En 1934, la American Negro Ballet Company causó sensación en los escenarios neoyorquinos. Capitaneada por el coreógrafo alemán Eugene von Grona, y en un momento en el que los afroamericanos tenían vedado el acceso a gran parte de un mundo dominado por los blancos, la compañía subió a las tablas montajes de danza moderna que bebían de los ritmos africanos y caribeños. Y una de sus estrellas indiscutibles fue la bailarina Lavinia Williams.
Williams había nacido en 1916 en Filadelfia, y llevaba bailando desde los tres años de edad. Cuando, años más tarde, participó en una audición en Manhattan, llamó la atención de Von Grona, quien la incorporó a su compañía, que más tarde pasó a ser conocida como el Von Grona Swing Ballet. Precisamente, Lavinia se convirtió en la estrella principal de su exitoso espectáculo Birds of 1939.
Léon Theremin creó un instrumento que no se tocaba físicamente, pues funcionaba detectando la posición de las manos del intérprete en el espacio
Fue en esa década cuando conoció a Léon Theremin, un inventor soviético que tuvo un fugaz éxito con un instrumento electrónico al que dio nombre, y que era el único que no se tocaba físicamente, pues funcionaba detectando la posición de las manos del intérprete en el espacio. Williams se dio cuenta de que aquella tecnología tenía un enorme potencial, y junto con Theremin, con quien terminaría casándose, fue probando posibilidades: desde un suelo que iba iluminándose al contacto con los pies de la bailarina, a un aparato que sería capaz de convertir los movimientos de los danzantes en música, el proyecto que más la fascinaba.
Danza y espionaje
Sin embargo, ninguno de estos desarrollos del theremín demostraron ser viables. El instrumento mismo fue una moda fugaz que rápidamente dejó de interesar. Además, Léon mantenía una clandestina labor de espionaje hacia la URSS que poco a poco fue haciéndose más evidente. Y de todas formas, un matrimonio mixto no era la mejor forma de pasar desapercibido en aquel momento, ni siquiera en la cosmopolita Nueva York. Finalmente, en 1938 el inventor decidió volver a su país natal.
Se despidió de Lavinia, a quien prometió que volvería a buscar. Pero en cuanto puso el pie en la URSS, se perdió su rastro en el sistema represivo estalinista, que le envió a un gulag. Pasarían décadas hasta que Williams, que nunca volvió a verle, tuvo noticias de que seguía vivo. En la década de los setenta retomarían el contacto por correspondencia, e incluso Theremin llegó a proponerle que se casaran de nuevo, pero ella no accedió.
Mientras tanto, la carrera profesional de Williams siguió en ascenso. Entre 1940 y 1945 representó los papeles principales de las exitosas coreografías de la compañía de Katherine Dunham. A continuación, recorrió Europa reinterpretando Shuffle Along, el mítico espectáculo que había convertido en una leyenda a Josephine Baker. En 1946 conquistó Broadway con Showboat, a la que seguirían Finian's Rainbow y My Darlin' Aida. A finales de esa década se casó con Shannon Yarborough, con quien tuvo dos hijos, pero de quien terminaría divorciándose. La menor, Sara, se convertiría también en una destacada bailarina.
La patria chica
En los cincuenta, Williams pudo por fin abordar un proyecto que llevaba largo tiempo acariciando. Desde el principio de su carrera se había inspirado en los bailes caribeños para montar sus espectáculos, pero ahora sentía la necesidad de volver a las fuentes y de trabajar para que ese patrimonio no sólo fuera conocido internacionalmente, sino que tampoco se perdiera en sus países de origen.
Con ese fin, fundó en 1954 el Instituto Haitiano de Folclore y Baile Clásico, al que, en décadas posteriores, seguirían otras escuelas en Antigua, Guyana, Jamaica, las Bahamas y Trinidad. Aunque siguió impartiendo clases también en Nueva York, en la prestigiosa Alvin Ailey American Dance Center School, cada vez pasaba más tiempo en el Caribe hasta que, en 1984, se instaló definitivamente en Puerto Príncipe.
Y precisamente allí moriría cinco años después, en 1989 y a los 73 de edad. La explicación oficial fue la de un ataque al corazón, pero hubo quien habló de que había ingerido comida envenenada, y que habría estado involucrada en algún oscuro asunto en la isla. Tras de sí dejó numerosos ensayos sobre la danza haitiana y un libro, Haitian Dance, que hoy es considerado todo un clásico, de la misma forma en que su autora es todo un referente de la irrupción de los ritmos de esa zona en el repertorio de la danza moderna.