En la localidad rusa de Prokhorovka, situada a unos 700 kilómetros al sur de Moscú, un monumento recuerda a los camaradas soviéticos que murieron en "la batalla de tanques más grande de la II Guerra Mundial", desarrollada en esa zona el 12 de julio de 1943. Según esta versión, las tropas alemanas sufrieron una derrota decisiva, perdiendo más de 400 carros blindados en un solo día ante el empuje del Ejército Rojo, comandado por Pavel Rótmistrov. Teniendo en cuenta el desarrollo del conflicto —no se registró una nueva ofensiva de la Wehrmacth en el frente del Este— el relato parece ser verosímil.
Sin embargo, el resultado de la batalla de Prokhorovka no es más que una leyenda orquestada por el aparato propagandísitico de Stalin para ocultar una catástrofe militar. Un reciente estudio del historiador británico Ben Wheatley, experto en el conflicto germano-soviético, publicado en la revista Journal of Intelligence History, asegura que más de 200 tanques rusos fueron reducidos a chatarra mientras que los nazis solo perdieron cuatro Panzers y un Tiger. El investigador ha llegado a esta conclusión después de analizar una serie de fotografías tomadas por aviones de reconocimiento de la Luftwaffe en los días posteriores al enfrentamiento conservadas los archivos nacionales de EEUU.
La batalla de Prokhorovka se enmarcó dentro de la Operación Ciudadela, una ofensiva iniciada el 5 de julio y en la que participaron tres millones de soldados con la que Hitler pretendía debilitar a los soviéticos destruyendo sus numerosas tropas concentradas en las inmediaciones de Kursk. El ataque consistía en recuperar un saliente de cerca de 160 kilómetros de anchura que penetraba en las líneas alemanas para estabilizar el frente y preparar un eventual acercamiento a Moscú. La operación, no obstante, fue cancelada pocos días después por orden del führer ante el nulo avance y el desembarco aliado en Sicilia.
En Prokhorovka, la acción se concentró en un único día, pero el choque, una contraofensiva del Ejército Rojo en un vasto llano, fue de dimensiones colosales: 672 vehículos de combate soviéticos pertenecientes al 5º Ejército de Guardias Blindados fueron desplegados en un frente de tres kilómetros contra 200 tanques, cañones de asalto y destructores de tres divisiones blindadas SS de élite. Los nazis, exhaustos, fueron sorprendidos en pleno sueño, a primera hora de la mañana.
El teniente Rudolf von Ribbentrop, de 22 años e hijo del ministro de Asuntos Exteriores de Hitler, fue el primer alemán en divisar la avalancha de tanques que se les aproximaba: "El muro de carros blindados se acercaba hacia nosotros. Tanque a tanque, oleada a oleada, una masa inimaginable de armadura se aproximaba a toda velocidad", escribiría en su diario, citado por Ben Wheatley en su investigación.
"Según un informe de un testigo alemán, parecía que los rusos estaban llevando a cabo un ataque kamikaze", escribe el historiador británico. "Si los tanques soviéticos hubieran abierto una brecha, solo podría haber terminado con el derrumbe de las líneas alemanas. Entonces, en unos pocos minutos, la situación dio un vuelco total, y la victoria que parecía irreversible se convirtió en una catástrofe para los atacantes. Todo por culpa de un error increíble de los soviéticos: ¡Se habían olvidado de su propia zanja antitanques!".
Se refiere Wheatley a una trinchera de 4.5 metros de profundidad que la infantería soviética había cavado en jornadas anteriores para dificultar el desplazamiento de los vehículos nazis. En esa trampa estaban cayendo sus propios camaradas. Los alemanes observaban con asombro cómo los T-34 soviéticos bajaban una pequeña colina y volcaban uno tras otro en la zanja. Y la solución para sortear este obstáculo fue todavía más perjudicial: los tanques rusos se amontonaron en una pequeña pasarela que había sido reparada para seguir avanzando, convirtiéndose en objetivos sencillos para los Panzers alemanes.
Ribbentrop describe la situación como una "práctica de tiro": "Lo que sucedió es indescifrable (...) Quedaron expuestos en los flancos y eran blancos mucho más sencillos. Los T-34 en llamas se chocaban unos con otros. ¡Aquello era un infierno de fuego, humo, vehículos ardiendo, muertos y heridos!". Solo el 29 Cuerpo de tanques del Ejército Rojo perdió 102 de sus 212 carros blindados. El número total de víctimas fue de casi 2.000 hombres.
Como los números eran tan inverosímiles, el comandante general de los Panzer Korps, Paul Hausser, quiso desplazarse al frente para ver con sus propios ojos todos los tanques soviéticos que habían sido destruidos. Además, el alto mando nazi envió a los aviones de la Luftwaffe a fotografiar desde el aire las huellas de la batalla, que ahora ha analizado con detalle Wheatley para ratificar una teoría que ya había sido defendida por el historiador militar Karl-Heinz Frieser, en contra de la versión soviética.
"Es remarcable que la historiografía de la batalla haya evolucionado tan radicalmente en los últimos 20-30 años desde un periodo en el que se creía que los alemanes habían sufrido una gran derrota que definió el rumbo de la guerra con la pérdida de hasta 400 tanques, a otra que reconoce (de forma respetuosa) que se produjo una catástrofe soviética que se puede verificar visualmente", concluye el historiador británico.