Benjamin Franklin es una de las personalidades más importantes de la historia de EEUU. Uno de esos nombres a los que precede la etiqueta de ‘padre fundador de la nación’ y alguien que además de político fue inventor, y una de las personas más avanzadas a su tiempo. Inventó las gafas bifocales, organizó el primer servició de bomberos y fue una de las primeras personas que, a pesar de haber tenido esclavos, se manifestó a favor de su abolición.
Era el siglo XVIII, y Franklin dejó una huella para la historia. Pero detrás de su imagen impoluta había la de un libertino que disfrutaba de la buena vida. Lo hacía dentro de el Hellfire Club (El club del fuego infernal), una sociedad secreta para una élite hiper seleccionada que se jactaban de abandonarse al hedonismo.
Dicho club fue fundado por el Duque de Wharton y revitalizado por sir Francis Dashwood, político y miembro del Parlamento Británico. El Hellfire fue el centro de reunión de las celebridades de la época entre 1749 y 1766, y entre sus miembros se encontraba Benjamin Franklin. Originalmente se reunían en público, pero sus actividades terminaron en la mansión de uno de los miembros, por lo que comenzaron todos los rumores sobre lo que hacían dentro de esas cuatro paredes.
Se dijo de ellos que organizaba rituales satánicos, cosa que era falsa, y que organizaban orgías, algo que aunque nunca se ha demostrado a ciencia cierta, sí que se dio por hecho. De hecho sí que se ha aceptado que eran reuniones llenas de alcohol y prostitutas. Entre esos rumores se ha dicho siempre que Franklin era uno de los organizadores de las orgías.
Tampoco sería de extrañar, ya que el pudor no era una de las cualidades del padre de la nación de EEUU, que también dejó por escrito su preferencia por las amantes maduras en vez de las de su edad o más jóvenes como solían preferir los ‘machitos’ de la época. Franklin escribió una carta a un amigo más joven titulada: “Advice to a Friend on Choosing a Mistress (Consejo a un amigo para elegir una amante)”. La misiva no se publicó hasta décadas después por su contenido sexual.
En ella decía que la situación más estable era el matrimonio, pero que si prefería estar soltero una temporada, que optara por elegir a amantes “maduras, antes que las jóvenes” y daba nueve motivos. El primero es que ·tienen mayor conocimiento del mundo y sus mentes están mejor provistas de observaciones; su conversación es más instructiva y produce un agrado más duradero”.
Si cubriésemos con una cesta todo lo superior y mirásemos sólo lo que está por debajo del ceñidor, es imposible distinguir entre dos mujeres a la vieja de la joven
Después comenzaba con los motivos sexuales, como que las maduras “para conservar su influencia sobre los hombres, suplen la disminución de la belleza con un aumento de la utilidad. Aprenden a hacer mil servicios, grandes y pequeños, y son el más tierno y útil de los amigos cuando estás enfermo. Así siguen haciéndose querer. Y por eso cosa rara que una mujer vieja no sea una buena mujer”. Entre los beneficios también destacaba que no pueden quedarse embarazadas, o que tiene más “experiencia, son más prudentes y discretas para evitar las sospechas al llevar adelante una intriga”.
“Porque en todo animal que camina erguido, la falta de los humores que llenan los músculos empieza a aparecer en la parte superior: lo que primero se vuelve lacio y enjuto es el rostro; después, el cuello; después, el pecho y los brazos; mientras las partes inferiores se conservan tan rollizas como siempre hasta el final. De manera que, si cubriésemos con una cesta todo lo superior y mirásemos sólo lo que está por debajo del ceñidor, es imposible distinguir entre dos mujeres a la vieja de la joven. Y como de noche todos los gatos son pardos, el placer del deleite corporal con una mujer vieja es al menos igual, y en muchas ocasiones superior, pues toda maña es susceptible de mejorarse con la práctica”, dice en su quinto consejo, el más despectivo.
Para terminar destaca que con ellas “el pecado es menor”, y “¡Por lo agradecidas que son!”. Palabras que cuadran poco con el concepto que todo el mundo tiene de Benjamin Franklin, pero que también son el reflejo de una personalidad compleja y desconocida por muchos.