En un local de la Zona sur de Madrid resucitan de vez en cuando Queipo de Llano, Primo de Rivera y Francisco Franco. Allí, en un espacio en el que se acumulan décadas de Historia española se pueden escuchar sus voces y sus doctrinas. “Tengo un centenar de discos de temática fascista y unos 40 relacionados con las dos repúblicas”, cuenta Carlos Martín Ballester, coleccionista profesional y propietario del mejor archivo sonoro sobre esa etapa que hay en el mundo. “Se grabó poco por ambas partes, así que apenas me falta nada”, explica este madrileño que tiene entre sus joyas el primer Himno de Riego grabado en cilindro de cera en 1897.
Lo que más acumula son discos de pizarra, precursor del vinilo que gira a 78 revoluciones por minuto y contiene cortes de unos dos minutos por cada cara. Verlos es interesante, más aún escucharlos. Por eso, el coleccionista levanta la aguja, la coloca con esmero sobre la superficie negra y se oye a Franco. “Una época de anarquía y criminalidad en las ciudades y los campos”, dice el dictador en una alocución en la que despliega todos los tics que caracterizaron sus alegatos.
“Eran disertaciones muy básicas, enraizadas en las élites de la sociedad española y basados en la unidad, la tradición y la religión”, resume Matilde Eiroa, profesora de Historia de la Universidad Carlos III. La experta añade algo que queda claro en cuanto el gramófono empieza a girar: que Franco no tenía carisma, ni facilidad de palabra. “Casi puede decirse que dio el mismo discurso toda su vida”.
Un ejemplar único de “A las barricadas”
Martín Ballester lleva veinte años rebuscando en rastrillos y celebrando subastas, pero no sólo posee discursos y arengas. En su colección sobre esta etapa histórica hay también himnos, cuentos, escritores leyendo sus obras o dando conferencias en los años 30 ó 40. “Tengo canciones de la Brigada Lincoln, del frente y un disco muy especial de Gramófono registrado en Barcelona en el año 1937 de mucho valor, pues se grabó antes de que llegaran las tropas golpistas”. Carlos lo pone a girar para EL ESPAÑOL y enseguida se oye al Orfeó Català dando las primeras notas de “A las barricadas” con gran potencia.
Después aparecen las voces de hombres y mujeres cantando en una tesitura muy alta: "El bien más preciado es la libertad hay que defenderla con fe y valor, alza la bandera revolucionaria que llevará al pueblo a la emancipación”. Su propietario explica que el valor de este disco radica en el momento histórico en el que se grabó y en la dificultad de encontrar algún ejemplar: “Se destruyeron casi todos porque tenerlos en casa podía suponer la muerte”. La canción sigue sonando y Carlos sonríe al ver la reacción de quienes lo escuchan, sabedor de que cada vez que se le pide que ponga la aguja en el surco, la Historia gira de nuevo. “Tengo grabaciones de corte carlista de la casa Columbia en San Sebastián en los que algún coro canta canciones nazis en alemán o traducidas al español, recitados de Sánchez Mazas y versiones de la Giovinezza, himno fascista italiano”.
En las placas de pizarra dando vueltas se pueden ver detalles que hablan de industrias paralelas que vivían de la palabra hablada y guardada para la posteridad. Las etiquetas son un ejemplo. “Algunas las diseñaban ilustradores destacados, como Rafael de Penagos”, cuenta en referencia a uno de los padres del art-decó en España, habitual de la prensa y exiliado a Chile en 1948. En el disco de Franco y en el del Orfeó también pueden verse dos pegatinas chiquitas que llaman la atención: son los sellos de las respectivas oficinas de propaganda.
Tengo grabaciones de corte carlista de la casa Columbia en San Sebastián en los que algún coro canta canciones nazis en alemán o traducidas al español
La Historia no oficial
En los locales de Martín Ballester no todo es fascismo y republicanismo. “Mi colección completa contiene unos 100.000 discos de palabra hablada, también cantada. El criterio es elegir lo que tenga un alto contenido popular, etnográfico o antropológico”. Todo en esa sala está bien catalogado, dividido en subgéneros y en las estanterías se pueden encontrar cosas tan diversas como la primera grabación de los cómicos Tip y Top, spots de publicidad, discos sobre fútbol o programas de radio. “Las grabaciones en estas épocas solían ser iniciativa de la casa de discos”, explica Martín que apunta que aunque no era un producto caro sí estaba destinado a un público más o menos formado.
En su archivo hay registros desde finales del siglo XIX hasta los años 50, fecha en la que grabar discos que no fueran de música pasó de moda. Pero en la habitación que ha abierto Martín para EL ESPAÑOL el mundo se ha parado en los años 30. “Es muy interesante ver de qué modo se expresó cada movimiento político, cómo evolucionó no sólo a través de los discursos, también de las músicas que se escuchaban o de los artistas que los apoyaban”.
Martín, que es presidente del Círculo Flamenco de Madrid y posee una colección particular de 5.000 piezas sobre el género, elige grabaciones de un cantaor para ejemplificar esa Historia que no es oficial pero sí muy elocuente. “Es el caso de José González Marín, que durante la República llenaba teatros de Madrid cantando letras republicanas o recitando a Alberti, pero a partir de los años 40 se le puede escuchar en grabaciones cantando letras de Pemán”.
