Se escribe Darío Eme Hache. Es el hombre que se desdobla, monta universos en su cuarto, los graba con el móvil y los lanza a la red. Al infinito. Lo mismo se pone una fregona en la cabeza que se sumerge en la esquizofrenia y habla con diferentes versiones de sí mismo. O mejor: diferentes versiones de lo que somos. Supura humor sofisticado -teniendo en cuenta la vulgaridad genérica a la que acostumbran los virales-, aunque él se sacude las importancias. Hace reír sin pisar. Y sin pisarse. Imita a tu primo Josito, el ingeniero recién llegado a Madrid. Y a tu padre en su primera vez en Nueva York. Y a ti mismo de resaca, tal vez como hoy, con expresión de zorro asustado de carretera.
Es capaz de reírse públicamente de los hombres que dicen "ni machismo ni feminismo, igualdad" -¡tal y como está el patio!-. Una vez estudió periodismo; ahora disfruta lo que hace pero fantasea con la radio. Dice no ser de "pelotazos": lleva tres años reclutando un público que le entiende. Que no le juzga. Que reconoce sus ficciones -no se las toma al pie de la letra- y que respeta al ser humano detrás del cómico. Darío Eme Hache habla con EL ESPAÑOL de redes sociales, de machismo, de ideologías y del humor cambiante y estrambótico de esta península que retoza en lo ibérico.
¿Cómo definirías a tu público?
Creo que hay un espectro más amplio de gente a la que le puede gustar mi humor del que la gente a la que le gusta mi amor se cree que hay. Por comentarios y demás, me han dicho “me gusta lo que haces porque es diferente”. No sé hasta qué punto: yo no creo que esté haciendo nada revolucionario. Creo que no es cuestión de temáticas, que la gente se refiere a la forma. Tengo suerte porque mi público o bien se ha acostumbrado o bien lo he educado y entienden en cualquier momento que puedo hacer un personaje que es opuesto a como yo soy en la vida real. Es la hostia tener esa seguridad. A mí me apetece meter en Instagram la historia de un pavo asqueroso que sea lo peor que te puedes echar a la cara en el metro de Madrid, acosador y tal, y tengo la tranquilidad de que nadie se lo va a tomar como una prolongación de mí.
¿Por qué hay humoristas a los que se les mira más con lupa que a otros? Por ejemplo, Santiago Segura hizo Torrente y nadie le acusaría de machista porque se sabe que es una parodia. ¿Por qué a unos se les cuestiona y a otros no?
Yo creo que ahí hay un punto importante y que normalmente no se tiene en cuenta cuando se habla de creadores de contenido. Más allá de que obviamente tienen que tener una responsabilidad con su público y se les exige que sean consecuentes, el público también tiene que asumir su propia responsabilidad: saber lo que está viendo y por qué lo ve. El público no es tonto. Sabe que no puede decir “Ah, pero yo no..”. Lavarse las manos. Yo con gente que me sigue he podido conversar tranquilamente de un montón de temas, porque son gente bastante “racional”, te diría. Y yo toco temas básicos, no estoy remodelando la comedia, aunque los intente tratar de otra manera. Hay que seguir haciendo temas abiertos al público.
¿Referentes humorísticos?
Ricky Gervais. Ha hecho una serie que se llama Derek en la que interpreta a un tío con retraso severo, que vive en una residencia de ancianos. Es una serie de risa y, a la vez, de acabar todos los capítulos llorando. Es muy interesante. Le llevan a Hollywood todos los años a presentar los Globos de Oro y raja de todo el mundo. A nivel nacional… Javier Cansado. En este caso no es una influencia de “cojo los temas que está haciendo y los hago a mi modo”; es más bien que me doy cuenta de que me gusta lo que hago y de que quiero hacer comedia gracias a gente como él. Vengamonjas, Miguel Noguera… todo ese submundo de la comedia.
¿El humor es generacional?
