No le importa a Enrique Moradiellos que la coyuntura actual haya sobrevenido a su libro. Lo escribió primero en inglés para un público menos familiarizado con el tema. Habla de la exhumación del caudillo y de su última obra publicada en España, Franco. Anatomía de un dictador (Turner), un manual de referencia sobre el franquismo y el militar que dio nombre al régimen. El historiador, Premio Nacional de Historia 2017 por Historia mínima de la Guerra Civil, destripa las tres facetas diversas de un mismo fenómeno histórico: el Franco hombre, el Franco caudillo y el Franco creador de un régimen dictatorial complejo. No hay referencias a la actualidad, pero eso no quita que Moradiellos haya sido capaz de articular otro ensayo de un contenido didáctico extraordinario. El objetivo: comprender a fondo los entresijos que envolvían la figura del dictador, de nuevo en primera línea de frente.
Parece que Franco ha levantado la cabeza…
Sí. Creo que se ha revitalizado la discusión sobre la imagen que tenemos los españoles de Franco y sobre qué lugar va a ocupar en nuestra historia. La visión que hay sobre Franco en España se divide en dos lecturas dilemáticas que además son especulares y contrapuestas. Una benévola que diría que Franco fue el salvador de la paz y la disolución nacional en la guerra, el defensor contra el comunismo, el que preservó la neutralidad en la Guerra Mundial y promovió la prosperidad y que por eso el régimen tenía tanto apoyo y Franco murió en la cama. La otra visión diría que Franco es el general mediocre y perjuro que se lanza a la sublevación, alcanza por malas artes el liderato, que solo con la ayuda exterior de Hitler y Mussolini y una represión inclemente y brutal pudo ganar la guerra, y luego por buena suerte en el exterior —la Guerra Fría y la traición de las democracias— duró hasta 1975 contra la opinión de la mayoría del pueblo español y solo sometido por el miedo a la represalia y la corriente de sangre que hubo.
Eso es una suerte de discurso guerracivilista… Dos bandos enfrentados…
Sí, porque son las imágenes del periodo de la guerra y las visiones maníqueas, de trazo grueso, muy simplificadoras. Los discursos de guerra simplifican la historia y no nos permiten apreciar la complejidad del fenómeno. Franco no fue ni la nulidad humana que predican sus adversarios ni el estadista genial y preclaro de sus hagiógrafos. Tuvo componentes de la crueldad y la inhumanidad de unos, pero también componentes de la inteligencia política de los otros.
Entonces Franco fue…
... un competente militar formado en las campañas coloniales de Marruecos donde permaneció 10 años y aprendió las artes del 'divide y vencerás' y el terror ejemplarizante para vencer al enemigo; era un político hábil que lidió con situaciones muy difíciles demostrando inteligencia en el juicio y buena valoración de las personas; tenía una formación integral de nacionalista y un perfil doctrinario católico-integrista. Franco era fervientemente católico. (…) Ese señor llegó a encarnar los temores y expectativas de la España reaccionaria que contempló la llegada de la democracia republicana con temor y que luego contempló con pavor la posibilidad de que la democracia diera paso a una revolución social. Llegado el momento, antes de verse en esa tesitura, decidió apostar por la violencia y la tradición militar pretoriana que entrega el poder al ejército en situaciones de amenaza al orden público o de inseguridad de la patria.
Libra la guerra como generalísimo, la gana, favorece un proceso de fascistización del régimen, sabe truncar a partir de 1942 cuando la suerte de las armas cambia y su supervivencia empieza a poder desprenderse del destino del Eje —porque no pudo secundarle en la guerra aunque quiso— y que entonces se repliega a una dictadura nacionalcatólica que cuando viene la bancarrota de 1959 tiene la inteligencia política de intentar sobrevivir mediante el experimento de la apertura tecnocrática y que acaba muriendo en su cama porque esa media España que le apoyó no le abandonó hasta que se muriera. El franquismo, en esencia, era la institucionalización de la victoria en la Guerra Civil.
En el libro se defiende que desde su muerte en 1975, la figura de Franco ha estado ausente u olvidada en buena parte de la memoria del país. ¿Fue esto una de las grandes victorias de la Transición?
Una victoria y también un precio a pagar. La Transición es un proceso que entonces era inédito: una dictadura que pueda reformarse y acabar siendo su oposición, una democracia. (…) En España el coste era que el anterior jefe del Estado desapareciera del debate político y progresivamente. Ese proceso transitorio, negociado, de no vamos a echarnos en cara, fue enormemente fértil. Moralmente, como Muñoz Soro, creo que es la idea motriz más fuerte que corrompe al régimen desde dentro. Muchos autores señalan que la idea de la reconciliación nacional y de la integración europea como superación son las que fueron derribando progresivamente la legitimidad moral del régimen.
En 1975 se produce un cambio de visión. Pasamos de la cruzada de España contra la anti-España a la tragedia colectiva. Ahí nace el denominado “pacto del olvido”, que usted dice que está mal llamado.
Porque no se olvidó. Es la cita de Henry Rousso: no se olvida, la gente sabía; conocía al abuelo represaliado o al tío fusilado. Es una lectura que se hace de otra manera: aquello fue una tragedia, una guerra fratricida, hubo crímenes, unos más que otros porque ganaron o porque duraron más, pero no vamos a discutir de eso, vamos a mirar al futuro.
La semana pasada profanaron la tumba de Franco. ¿Qué opinión tiene al respecto?
