Cuentan las malas lenguas que Isabel II, la de los Tristes Destinos, le soltó un buen día a su hijo Alfonsito, futuro Alfonso XII, una confesión que debió dejarle atónito —o tal vez se lo esperaba incesante runrún—: "Lo que tienes de Borbón, lo tienes solo por mí". Oficialmente, la reina de España estaba casada desde los dieciséis años con su primo Francisco de Asís, hombre poco interesado en las relaciones heterosexuales y a quien el pueblo madrileño le dedicó la cruel rima de "Paquito Natillas / es de pasta flora / y orina en cuclillas / como una señora".
En boca de Isabel también se ha puesto otra frase histórica —"¿qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?"— que levanta sumas sospechas sobre la paternidad de los once hijos que engendró, de los que solo cuatro alcanzaron la edad adulta. Y las intrigas y rumores palaciegos así lo hacen constar: supuestamente, ninguno de los vástagos de la reina llevaría los genes de su marido Paquito, sino los de sus numerosos amantes.
Cuando nació Alfonso XII, sin ir más lejos, el pueblo madrileño lo celebró gritando: "¡Ha nacido el Puigmoltó!". La burla hacía referencia al presunto padre, Enrique Puigmoltó y Mayans, militar y aristócrata, muy cercano —demasiado— a la reina. Quizá ahora se entienda mejor esa revelación de Isabel II al futuro monarca, eso de "lo que tienes de Borbón, lo tienes solo por mí".
La anécdota histórica la cuenta el guionista, director y divulgador David Botello en su libro Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX (editorial Oberon), un viaje divertidísimo desde los escarceos y frivolidades de la reina María Luisa de Parma hasta las cartas picantonas entre Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán y los lamentos de la Generación del 98. Una época convulsa, desde luego, y plagada de escándalos.
"El precio que hemos pagado para dejar atrás el XIX ha sido una Guerra de la Independencia, tres guerras carlistas, tropecientas revoluciones, una Guerra Civil, dos repúblicas, un número exageradamente indeterminado de pronunciamientos, motines y golpes de Estado, tres dictaduras, cuatros regencias, dos monarquías de nuevo cuño, cinco magnicidios, dos restauraciones, tres dinastías, siete Constituciones, dos Estatutos, unas Leyes Fundamentales del Reino, una Transición y cuarenta años de democracia", escribe Botello. Menudo legado.
Las majas de Godoy
Uno de los personajes más controvertidos de este periodo es Manuel Godoy, hombre fuerte del reino dirigido por Carlos IV, quien le bautiza como su "único amigo" a pesar de que en la corte le reciban con el sobrenombre de Choricero. Su popularidad se dispara en 1795 al lograr una paz honrosa en la guerra con Francia, pero más se airean sus escarceos con las mujeres, sobre todo con la reina consorte, María Luisa de Parma.
Aunque en la lista de amantes de Godoy sobresale por encima del resto la figura de Pepita Tudó, nombre mucho menos conocido que las curvas de su cuerpo. Porque esta mujer es famosa gracias al pincel de Goya, quien la utilizó como modelo, casi con total seguridad y a los dieciséis años, para sus lienzos de La maja vestida y La maja desnuda. Ella es la amante del príncipe de la Paz, coleccionista de arte, quien encarga al pintor la realización de los cuadros.
"Godoy tiene una sala íntima en su casa-palacio de Grimaldi, un gabinete secreto donde guarda su pequeña colección de cuadros subiditos de tono, las famosas pinturas de Venus", cuenta Botello, creador también de El Punto sobre la Historia, un programa realmente interesante y con un formato muy divertido que se emite en Telemadrid. "Las Venus suelen ser muchachas en culipatos. Por eso son pinturas para mayores de dieciocho años. Dos rombos. Tres equis".
Y continúa el guionista: "Parece ser que, en esa sala íntima, las Majas de Goya forman el juguete erótico favorito de Godoy. Por lo que se ve, La maja vestida queda a la vista; mediante un ingenioso sistema de poleas, Godoy puede levantarla y, oh, delirio, dejar al descubierto La maja desnuda... Imagínate ahí, dale que te pego, toda la tarde, maja arriba, maja abajo, Godoy se olvida de los asuntos de Estados y piensa en su amada Pepita Tudó... ¡Menuda fiesta!".
Y leyendo esas historietas, desde las argucias de Fernando VII, el rey felón, para echar a su padre del trono, hasta los orígenes españoles del Ratoncito Pérez con el cuento que le narraron al pequeño Alfonso XIII, a quien su madre María Cristina llamaba Buby; pasando por los rumores sobre la muerte por envenenamiento de la XVIII duquesa de Alba o las fechorías de Larra y el resto de románticos que se reunían en El Parnasillo se consume un siglo XIX que no fue otra cosa que un jaleo, como resume Botello.