Sí. Es generacional en lo que se refiere a evolucionar con la sociedad, a adaptarse al tiempo que esté viviendo. Hace poco vi un especial de Nochevieja de Martes y Trece, de los noventa. Millán interpretaba a una mujer maltratada. Llamaba a alguien: “Mi marido me pega..”. Llorando. Y la gente riéndose. ¡En los noventa! No estoy hablando de hace cincuenta años. Es como cuando Arévalo dice que ya no se pueden hacer chistes de mariquitas y se pone a llorar. Es como “oiga, es usted muy bonico, pero estamos en 2016”.
También te digo que ni a Arévalo, ni a cualquier otro cómico, se le deben reprochar esas actitudes como deberían reprochársele a un político, por ejemplo. Un cómico ayuda a construir conversación social. El humor nunca es criminalizable. El humorista es sólo alguien que ha hecho algo para hacer reír a otra persona, probablemente de forma inocente, sin pararse a pensar en a quien pueda no hacerle gracia… el problema es gente como Dalas, que se ha vuelto un predicador. El tránsito de hacer humor a sacar consignas. El humor te puede parecer más o menos acertado, pero está en un recinto. El problema, que es peligroso, es cuando se tira del gancho del humor para adoctrinar a niños, a menores de edad que están en las redes sociales consumiendo todo tipo de información.
¿Puede el humor ser intelectual?
Humor per se intelectual… no sé si existirá. Pero sí existe la concepción propia de la persona de “ah, soy listo, tengo bachillerato, soy un intelectual”. Es nuestra propia idea, la que creamos para dorarnos la píldora, que al final es lo que nos gusta a los seres humanos. Los chistes más inteligentes que he escuchado son tonterías, chorradas con una buena vuelta de tuerca, y todos decimos “joder, qué fresco, qué novedoso, qué europeos somos”. Si el humor tiene ese giro, da igual que sea sobre la cena de navidad que sobre el existencialismo.
¿El humor tiene ideología?
Posiblemente, sí, porque es lo más subjetivo que hay. Que algo te haga gracia depende de cómo seas tú mismo, de tu educación, de tus factores socioculturales. No es “esta semana toca chistes fascistas y la semana que viene anarquistas”, es la ideología en su concepción más general.
¿Hay un humor culpable?
Supongo que te refieres al humor negro. La clave de ese humor es la ruptura: se basa en una conversación entre dos o más personas en la que tanto emisor como receptor tienen la misma concepción sobre algo. Saben que decir 'eso' es malo, pero hacen una ruptura conjunta y convierten 'eso' en algo bueno, en algo divertido. Por eso el humor negro a veces es como un dolorcito debajo de la costilla. Tiene eso de “no debería reírme, pero me estoy riendo”. Es sólo una técnica más. Es algo buscado que intenta inducir al público. No vas a contarle un chiste de nazis a un nazi. El humor negro funciona porque va en contra de lo que uno cree, y, bien llevado, yo creo que es síntoma de inteligencia.
No termina de calar en España, ¿no?
Es por la sangre. Aquí tenemos sangre caliente para todo, y para disfrutar del humor negro tienes que tener un poso, pararte a pensar un poco lo que significa. Funciona mejor conforme más subiendo en el continente, porque hará más frío… esto es una teoría que estoy lanzando, pero a ver. A los latinos, en general, al ser pasionales, no nos encaja el humor negro, porque vamos a piñón en el “no, no, no”.
¿De qué espectro político es la gente que se ofende por el humor negro? ¿Tienden más a la derecha?
No sé hasta qué punto tiene que ver. Bueno, la gente más conservadora entiendo que pueda reaccionar de forma diferente… pero ni el facherío ni la progresía tienen aquí mucho que ver, es algo más unipersonal. Un buen caldo de cultivo para analizar la sociedad es meterte en los comentarios de los diarios. Toda esa maldad reunida durante toda una vida… (ríe). Y cuando te jubilas empiezas a soltarla a modo de cookies. Es infernal. La gente que comenta en los periódicos están a las puertas del infierno. Y ya no te digo la gente que comenta en el Twitter de los periódicos.
¿Cuáles son los temas prohibidos de tocar en este país?
Tal vez el terrorismo sea el gran tabú. No recuerdo quién lo decía, pero la comedia es tragedia más tiempo. Lo suyo sería que, dándole cierta distancia temporal, se pudiese tratar cualquier tema. Yo en eso estoy con Colubi: se debe hacer humor con todo, con absolutamente todo. El problema no es el tema, es la forma. Es hacerlo bien.
