Escocia, Guerra de Independencia, Braveheart... Todo parece conducir a la figura de William Wallace, pero no. Fue Robert the Bruce, autoproclamado rey en 1306, el artífice de la victoria de Escocia ante la invasión de las tropas inglesas. Algunos le veneraron como a un héroe que brindó la libertad a los escoceses; otros, sin embargo, lo definieron como un usurpador que empujó a su país a una guerra civil. Su historia, como la de Wallace (Mel Gibson), ha hallado ahora acomodo en el mundo del cine gracias a Netflix: El rey proscrito, donde Chris Pine interpreta a Robert Bruce, el verdadero Braveheart según la historia.
El monarca escocés fue un maestro de la guerra de guerrillas, un estratega inteligentísimo que utilizó todo tipo de argucias en el campo de batalla para derrotar a las tropas inglesas, siempre superiores en número. Así lo demostró en las batallas de Loundon Hill (1307) y Bannockburn (1314), cavando trincheras ocultas y dirigiendo los enfrentamientos a terrenos fangosos, donde la caballería enemiga no podía arrollarlos. En este último combate, los 6.000 guerreros de Robert Bruce consiguieron derrotar a los 13.000 —incluyendo a 1.000 caballeros armados hasta las cejas—que integraban el ejército del rey Eduardo II de Inglaterra.
Si hay una palabra que define el reinado de Robert Bruce esa es "guerra". Guerra contra los enemigos y contra los hermanos de sangre. Porque para acceder al trono de Escocia, agarrándose a derechos familiares, tuvo que asesinar a John Comyn, su gran rival, en una iglesia. Ello provocó la fractura de Escocia en dos bandos al rebelarse en su contra muchas familias de nobles; incluso el Papa le excomulgó de la Iglesia Católica al perpetrar semejante sacrilegio. Fiona Watson, autora del libro Traitor, Outlaw, King. Part One: The Making of Robert the Bruce, explica que "o lo hacía de esa manera o no tendría oportunidad de hacerse con el trono".
Al principio, la derrota persiguió a Robert the Bruce en su empeño de lograr la independencia; y no solo en el campo de batalla. A la captura de su mujer y su hija se suceden las ejecuciones de tres de sus hermanos. En esas circunstancias, el rey escocés se ve obligado a exiliarse en las islas del oeste para rearmarse y comenzar la reconquista, cimentada en pequeñas y constantes escaramuzas y en la quema de sus propias fortalezas. "Básicamente pensó que serían de más utilidad para sus enemigos que para él mismo", señala Watson.
Fue en la batalla de Loundon Hill —el enfrentamiento épico que se narra en el filme de Netflix, la venganza de los escoceses de la derrota en Falkirk, clímax de Braveheart— donde el ingenio militar de Robert the Bruce giró el devenir de la Guerra de Independencia, culminada en 1328 con la paz ratificada en el Tratado de Edimburgo-Northampton y tras la abdicación forzada de Eduardo II un año antes.
La segunda vida de un corazón
Antes de su muerte el 7 de junio de 1329, Robert Bruce lanzó un último deseo: quería que su corazón fuese enterrado en la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén. La misión se la encomendó a sir Douglas James, noble escocés y uno de sus caballeros de confianza, que partió primero rumbo hacia Flandes y de ahí hasta Sevilla. En territorio peninsular se encontró con la cruzada de Alfonso XI de Castilla para reconquistar Andalucía; y el monarca español logró convencer al destacamento de guerreros escoceses para que le ayudasen a derrotar a los musulmanes.
En aquel entonces, en agosto de 1330, las tropas de Alfonso XI trataban de recuperar el castillo de la Estrella, en la localidad malagueña de Teba. Sir Douglas James, con el corazón embalsamado de su rey que portaba en un pequeño cofre de plata colgado del cuello, halló muerte durante la ofensiva. Su misión de alcanzar Tierra Santa había fracasado. Según la leyenda, durante la batalla, antes de morir, gritó: "¡Muéstrame el camino corazón valiente, yo te seguiré!".
El corazón de Robert Bruce logró ser recuperado tras el enfrentamiento y enviado de nuevo a Escocia, donde fue enterrado en la Abadía de Melrose, al sur de Edimburgo. En Teba, el pasado verano, se celebró la XIV edición de las Jornadas Escocesas Douglas Day's, en las que se conmemora con diversos actos el viaje y muerte del valiente Douglas James y la verdadera historia de Bravehart, un rey que generó división pero que acabaría brindándole la independencia al pueblo escocés.