En todas las biografías de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), uno de los máximos exponentes de la dramaturgia española del siglo XVII, hay unanimidad sobre su lugar de nacimiento: Madrid. En el número 61 de la calle Mayor, en la fachada de una estrechísima y esbelta casa, una placa recuerda que allí también vivió y murió el autor de La vida es sueño, poeta, cronista e incluso hombre de armas.
Las raíces de Calderón de la Barca, miembro destacado del Siglo de Oro, prenden con fuerza y datos suficientes en la historia de Madrid, por mucho que los utópicos cuentos del independentismo catalán traten de apropiarse de su figura. Como ya ha sucedido con Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Leonardo da Vinci, Santa Teresa o la guitarra, la pseudohistoria que se vierte desde los círculos nacionalistas pretende ahora reclamar la catalanidad del dramaturgo. Es su última invención; un relato fantasioso, de ficción.
El responsable de esta teoría es Pere Coll Riera, autor del libro Calder[ón] o la dramatúrgia catalana al servei de la monarquia (Llibres de l’Índex) y protagonista el próximo lunes de la nueva entrega del "ciclo de conferencias de invierno sobre censura y manipulación de la historia de Cataluña", organizada por el controvertido y revisionista Institut de Nova Història.
Según Coll, autor también de Les indentitats catalanes de Cervantes, que recoge la tesis del polémico historiador Jordi Bilbeny —defienden que el creador de El Quijote es el barcelonés Ramón Cervera—, Calderón de la Barca fue el seudónimo bajo el cual se escondió Felip Ramon Calders, un conocido miembro de la nobleza catalana que habría compaginado su producción teatral en castellano con nombre falso con sus cargos públicos, entre los que destaca el de gobernador de Cataluña durante la Guerra de los Segadores (1640-1652).
"Los crímenes de guerra contra la población catalana le obligaron a huir a Madrid bajo la protección del rey [Felipe IV], donde continuará su actividad teatral al servicio del monarca y con el nombre de Pedro Calderón de la Barca", se puede leer en el ensayo. En una entrevista reciente con la Agencia Catalana de Noticias, Coll aseguró que su hipótesis nace del hallazgo de un supuesto manuscrito en el que el escritor barroco Alonso de Castillo Solórzano se refiere a Calderón como "Calders".
Luego, sus piruetas históricas le han llevado a concluir que la biografía del noble catalán es "mucho más sólida" que la del dramaturgo, sobre la cual opinó que "no es más que un seudónimo para esconder la verdadera personalidad del escritor". Otra conjetura sorprendente que explicaría el tránsito calderoniano de las comedias a las tragedias sería la pérdida de Calders de sus privilegios durante la revuelta y la aflicción en la que quedaría sumido.
El ensueño
Calderón, es cierto, participó en la Guerra de los Segadores, como bien se explica en su entrada del Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia: "Intervino, 'cumpliendo con las obligaciones de su sangre', con valor y arrojo certificado por sus generales en multitud de asedios y batallas en los frentes catalanes de Tarragona y Lérida, desde el 29 de septiembre de 1640, fecha de su incorporación efectiva a la caballería pesada coracera, hasta su licenciamiento dos años más tarde, en noviembre de 1642. Resultó herido en una mano, como su admirado Cervantes, aunque sin consecuencias mayores, durante el sangriento combate de Vilaseca". De todo lo otro no hay rastro histórico tan irrebatible.
Pero esta no esa la primera vez que un colaborador del Institut de Nova Història reclama la paternidad de Calderón de la Barca. Según recuerda el diario ABC, los ideólogos de esta contrahistoria también han defendido que el dramaturgo habría escrito su obra culmen, La vida es sueño, a partir de textos poéticos de Vicenç García, el rector de Vallfogona. Y, en consecuencia, el título original habría sido La vida és somni.
Para más inri, uno de los articulistas del INH, llamado Francesc Magrinyà, escribió hace unos años —y sigue defendiendo— que hay un error de traducción. Argumenta que como los personajes de la pieza teatral no son capaces de distinguir entre realidad y ficción, la interpretación correcta la otorgaría, en castellano, el término "ensueño". Es decir, que Calderón de la Barca, o quien realmente fuera, quería decir en verdad La vida es ensueño. Pero lo que parece todo esto no es más que un sueño histórico —el enésimo— del nacionalismo.