A partir del siglo IV el Imperio romano, que tantos siglos había mantenido el Viejo Continente bajo una civilización, entró en una crisis que difícilmente podrían solventar los emperadores. Se dividió el territorio en dos partes: el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente —también conocido como Imperio bizantino—.
Pese a los intentos de Justiniano por devolver a Roma su histórico poder, la expansión del Imperio bajo su reinado fue breve. Tras su muerte en el año 565 las invasiones bárbaras penetraron en Italia y para el 575 casi la totalidad de la península itálica se había perdido nuevamente. No solo la zona occidental corría peligro. El Imperio romano de Oriente se veía obligado a combatir constantemente con los persas al este de sus fronteras. El problema principal llegó cuando Cosroes II de Persia aprovechó las incursiones de los ávaros establecidos en el Danubio para atacar desde Asia Menor.
El escritor y profesor de bioquímica Isaac Asimov escribió en Los egipcios (Alianza) que dicha conquista se presentaba fácil puesto que "Cosroes tomó Antioquía en el 611 y Damasco en el 613". "En el 614, el Imperio sufrió un golpe descorazonador, cuando el ejército persa llegó hasta la propia Jerusalén y se llevó la Vera Cruz —es decir, la cruz en que, según los relatos bíblicos, Jesús había sido crucificado—", escribe Asimov. Los escritos mencionan que el persa puso la cruz bajo los pies de su trono, como símbolo de su desprecio a la religión de los cristianos.
De esta manera, los persas habían recuperado los territorios perdidos hacía un milenio en consecuencia de las campañas militares de Alejandro Magno. La meseta iraní, Mesopotamia, Siria, Asia Menor e incluso Egipto volvían a estar bajo el control persa.
Recuperación de la Vera Cruz
Ante esta crisis romana y cristiana, entró en escena el emperador Heraclio, quien gobernó hasta el año 640. Tardó toda una década en reforzar un imperio que se caía a pedazos y reorganizó y reforzó el ejército. "Compró la paz a los ávaros, y en plena explosión de entusiasmo religioso, lanzó a su ejército contra el Asia Menor. En el 622 y en el 623, limpió de persas la península y, tras eso, inició una larga y ardua penetración hacia el corazón de Persia", narra el prestigioso profesor.
Consiguió derrotar a los persas en la batalla de Nínive y avanzó hacia Ctesifonte hasta dar muerte a Cosroes. El emperador Heraclio regresó triunfante a Constantinopla. De esta forma, la codiciada Vera Cruz fue devuelta y Heraclio en persona la llevó a Jerusalén. Cuenta la leyenda que cuando el emperador, vestido con gran magnificencia y joyas, quiso cargar con la cruz donde Cristo había sido crucificado, fue incapaz de hacerlo, no siéndole posible hasta que no se despojó de todas las galas como muestra de la pobreza y la humildad de Cristo.