La segunda mitad del siglo XIX fue la época dorada de las artes ocultas. Entre las clases adineradas y quienes marcaban la moda se introdujeron las prácticas espiritistas, y las mesillas de té se convertían rápidamente en superficies desde las que invocar a los difuntos y abrir portales con el más allá (o al menos, eso se suponía).
Los medios eran variados, y entre los más habituales se encontraban las "tablas parlantes", que permitían la fácil comunicación con los espíritus, y que algunos pretendían atribuir a los egipcios. A mediados de siglo, el francés M. Planchette ya había diseñado el primer modelo reconocible, un tablero con un puntero al que se le aplicaba un lápiz que escribía las respuestas al deslizarse.
Así, no es de extrañar que en la tierra del derecho de patentes alabado por Lincoln, apareciera un emprendedor que inmediatamente vio la oportunidad de negocio. Elijah Bond era un veterano de la Guerra de Secesión, donde luchó con los confederados. Había nacido en 1847 en Maryland, era masón, y el 28 de mayo de 1890 presentó la primera patente conocida de lo que pronto sería universalmente conocido como "ouija" (no está claro el origen del nombre; la explicación más extendida, que sería la unión de las formas francesa y alemana de decir "sí", tiene sin embargo muchos detractores), patente que le fue concedida el 10 de febrero de 1891.
Como cualquier aficionado al cine de serie B y a los campamentos de verano juveniles sabe, la ouija consiste en un tablero en el que aparecen las letras del alfabeto y un "SÍ" y un "NO" (algunas incluyen también números para agilizar los discursos, e incluso un "ADIÓS" para no alargar las despedidas). Ideadas en principio para dos personas, nada impide que las utilicen varios, e incluso una sola persona: los que intervienen tienen que tocar con el extremo de sus dedos el puntero que, ante una pregunta, irá deslizándose por el tablero de una letra a otra hasta elaborar la respuesta.
Lo que sorprende de la patente número 446.054 (que Bond registró también en Canadá) es que el artilugio aparece clasificado como "juguete o juego", sin mención alguna a su posible utilidad espiritista. Y de hecho mantuvo esa catalogación en las sucesivas versiones comercializadas por la International Novelty Company. Bond aún participaría en otras patentes registradas por él y sus socios, como la de una caldera de vapor, pero no se sabe si ésta llegó a ser comercializada alguna vez.
La Ouija fue registrada y clasificado como "juguete o juego", sin mención alguna a su posible utilidad espiritista
Los movimientos empresariales hicieron de la patente de Bond algo muy deseado. La versión más inquietante quizá sea la que en 1907 registró su creador bajo el nombre de "Nirvana": en su logotipo figuraba una esvástica cruzada por esa palabra. La propia compañía adoptó el nombre, y pasó a llamarse The Swastika Novelty Company. A pesar de que faltaban décadas para que ese símbolo se hiciera tristemente famoso, ya por entonces comenzaba a ser utilizado por grupúsculos antisemitas. Que ésa fuera la razón por la que la adoptó Bond, o si simplemente se trataba de un guiño a los orígenes supuestamente ancestrales de la ouija, es difícil decirlo hoy.
Bond falleció en 1921. Por entonces, su patente, como otras similares aparecidas en años posteriores, pasó a ser controlada por William Fuld, un emprendedor de Baltimore que empezó a ser conocido como el verdadero padre de la ouija por los medios porque fue bajo su empuje empresarial como el tablero se convirtió en un verdadero fenómeno. Fuld montó un pequeño imperio sostenido principalmente por los tableros de ouija y las mesas de billar. Su muerte fue bastante desafortunada: en 1927 se cayó desde el tejado de una de sus fábricas, donde estaba supervisando la instalación de un asta de bandera, y murió a causa de las heridas cuando estaba siendo trasladado al hospital.
Fue el fin de Fuld, pero en ningún caso de la ouija. Siempre presentada como un juego de entretenimiento, pasó por diversas empresas, hasta que finalmente fue comercializada por la gran Parker Brothers. Y la historia aún continúa: hoy, la patente del tablero es propiedad de la multinacional Hasbro, la misma que posee juegos tan universales como el Monopoly, Hundir la flota, el Twister o los muñecos de los Transformers, y que incluso hace pocos años levantó una gran polémica al presentar una expresamente diseñada para niñas, de color rosa.
En cuanto a Bond, su tumba permaneció décadas perdida, hasta que fue finalmente localizada en el 2007 en el Green Mount Cemetery de Baltimore. Un grupo de entusiastas logró reunir dinero para colocarle una lápida digna: en la parte trasera, incorpora un tablero de ouija. Un reconocimiento a su legado y, quizá, también una forma de facilitar las cosas a quien quiera establecer contacto con su creador. Lástima que su posición vertical no ayude.