"El trabajo libera". En alemán, "Arbeit macht frei". Es lo primero que María Alonso pudo leer cuando llegó al campo de concentración de Auschwitz. Era un mensaje que escondía una realidad completamente alejada del efecto calmante que los nazis querían proyectar. "Esta puerta no era otra cosa más que la puerta del infierno y, en lugar de «Arbeit macht frei», tendrían que haber puesto: «Quien aquí entre, que abandone toda esperanza»", escribió el médico neerlandés Eddy de Wind.
María Alonso había nacido el 20 de agosto de 1910 en Santa Fe de Mondújar (Almería). Con tan solo cuatro años se mudó con sus padres a París buscando un futuro mejor para una familia de jornaleros. Se había casado en 1929 y tuvo dos hijos. No obstante, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, tres años después de haberse divorciado y lejos de mantenerse al margen y velar únicamente por sus hijos, ayudó activamente a la Resistencia francesa frente a la ocupación nazi. Enfermera del hospital de Tenon, dio tratamiento en secreto a aquellos combatientes que no podían figurar en la lista de consultas.
A través de uno de sus pacientes entró a formar parte de una red clandestina de mensajería, una decisión que le costó muy caro a la joven almeriense. La red de correos fue descubierta y el sindicalista Gabriel Laumain, quien fue interrogado por los alemanes, asumió toda la responsabilidad con la intención de que sus compañeros fueran absueltos. No fue así. Poco a poco todos los colaboradores fueron arrestados.
En noviembre de 1941 su hijo regresó a casa del colegio y encontró una nota sobre la mesa: "Dos caballeros vinieron a buscarme. Ve con el tío. Mamá". Así lo explica Charlotte Delbó en Le convoi du 24 janvier, el libro que escribió la superviviente francesa tras ser una de las 49 mujeres de un total de 200 deportadas políticas que pudo regresar a su hogar una vez finalizada la guerra. En aquel campo debió coincidir con María, pues ambos acabaron en Auschwitz con la diferencia de que Delbó pudo volver y contar lo sucedido.
María Alonso había sido detenida por la Gestapo y juzgada por un tribunal alemán junto a sus compañeros de la Resistencia. La mayoría, entre ellos Lamain, serían fusilados. Alonso, después de una breve estancia en el campo de Fort de Romainville, sería trasladada a Auschwitz.
Número 31778
El 26 de enero de 1943 el tren llegó al campo de exterminio. Por aquel entonces Auschwitz era solo un nombre más para los prisioneros. No tenía contenido, no era ni mejor ni peor que otro campo de concentración. Finalmente, Alonso y muchas de las mujeres fueron reubicadas en los malolientes e incómodos barracones de Birkenau. Había perdido su nombre. Se le adjudicó el número 31778.
Mantenerse sumisa y obediente no se asemejaba a la personalidad de María Alonso. Desde un principio, tal y como explica Charlotte Delbó, mostró una actitud de rebeldía frente a los kapos, quienes tenían la función de supervisar el campo. "A la primera bofetada, ella respondía con golpes". Un día, provista de su tazón para llenarlo de agua del único grifo que había en su bloque, el oficial nazi decidió que únicamente las mujeres alemanas podían acercarse a hidratarse. Sin embargo, Alonso lo intentó y fue golpeada por el oficial a la vez que rociada con la manguera.
La española volvió a su barracón empapada sin haber podido saciar su sed. Murió entre el 14 o 15 de febrero pese a que según el certificado de defunción elaborado por la administración de las SS del campo María Alonso falleció el 27 de febrero. En Francia no fue olvidada y su labor y resistencia antifascista fue reconocida. Hoy en día, 75 años después de la liberación de Auschwitz, en el hospital de Tenon luce una placa en su honor: "María Alonso, enfermera de tercera clase, muerta por Francia".
No fue la única española
Aunque el número de prisioneros españoles que pasaron por el campo de exterminio más temido es inexacto, queda constancia de que hubo decenas de españoles que sufrieron las crueldades de los alemanes. Otro ejemplo fue el de Feliciana Pintos Navas, originaria de El Barraco (Ávila). Fue la única deportada española que sobrevivió al campo de Auschwitz.
Vivió en Francia principalmente y adoptó el apellido de su marido nada más casarse —por lo que en numerosos registros se la conoce como Felicienne Bierge—. Comenzó a trabajar en una fábrica de la ciudad de Burdeos a la edad de 13 años y entró en contacto con el movimiento obrero organizado.
Cuando los alemanes ocuparon Francia su marido y ella iniciaron actividades clandestinas donde imprimían folletos y documentos de la Resistencia. Al igual que María Alonso, Feliciana fue descubierta y arrestada con su bebé de cuatro años en brazos, quien no paraba de sollozar. De forma paralela, a su marido, Joseph Raymond Bierge, fueron a buscarle a la fábrica donde trabajaba. Él fue fusilado mientras que a ella la transfirieron al Fort de Romainville. El bebé se quedaría con la abuela paterna.
En enero de 1943, junto con 1.500 hombres y 230 mujeres, al igual que había ocurrido con la rebelde almeriense, fue trasladada en tren hasta Auschwitz. Allí permanecería poco más de un año, pues en agosto de 1944 fue enviada hasta el campo de Ravensbrück y siete meses después, ante el avance de las fuerzas aliadas, llevada a Mauthausen.
En aquel campo pudo reencontrarse con sus compatriotas españoles, donde hasta 4.427 de ellos murieron según indican los datos del Boletín Oficial del Estado (BOE). El campo de Mauthausen fue liberado por las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945. En la entrada, los presos españoles cambiaron las banderas del Tercer Reich por las de la Segunda República, y colocaron una pancarta que rezaba: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras". A pesar de la emoción que sintieron los hombres y mujeres españoles de aquel campo, muchos de los presos nunca pudo regresar a la España de Franco.
De esta forma, Feliciana volvió a Francia, ejerció como peluquera y se casó nuevamente. En 1950 tuvieron un hijo y a partir de entonces Feliciana sería ama de casa. Pese a rehacer su vida y su familia, jamás pudo olvidar el infierno del Holocausto. "A menudo piensa en Birkenau y por las noches se encuentra de nuevo en el campo con los camaradas y las SS", narra Delbó.
María Alonso y Feliciana Pintos son solo dos ejemplos de las españolas que tuvieron la mala suerte de conocer el campo de exterminio más duro que ha conocido la humanidad; un campo en el que la muerte vestía uniforme. Las SS destruyeron gran parte de los registros justo antes de abandonar el campo por la inminente llegada de las tropas soviéticas, por lo que muchos nombres siguen todavía sin conocerse.
Gracias a la colaboración entre el Museo Estatal Auschwitz-Birkenau y la asociación AMICAL de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo se han recuperado las historias de españoles y españolas que por un motivo u otro fueron enviados a Auschwitz. Rafael Levy (Barcelona), Ana Inés Emma Cohen (Madrid), Joaquín Corteillo (Valencia) o Regina Mezharahid (Valencia) son nombres que gracias a la Memoria Histórica de la Segunda Guerra Mundial vuelven a estar en el recuerdo de todos los españoles.