El 14 de mayo de 1847, Fanny Hensel, de soltera Fanny Mendelssohn, ensaya una obra de su hermano menor, Felix, La primera noche de Walpurgis, y sufre un derrame cerebral. Murió allí mismo. Tenía 41 años de edad y su fallecimiento cercenó de raíz sus primeros pasos para lograr el reconocimiento como compositora, tras quedar opacada por su famoso hermano, que no movió un dedo para lanzar su carrera, algo que sí hizo con Clara Schumann.
Fanny y Felix eran dos de los cuatro hermanos de un matrimonio judío acaudalado. Fanny, nacida en Hamburgo en 1805, era su primogénita, y como sus hermanos adoptó el apellido Bartholdy (finalmente el compuesto Mendelssohn-Bartholdy fue el que se impuso) cuando toda la familia se convirtió al protestantismo. Nietos del filósofo Moses Mendelssohn, ambos recibieron una estricta y exigente formación cultural que incluía la interpretación y composición musicales. Ella resultó más precoz que su hermano, a quien sacaba tres años: siendo aún una niña, interpretó a su padre, de memoria, 24 composiciones de El clave bien temperado, de Johann Sebastian Bach.
El maestro de ambos fue Carl Friedrich Zelter, director de la Academia de Canto de Berlín, quien no ocultó en sus cartas a su amigo Goethe que Fanny era su alumna más destacada. Sin embargo, sus padres tenían muy claro que era absurdo para una mujer de alta alcurnia plantearse siquiera una carrera profesional: en el caso de ellas, le razonó su padre, la afición a la música no era más que un "ornato", que no debía perturbar su prioritaria vocación de madre y esposa.
El robo del hermano
Por ello, Fanny tuvo que componer de forma anónima. Aunque participaba en los "domingos musicales" que su madre organizaba, y que se fueron convirtiendo en el evento imprescindible de la vida cultural berlinesa, en realidad éstos sirvieron sobre todo para dar a conocer a su hermano. Ambos se adoraban, y él intentó mitigar el silencio sobre la obra de ella incluyendo varias de sus composiciones en su repertorio, aunque firmándolas con su nombre.
Eso le produjo una situación especialmente incómoda: en 1842, durante una recepción que le tributó la reina Victoria, ésta se dirigió a él entusiasmada diciéndole que una de sus composiciones, Italia, era su predilecta, e incluso la cantó. Felix, azorado, tuvo la honradez de informar a la soberana de que, en realidad, era obra de su hermana. De hecho, hay dudas de si el género que él popularizó, el de las Canciones sin palabras, y que Fanny también frecuentó, fue creación de uno o de la otra.
En 1829, y tras un largo noviazgo en el que su pretendiente fue puesto a exigente prueba por su futuro suegro, Fanny se casó con el pintor de la corte Wilhelm Hensel, con quien tuvo un único hijo, a quien puso el nombre de Felix Ludwig Sebastian en honor a los tres músicos a los que más admiraba. Hensel pronto demostró ser un hombre con una mentalidad bien distinta a la imperante entre la aristocracia germana: no sólo no vio ningún desdoro en que su mujer quisiera dedicarse a la música, sino que la animó a ello. Muchas de las partituras de su período matrimonial están adornadas por dibujos de él, e incluso la marcha nupcial con la que entraron en la iglesia fue obra de ella.
Sólo un concierto
Pero esta vez le falló a Fanny la solidaridad y el apoyo de su queridísimo hermano. Fue gracias a su marido que se decidió a abordar obras más ambiciosas, como Das Jahr, en la que dedicaba una pieza a cada mes del año. También se atrevió a publicar sus primeras obras bajo su propia firma, que no tuvieron una mala acogida. Animada por ello, en 1838 se atrevió a dar su primer, y único, concierto como solista, en el que interpretó el Concierto nº 1 de su hermano.
Tras su repentina e inesperada muerte, Fanny dejó un legado de 466 obras, 200 de ellas lieder, de una calidad que no tiene nada que envidiar a la de sus contemporáneos. Destrozado por la pérdida, su hermano falleció pocos meses después y de la misma dolencia, dejando inconclusa una obra que la homenajeaba. Durante más de un siglo, el olvido cayó sobre ella, y las pocas de sus obras que se interpretaban pasaban por ser de Felix. En las últimas décadas ha comenzado a descorrerse ese velo, y parte de sus piezas han sido grabadas. Todavía este año, el 8 de marzo, se interpretó por primera vez una sonata que se atrevió a componer apenas un año después de la muerte de Beethoven. Quién sabe qué más acabará apareciendo.