Yo soy contrario completamente a hacer de las tumbas un elemento de combate porque los muertos y los restos de los muertos son antropológicamente uno de los elementos que más daño hace a una persona o a una colectividad. El culto a los muertos es el origen del pensamiento mágico y de la religión. La idea de que hay un ser trascendente viviendo contigo pero no físico ni corpóreo procede del recuerdo de los muertos y del culto a los antepasados. El autor alemán que mejor estudió esto fue Olaf Rader y decía que los conflictos por el destino de los huesos acaban hundiendo a todos, también a los que creen que van a ganar movilizándolos. Dañar tumbas del otro bando es lo más fácil. La política de gestión de la memoria de un país tiene que ser hecha intersectorialmente, transgeneracional e interpartidista.
Los muertos y los restos de los muertos son antropológicamente uno de los elementos que más daño hace a una persona o a una colectividad
De consumarse la exhumación de Franco, ¿donde debería ser enterrado?
Desde 2004 defiendo que Franco tendría que salir del Valle de los Caídos por tres razones esenciales que hoy se mantienen. Primero porque el Valle de los Caídos está constituido desde el decreto de su configuración como un lugar de reposo de restos de los caídos, pero Franco no cayó en la guerra. Segunda medida: el lugar de la basílica en el que Franco está enterrado es el lugar prioritario de enterramiento de preferencia honorífica en la tradición litúrgica de las iglesias cristianas. Ese lugar es tan importante ceremonialmente que el enterramiento de Franco en ese trascoro convierte la basílica en el mausoleo de Franco, y que el mausoleo de Franco sea esa basílica es de un sectario tremendo. Y tercero: por el estatuto tan extraño que tiene la comunidad y el recinto del Valle de los Caídos, ahí hay una abadía benedictina, pero también está a cargo de Patrimonio Nacional, lo cual me parece manifiestamente absurdo porque Patrimonio Nacional no tiene la tumba de Azaña en Montauban ni tampoco la de Alcalá Zamora.
¿Cómo se quita esa anomalía? Sacando ese cuerpo. Pero como dice Olaf Rader, por negociación interpartidista de amplio espectro. Lo preferente hubiera sido como un acuerdo para, sin enaltecer pero sin humillar, y entre los polos hay campo, lo que yo creo que hubiera sido lo sensato: Mingorrubio. Pero esa decisión no fue tomada y se creó un problema. ¿Se puede sostener que en virtud del principio de emergencia, por peligro para el Estado se suspenda el derecho privado y a la familia no se le deje enterrar donde quiere? Yo creo que eso no. Además podemos encontrarnos con una demanda en el Tribunal de Estrasburgo que sancione al país por esto, lo que sería francamente ridículo. Es que me parece esperpéntico estar discutiendo por el destino de los muertos de 43 años atrás. No se vence al franquismo retrospectivamente así. Es más, da una sensación francamente penosa. Otros países con heridas mucho más graves lo han resuelto de mejor manera.
Ahora suena con fuerza La Almudena. Y Paul Preston también ha propuesto arrojar los restos del dictador al mar...
Que sus restos van a estar en La Almudena, qué pena. Si se produce un fenómeno de afluencia masiva para honrarle no será porque los muertos tienen capacidad de atracción mágica, sino porque el contexto social está generando las bases para que haya neosfranquismos y neosnazismos que son nuevos. El corrimiento electoral no ha de ser buscado en el espectro de las dictaduras de los años 60-70, sino por la quiebra o los fracasos de las democracias o los gobiernos democráticos en los últimos años.
Representando lo que ha representado desde que se construyó, ¿es posible resignificar el Valle de los Caídos, convertirlo en un cementerio civil?
No lo sé. Aunque sí te diría una cosa: el Valle de los Caídos es más fácil de resignificar porque no es un monumento fascista. Se equivocan muy radicalmente los que piensan así. No es fascista porque es puramente nacionalcatólico. Un edificio que es una basílica, que tiene una cruz enorme, de las más altas del mundo, a sus pies cuatro evangelistas y debajo una piedad, no es un monumento fascista, como los de Hitler o Mussolini, que son seculares e incluso anticristianos. El Valle de los Caídos hay que reinterpretarlo.
El franquismo, en esencia, era la institucionalización de la victoria en la Guerra Civil
¿Y a Franco se le puede calificar de fascista?
No. Franco es un militar reaccionario que supo movilizar fascismo tanto como nacionalcatolicismo o puro militarismo para un único fin: estar en el poder, permanecer en el poder y ser el único poder. Un líder fascista es un líder civil. Franco es estratega, general de brigada, general de división, jefe del Estado Mayor… son términos de jerarquía militar que indican que ya estás en la cumbre. Franco llamaba a la autoridad el mando. No fue líder fascista pero sí fue un líder militar que utilizó y muy bien el fascismo; y aunque se arrogó el título de líder fascista, también era líder religioso y líder militar. Los generales le llamaban generalísmo, los civiles, caudillo; luego le llamamos jefe del Estado. Las titulaciones son las que quieras, van cambiando, pero en el fondo va lo mismo: la autoridad omnímoda y soberana.
En Franco. Anatomía de un dictador, también se asegura que una de las cosas que a la historiografía le queda por resolver es cómo el franquismo sobrevivió 40 años aun careciendo de legitimidad moral ante la conciencia democrática del mundo contemporáneo.
Porque hay otras formas de legitimidad que dan justificación moral y material a un régimen. Y Max Weber diría: la primera, el carisma, el derecho de conquista. El mejor combatiente, el mejor general, tiene todos los títulos —Julio César es un ejemplo de ello: voy a imponerme al Estado porque mis legiones son las que llevan adelante la romanidad, entonces mi palabra política es superior a la del Senado—. Ese poder es una fundamentación importantísima para las sociedades siempre y cuando ese gobierno tenga legitimidad de ejercicio, de conquista.
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