Dos monasterios desde los que se gobernó el mundo a nivel político, artístico y religioso. La Encarnación y Las Descalzas, hoy dos enclaves patrimoniales escondidos en el centro de Madrid, fueron en los siglos XVI y XVII un centro de poder femenino. Allí moraron, entre monjas, mujeres cultas y ambiciosas, las más importantes del Imperio, las de la Casa Austria: madres, esposas, hijas y sobrinas de los reyes y emperadores, que constituyeron una especie de corte paralela a la de los hombres.
Eso es lo que pretende relatar la exposición La otra Corte. Mujeres de la Casa de Austria en los Monasterios Reales de las Descalzas y la Encarnación, organizada por Patrimonio Nacional y la Fundación Banco Santander en el Palacio Real —construido precisamente sobre el extinto Alcázar Real, que fue devorado por un incendio en 1734—. En total, se exhiben algo más de un centenar de tesoros "emblemáticos" que ponen de manifiesto la riqueza patrimonial que alcanzaron estos dos monasterios.
El recorrido arranca con la figura de Juana de Portugal, hija de Carlos V, fundadora del Monasterio de Las Descalzas Reales en 1559, que se considerada el equivalente femenino al de San Lorenzo de El Escorial. Lo mandó construir en su mismo lugar de nacimiento: la residencia de Alonso Gutiérrez, el tesorero de su padre. Desde el primer momento adquirió una doble función de palacio y convento, amalgamando el poder político y religioso, lo que se ha denominado "Pietas Austriaca".
Allí reunió Juana, regente del reino hasta el regreso de su hermano Felipe II, una valiosa colección de pintura devota, en la que destacan las tablas flamencas del siglo XVI, o los riquísimos ornamentos sagrados y relicarios, la mayoría enviados por la emperatriz María de Austria, hermana de Juana. Deslumbra, por encima de todos, el Arca de San Víctor, traído por Ana de Austria, cuarta esposa y sobrina del rey Prudente. Además, Juana había heredado de su tía María de Hungría una de las series de paños, con el tema de La conquista de Túnez, que se había tejido en Flandes para su padre
En el Cuarto Real del monasterio se produciría la muerte de la emperatriz María, un lugar donde también se educó Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y la que más tarde le regalaría al convento la famosa serie de tapices de Rubens, realizados en Bruselas por maestros tejedores, El triunfo de la Eucaristía. Un pintor flamenco que también está presente en la muestra con dos retratos de sor Margarita de la Cruz, hija de la emperatriz, y y su sobrina sor Ana Dorotea.
En La otra Corte, comisariada por el exdirector del Museo del Prado Fernando Checa, se evidencia que las mujeres de la Casa de Austria desempeñaron un destacado papel al conjugar la religión, los intereses políticos y dinásticos y el coleccionismo artístico. Y que los monasterios eran como palacios paralelos, cuya función iba mucho más allá de lo estrictamente religioso.
Entre el resto de tesoros renacentistas y barrocos expuestos —se han seleccionado 110 piezas de las más de 6.000 que se conservan en ambos edificios— sobresale el grupo escultórico de Pedro de Mena, como una monumental Magdalena penitente, una Dolorosa que hace pareja con un Ecce Homo, ambos fechados en 1637, y un Niño Jesús de la Pasión. También hay hueco para el arte de la Contrarreforma, plasmado en la obra de Gregorio Fernández, con su Cristo yacente a la cabeza.
Esta pieza era una de las más impresionantes de las instaladas en la Sala Capitular del Monasterio de la Encarnación, fundado en 1611 por la reina Margarita, esposa de Felipe III, un convento de las agustinas recoletas que estaba unido al Alcázar por un pasadizo que daba toda la vuelta a la actual plaza de Oriente.
La muestra ofrece una cantidad de "riquezas inimaginables", en palabras de Fernando Checa, que vertebran el relato una historia bastante desconocida sobre el protagonismo femenino en la época de mayor expansión de la Monarquía hispánica y que se podrá ver hasta el 15 de marzo de 2020.