Las traiciones y los asesinatos fueron una constante durante toda la historia de la Antigua Roma. Numerosos emperadores alcanzaron y perdieron el poder a causa de todo tipo de tretas y maquinaciones en las que hubo un denominador común: el derramamiento de sangre. Pero esas ejecuciones a sangre fría, como le sucedió a Julio César, no fueron la única táctica utilizada por los conspiradores. Los hubo mucho más discretos, que recurrieron a los mortíferos efectos del veneno, por ejemplo, para alcanzar sus aspiraciones.
Una experta en estas pericias fue Agripina la Menor (15-59), bisnieta de Augusto, hermana de Calígula y madre de Nerón. Las fuentes, tradicionalmente, la han dibujado como una mujer oscura, malvada, manipuladora y despiadada que destruyó a sus enemigos para convertirse en una de las figuras más poderosas de Roma. La emperatriz, en el año 54, contrató los servicios de una mujer llamada Locusta -que únicamente aparece referenciada en los Anales de Tácito- para envenenar y deshacerse de su marido Claudio.
Según el historiador romano, esta fémina, que es considerada como una de las primeras asesinas en serie de la historia, ya ostentaba en su currículo una reseñable lista de víctimas, pues señala que había sido "condenada hacía poco por envenenamiento y mantenida desde tiempo atrás entre los instrumentos de su poder". Agripina, que tenía entonces 63 años, recurrió a ella para conseguir que su hijo Nerón se convirtiese en nuevo princeps.
"Agripina hizo que la famosa envenenadora Locusta (quien parece que, desde la época de Tiberio, estuvo implicada en todos los envenenamientos en las altas esferas) le preparase una ponzoña de acción lenta pero efectiva", escribe Emma Southon en su biografía Agripina (Pasado&Presente), que trata de limpiar su leyenda negra. "Locusta le entregó unos polvos que la misma Agripina o el probador oficial de Claudio, Haloto, esparcieron sobre unas setas especialmente apetitosas".
Del padre al hijo
Si bien existen diversos relatos sobre la muerte y los síntomas que padeció el emperador, lo que se puede asegurar con certeza es que Claudio murió el 13 de octubre del año 54. Pero Locusta volvería a reclamar el protagonismo en el asesinato de otra importante figura de Roma: el hijo de su última víctima, Británico, rival de Nerón.
Contratada por este último -quien sabe si por recomendación de su madre- y futuro emperador, la envenenadora le proporcionó una dosis de tóxico que sería vertida en la bebida de Británico. Los hechos acontecieron durante una cena, a la vista de todos los invitados. Nerón reaccionó asegurando que su enemigo estaba sufriendo otro de sus ataques epilépticos y pidió que lo retiraran hasta que se encontrase mejor. Obviamente, terminaría muriendo.
Después de participar en este asesinato, el rastro de la figura de Locusta se difumina. En sus Anales, Tácito, que se refiere a ella como "condenada por inventora de venenos y famosa por sus maldades", dice que "halló fin en el reinado de Galba el castigo que merecían sus crímenes"; es decir, en el año 68 o en las primeras semanas del 69.
La leyenda, inspirada en la novela de Apuleyo Las metamorfosis, asegura que Locusta fue ejecutada cruelmente por unos animales salvajes.... después de ser violada por una jirafa. Sin embargo, en esta obra no se cita en ningún momento el nombre de la envenenadora y solo se habla de una mujer condenada a ser violada por un burro. El misterio de la gran envenenadora de la Antigua Roma.