Avaricia, osadía, desenfreno, crueldad, tiranía... Todos estos comportamientos esbozan la personalidad del emperador Nerón en los textos clásicos de los historiadores romanos Suetonio y Tácito. En la biografía que trazan del último princeps de la dinastía Julio-Claudia abundan los asesinatos, las escenas escalofriantes, la continua persecución de los cristianos, los vicios carnales y las orgías, el derroche de las arcas de Roma para construirse un megapalacio o su desprecio al Senado. Apenas hay hueco para unas escuetas alabanzas sobre su reinado, que se prolongó catorce años (54-68 d.C.).
Suetonio y Tácito, el primero en su Vida de los doce césares con un estilo más incisivo, el segundo en sus Anales, de prosa directa y ceñida a la sucesión de eventos, contribuyeron con su particular crónica a que Nerón quedase retratado en el imaginario colectivo como el malo malísimo de la Antigua Roma, glosando sin reparo todas sus supuestas excentricidades y crímenes que encadenó para mantenerse en el poder. Así le quedó el calificativo de El hombre más malvado del Imperio romano, título que ahora ha elegido la editorial Arpa para lanzar una reedición en un solo volumen de los textos que ambos historiadores dedicaron al hijo de Agripina la Menor.
Nerón, según estos autores casi contemporáneos —el emperador vivió entre 37-68, mientras que Tácito nació en 55 y Suetonio en 69—, asesinó a la mitad de su familia, quiso cambiar el nombre de Roma por el de Neropolis, ordenó quemar la ciudad, castrar a uno de sus libertos para casarse con él y una retahíla de enorme de sandeces. Méritos suficientes para ocupar un puesto de honor en el mausoleo de los grandes villanos de la historia.
Pero estas versiones chocan con lo que escribió otro historiador de la época, Flavio Josefo (37-100), quien sí fue testigo de la totalidad del reinado del "tirano" emperador y denunció la leyenda negra que se generó contra él: "Ha habido muchos que han escrito la historia de Nerón, muchos de los cuales se han apartado de la verdad de los hechos por haber recibido favores de él, y otros, debido al odio que les inspiraba, se han ensañado con su persona con tantas mentiras que merecen ser condenados en justicia".
Una de estas grandes exageraciones tiene que ver con el fuego que asoló la ciudad del Tíber en el año 64 durante seis días. Escribe Suetonio: "Fingiendo que le desagradaba la fealdad de los antiguos edificios y la estrechez y tortuosidad de las calles, incendió Roma sin el menor disimulo, pues muchos excónsules sorprendieron en sus tierras a los esclavos de su cámara provistos de estopa y antorchas". Tácito añade que el princeps se subió a un escenario que tenía en su casa y se puso a cantar comparando las llamas con la destrucción de Troya. Ese rumor se tornaría con el paso del tiempo en un hecho retratado hasta en los cuadros: Nerón tocando la lira en su palacio mientras Roma era pasto de las llamas.
Otros asesinatos
Otro ejemplo que manifiesta el escepticismo con el que deben ser leídas las obras de Tácito y especialmente Suetonio —formó parte de la burocracia imperial de Trajano, emperador que contribuiría a la damnatio memoriae sobre Nerón al enterrar su gigantesca Domus Aurea, gracias a lo cual se puede visitar hoy en día— es la falta de consenso en la descripción del asesinato de Agripina la Menor y sus justificaciones —el primero narra que el emperador envió una carta al Senado diciendo que su madre se suicidó al haberse destapado la conjura que había organizado para derrocarle, mientas que el segundo se centra en debates morbosos sobre el cadáver—.
Nerón no solo ordenó asesinar a su progenitora, sino también a su hermanastro Británico, con quien rivalizó por el título de princeps, y a una de sus esposas, Popea Sabina. Según Suetonio, "la mató de una patada porque, encontrándose encinta y enferma, le había colmado de reproches cierto día en que regresó tarde de una carrera de carros"; versión corroborada por Tácito, quien habla de "rapto de ira de su marido".
"La investigación actual tiende a pensar que su muerte se pudo deber a complicaciones en el embarazo y que la historia del ataque de furia de Nerón no sea más que un rumor", relata el divulgador Néstor F. Marqués en su interesantísimo Fake news de la Antigua Roma (Espasa). "Al fin y al cabo, Tácito también menciona el veneno como alternativa —aunque no le da crédito— y difícilmente alguno de ello tuvo acceso a los secretos de palacio".
Y quizás hay que quedarse con esta reflexión de Mary Beard, la gran clasicista de la actualidad, en su obra SPQR (Crítica): si Nerón fue tan sádico como lo retrataron, "muy poco o nada afectó al funcionamiento de la política y del Imperio romano, que operaba al margen de las anécdotas y los titulares. Bajo los relatos escandalosos y las historias de sodomía, hubo una estructura de mando sorprendentemente estable y un sorprendentemente estable conjunto de problemas y tensiones durante todo el período. Y eso es lo que necesitamos comprender para darle sentido al gobierno imperial, no las idiosincrasias individuales de los gobernantes".