corte de consejeros de Isabel I, dos mujeres se reunieron para decidir la solución de un conflicto que amenazaba la estabilidad de todo el proyecto de la Tudor. Las crónicas dicen que la irlandesa avanzó con toda dignidad, y que se negó a arrodillarse o mostrar pleitesía ante su anfitriona. En lo que a ella concernía, aquél era un encuentro de dos mujeres que se arrogaban el mismo título de reinas de Irlanda. Una versión del encuentro dice que se le detectó una daga a O'Malley, de la que se negó a desprenderse porque declaró que la llevaba en defensa propia. Al parecer, Isabel pidió que se la dejaran.
No fue el último momento de tensión. En un momento determinado, la irlandesa estornudó. Uno de los cortesanos de la reina se adelantó para ofrecerle un rico pañuelo, con el que O'Malley se limpió la nariz para, a continuación, arrojarlo al fuego de la chimenea. El escándalo recorrió a los presentes, pues aquél era un gesto de extremo desprecio. Cuando la reina le preguntó por qué no se había quedado con un regalo tan valioso, O'Malley le contestó que en Irlanda no se acostumbraba guardar cosas sucias entre la ropa limpia. Aquella respuesta divirtió a Isabel, y ambas mujeres se retiraron a continuar la conversación en privado.
Allí se hablaron en latín (O'Malley, por sus numerosos viajes, dominaba varias lenguas, pero no el inglés, e Isabel I no hablaba gaélico), y finalmente se llegó a un acuerdo: la reina liberaría a su familia, retiraría al gobernador que hostigaba las tierras de O'Malley, le devolvería las tierras y ganado robados y perdonaría todos sus crímenes de rebelión, mientras que la irlandesa dejaría de enfrentarse a los ingleses. Pero, al poco tiempo de volver, el pacto se rompió: el gobernador volvió, y O'Malley nunca recuperó lo incautado.
Ya totalmente desencantada, O'Malley se unió a los irlandeses en el levantamiento general contra los ingleses conocida como la Guerra de los Nueve años, entre 1594 y 1603
Ya totalmente desencantada, O'Malley se unió a los irlandeses en el levantamiento general contra los ingleses conocida como la Guerra de los Nueve años, entre 1594 y 1603. Precisamente, ese último año, en unas condiciones, lugar y fecha exacta desconocidas, O'Malley, la legendaria pirata que había sido capaz de dar a luz en un barco mientras se enfrentaba contra una flota turca, murió. Hoy, aquella pelirroja reina no coronada de Irlanda es uno de los símbolos de la lucha por la independencia de la isla, y ha inspirado canciones, relatos e, incluso, un musical.