Unamuno, Baroja y pocas mujeres
A veces, el tono es el mensaje. “Temo que mis palabras mueran en los libros”, dice un hombre nervioso, que se equivoca y balbucea constantemente. Es Miguel de Unamuno a quien se oye mover las hojas y seguir las instrucciones de alguien que de fondo le dice: “Siga, siga”. “¡Qué candidez! ¿No te parece?”, comenta Carlos, que también se emociona al escuchar esa voz sin rostro que se expresa desde el pasado. Una personalidad casi opuesta se adivina en Pío Baroja, quien rotundo, sin dudar y con una voz de trueno lee un texto culto en el que se describe a sí mismo en un documento que data, como el anterior, de 1931.
También hay ciencia en este archivo: Juan de la Cierva, por ejemplo, explicando en una conferencia de veinte minutos cómo construyó su gran invento. “Para hablar de cómo llegué al autogiro debo hablar por fuerza de mi propia vida”, cuenta desde 1934 el hombre que dos años después ayudaría a las tropas sublevadas a conseguir un Dragon Rapide, avión con el que Franco viajó a Marruecos y se hizo con el mando del ejército en África.
En este archivo hay mujeres, pero no dan discursos ni explican sus logros. “Tengo registros de la actriz Catalina Bárcena y por supuesto, de cantantes”, explica Martín Ballester eligiendo un disco muy de su gusto. En él, se escucha la voz aguda e impostada de La Argentinita, artista vinculada a la Generación del 27, cantando “Los cuatro muleros”. “El que toca el piano es Federico García Lorca”, explica el coleccionista, que informa de que ésta sigue siendo la única grabación donde puede escucharse al poeta de Granada.
Desinterés institucional por el archivo sonoro
Carlos Martín se queda siempre con el mejor ejemplar. “Puede decirse que lo que tengo son los másteres, pues si se quiere digitalizar el material, tendría que hacerse a partir de estos ya que los originales se destruyeron”. Quienes grababan lo hacían para crear un archivo y que quedara constancia de determinadas cosas. La paradoja es que hoy, en una sociedad donde prima la imagen, nadie los escucha y tampoco las autoridades le han prestado mucha atención a estos registros.
“Empecé esta colección por casualidad, pero cuando me acerqué a algunas instituciones para ofrecerles lo que había encontrado, no vi interés”. Martín cuenta que en España, la Biblioteca Nacional (BNE) ha primado el papel en su labor archivística. “Empezaron a recopilar algo más gracias al depósito legal en 1942, pero ni siquiera a partir de esa fecha se registraron todas las obras sonoras”. Ciertamente, tal como indica la BNE no es hasta 1957, año en que se aprobó el reglamento actual, que se hizo “un cumplimiento eficaz del depósito legal”.
En España, el sonido grabado ha sido siempre la hermana pobre de los archivos históricos
Eso es lo que hace que Martín posea registros que no están en la BNE ni en el Archivo PARES del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. “En España, el sonido grabado ha sido siempre la hermana pobre de los archivos históricos. Hasta la Hispanic Society tiene una colección de cilindros en español”, comenta alguien que atribuye la falta de interés a los políticos, no a los técnicos, y que pone como modelo a seguir la Librería del Congreso de Estados Unidos. “Allí buscan y protegen todo lo grabado desde que Edison empezó sus pruebas”.
Pero él no desiste y por eso hoy puede mostrar otra perla en su colección: el Himno de Riego cantado por Manuel Fleta, tenor de amplio registro y voz poderosa que hace temblar las estanterías de la habitación.
Objetivo: publicar el material
La idea de Martín es publicar el material cuando haya completado la colección porque sabe que hay historiadores y estudiosos que querrían escucharlo. Aprovechará la serie de libro-discos que ha iniciado con la obra del cantaor Antonio Chacón, del que he recopilado toda su obra localizada en cera y pizarra. “Casi todos los libros que he pensado versarán sobre artistas flamencos, pero usaré el proyecto para dar a conocer otros materiales, por ejemplo estos archivos sonoros sobre fascismo y republicanismo”.
Antes de despedirse, Martín pone a Franco a hablar de nuevo. El sonido es impoluto, las palabras conocidas: “Dios”, “terror”, “anarquía”, “paz”, “orden”. Al preguntarle a la historiadora por el valor de lo escuchado, Matilde Eiroa advierte: “Es importante tener claro que las palabras cambian de significado según el momento, por eso es vital conocer el contexto”. Eiroa asegura que nadie que oiga este discurso dentro de cien años verá nada malo en alguien que pide orden y paz. “Pero cuando Franco dice ‘orden’ se refiere al de las clases tradicionales y a las élites, no a otro, y que cuando dice ‘paz’, esta diciendo en realidad sumisión y obediencia”.
Lo que dice el dictador en ese registro hecho durante la Guerra Civil en Salamanca no es nuevo, pero espeluzna oírlo. “El 17 de julio será un nuevo 2 de mayo”, se le escucha decir impostado para esconder su voz aflautada. “Da cosa, ¿verdad?”, dice Martín Ballester consciente del impacto que provoca oír esa voz sin imagen, tan acostumbrados como estamos hoy a mirar para entender y resulta inevitable volver a Unamuno, quien que con su voz apocada y afligida nos recomienda “leer con los oídos, no con los ojos”.