"El momento decisivo había llegado. Con manos temblorosas abrí una brecha minúscula en la esquina superior izquierda. Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de despejar. Luego, ensanchando un poco el agujero, coloqué la vela dentro y miré. (...) Por un momento, que debió parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa (...) Cuando Lord Carnavon preguntó ansiosamente si podía ver algo, todo lo que pude hacer fue decir: 'Sí, cosas maravillosas'".
Así narraba el arqueólogo Howard Carter el hallazgo de la tumba de Tutankamón en su libro de memorias. El descubrimiento, probablemente el de mayor calado en lo que a la arqueología egipcia se refiere, se registró en noviembre de 1922 en el Valle de los Reyes, situado en las cercanías de Luxor (Egipto). La noticia corrió como la pólvora y pronto Carter comenzaría dar charlas explicando la misión exitosa de búsqueda del sarcófago del faraón. Una de sus paradas la realizaría en España.
¿Pero cuál era el nexo del investigador inglés con nuestro país? Pues un miembro de la nobleza: Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba. Ambos congeniaron desde su primer encuentro en El Cairo en 1909 gracias a la pasión que compartían: la fascinación por Egipto. En 1920 se volvieron a encontrar en el país del Nilo. Mientras Carter y sus excavaciones, financiadas por el dinero del aristócrata Lord Carnarvon, repercutían en su empeño de topar con algo realmente importante, el duque y su mujer, María del Rosario Silva, disfrutaban de su luna de miel.
Después del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y gracias a la amistad que se había forjado, Jacobo Fitz-James Stuart convenció a Howard Carter para que viajase a España en dos ocasiones, la primera como participante invitado del Comité-Hispano Inglés. En total, el arqueólogo británico pronunció cuatro conferencias en salas abarrotadas, fue nombrado miembro de la Academia de la Historia y cedió 92 diapositivas que documentan el hallazgo del sarcófago del faraón que sirvieron para dar a conocer la egiptología, una disciplina muy residual en España por aquel entonces. También se codeó con personalidades de la talla de Alfonso XIII -fue recibido en el Palacio Real-, Ortega y Gasset o Mariano Benlliure.
"Ha sido la mejor semana de mi vida, repito que nunca la olvidaré", exclamó Carter tras poner el punto final a su primer periplo por España con una cena en el hotel Ritz. La relación entre los dos hombres se mantuvo a través de las cartas. El duque tuvo que cancelar un viaje a Egipto en invierno de 1925 porque su mujer estaba embarazada: Cayetana de Alba nacería el 28 de marzo del año siguiente. Más adelante, cuando tenía siete años, la futura duquesa acompañaría a su padre en un viaje a la ciudad egipcia de Guiza para observar la majestuosidad de las pirámides y los trabajos realizados por el arqueólogo británico donde se topó con Tutankamón.
Su padre, Jacobo Fitz-James Stuart, que combinó la vida política con con el mundo del arte y la historia -de hecho es uno de los promotores de la primera cátedra de Prehistoria en España-, trató de inculcarle desde que era bien pequeña su pasión por Egipto. Y Howard Carter quedará registrado en los archivos de la Casa de Alba como el lazo que les presentó a Tutankamón.