En España no se ha hecho ni una sola broma con el 11-M.
Es muy tabú. Si aquí haces una broma del 11-M, te cavas una tumba, porque esto es España. A los cinco días del 11-S, un cómico americano hizo la primera broma sobre los atentados de Estados Unidos. El terrorismo en España ha dejado estigmatizadas a generaciones enteras, y es lógico que duela. Pero creo que nuestra generación ya no ha vivido tanto eso: los atentados de ETA los recordamos siendo muy pequeños, y tampoco tenemos conciencia de ello al cien por cien. El fin de ETA nos pilló siendo chavales. Mi generación está liberada y puede hacer chistes de ETA. La cosa se está abriendo. Nuestros padres… ni de coña, porque iban a merendar y ETA había matado a tres, y al día siguiente más, y más.
¿Que el público aplauda recurrentemente bromas sexistas quiere decir que es machista?
Hombre, depende de cada cómico y de cada público. Yo el mío, desde mi punto de vista, estoy seguro de que no. Hay una cosa que quiero dejar clara y es que yo no voy a dar lecciones de nada, porque alguna vez me han atacado por ello y me han dicho que no pinto nada en esa lucha. Lo acepto. Lo entiendo. Sé que es un movimiento que pertenece a un género que no es el mío, y que puede crecer apoyado por hombres, sí, pero hay cosas en las que tenemos que callarnos porque no sabemos lo que es. Yo soy feminista, estoy en consonancia con la idea de una sociedad más justa, en general. Pero me lo han dicho: “Tú, aquí no”, o “No te necesitamos como aliado”. Vale.
Lo comprendo, porque la puta historia está escrita con el rabo. Entiendo que haya radicalismos porque el sistema está construido para meteros palos en las ruedas según nacéis. Nunca ha existido el hembrismo, es una cosa que no se puede ni plantear. Pero si se diese un matriarcado, yo creo que las cosas irían mejor. A nivel bélico, por lo menos. La violencia sería mucho menor.
¿A la gente le da vergüenza decir que es de derechas y miedo decir que es de izquierdas?
No debería. Además, la mayoría de las veces ni siquiera uno decide qué ser, si de derechas o de izquierdas. Si has nacido en determinado sitio… tus condiciones culturales, sociales, económicas… te dirigen, te decantan. Aquí, al final, el problema es España. En España es normal que no tengamos ganas de decir nuestra ideología, porque da igual si eres de un lado o de otro, que siempre te cae un estigma.
No es así en otros sitios. En EEUU, por ejemplo, aunque allí prácticamente unos y otros sean lo mismo… pero los actores se manifiestan, la gente lo dice abiertamente, los empresarios se posicionan. Lorca también estaba hasta los huevos de España. Goya se rompía la cabeza con la mierda de país que somos. Esto no es un descubrimiento de hoy.
¿Dónde está el límite entre rechazar un contenido humorístico en el que no se cree y el linchamiento?
Se está dando una lapidación tecnológica. Hay una primera piedra lanzada, pero el resto se tiran sólo para reafirmarse. Con las redes sociales, esas piedras significan un “¡eh, mira dónde le doy!”. Más que la crítica a la persona, se busca el hundirle la vida a alguien de manera colectiva. Se busca la representación común. Hay un “joder, está todo el mundo con esto, no voy a ser yo menos”. Hay una especie de fábula, de mito griego en el que todo el pueblo se envenena contra una persona, y realmente nadie conoce muy bien los motivos, pero se le acaba echando escaleras abajo.
¿Cómo se evita el linchamiento?
No se evita. Sólo te queda hacerte un huevo. Ponerte en posición fetal y a llorar. Si te vas de las redes sociales es casi peor, si te cierras la cuenta es casi peor… hay que esperar a que pase la tormenta. Antes, en 2015, las cosas duraban una semana. Ahora duran un día. Esto es Black Mirror: es un peligro. El gran personaje nuevo, el gran trabajo nuevo, el oficio de nuevo cuño de los últimos 20 años es ser hacker. Dejando a un lado las bombas, ellos tienen el control del mundo.