El pasado enero, el partido de extrema derecha Vox vetaba en el Ayuntamiento de Valencia una declaración institucional en el que se conmemoraba el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. En el texto se condenaba, además del antisemitismo, la LGTBIfobia, algo que Vox ha negado que existiera. Lo cierto es que, tal y como confirma la página web del campo de concentración, "en su búsqueda de la «perfección de la raza aria», a la Alemania nazi no le tembló el pulso a la hora de perseguir y castigar la homosexualidad durante el Tercer Reich".
El triangulo rosa era el símbolo que escogieron los nazis para señalar a los homosexuales en los campos de concentración. Aunque no existan datos concretos debido a los archivos destruidos por las SS, de las 400.000 personas registradas oficialmente en Auschwitz, 75 recibieron triángulos rosas. "Sin embargo, se cuentan por miles los hombres y mujeres homosexuales que fueron asesinados durante el Tercer Reich", añade el portal oficial del campo de concentración.
El odio de Hitler y los nazis hacia el colectivo homosexual —un odio compartido por la mayoría de los gobiernos y sociedades de la época— se remonta a la libertad sexual que gozaba el país alemán en la década de los veinte. El primer paso por los derechos del colectivo LGTBI lo dio el abogado alemán Karl Heinrich Ulrichs, quien proponía reformar la ley para acabar con la persecución humana a aquellos que tenían una "inclinación sexual" diferente a la habitual.
El amor entre personas del mismo sexo no era una enfermedad ni una perversión, más bien una característica natural
Pese a que el Imperio alemán no aceptara las peticiones de Ulrichs, tras la Primera Guerra Mundial Alemania, y en concreto Berlín, se convirtió en la capital de los gays. La ley condenaba los actos sexuales entre hombres, pero no prohibía los clubes y bares donde los homosexuales se relacionaban.
De esta manera, el escritor italiano Alssio Puleo da visibilidad a las olvidadas historias de amor de aquellas parejas que reivindicaban el amor libre y que muchos terminarían siendo ejecutados en los campos de concentración alemanes. Lo hace mediante su novela Noche y niebla (Group Edition World) en la que describe los problemas reales a los que debían enfrentarse los homosexuales en su vida diaria bajo la dictadura del führer.
"Alemania era uno de los mejores países para los homosexuales. Berlín ofrecía mil oportunidades para encontrar el alma gemela en libertad y sin vergüenza", relata Puleo. Asimismo, se hace una analogía con el pasado, donde se contrastan la época actual —con el personaje de Ben, quien quiere conocer el pasado— y su abuelo homosexual —quien sufrió el nazismo en sus propias carnes—:
"La homosexualidad no es un fenómeno moderno, más bien todo lo contrario, es tan viejo como el mundo, solo que ahora se habla más, hace más bulla, porque los homosexuales han decidido salir del armario y hacer valer sus derechos; como el derecho al matrimonio, por ejemplo (...) Había, por lo menos, unas treinta revistas gay donde cabía la posibilidad de publicar anuncios personales; había sastres que confeccionaban vestuario a medida para los transexuales; y el amor entre personas del mismo sexo no era una enfermedad ni una perversión, más bien una característica natural".
Hitler y la homosexualidad
"Soy judío, soy homosexual, y es 1933. No puedo evitar preguntarme qué me deparará el futuro", se preguntaba el abuelo de Ben entonces. Como todos los demás gays que habían gozado de cierta libertad y paz hasta el momento en los diferentes bares de ambiente conocidos como Eldorado. "¡Aquí es correcto", solía leerse en un cartel de la entrada.
Pero en 1933 Hitler llegó al poder con el 44% de los votos y nada más conseguir el apoyo de otros partidos minoritarios comenzó a gobernar por decreto y a eliminar todo tipo de libertades civiles. El parágrafo 175, que siempre había existido, se endureció bajo el nazismo. "La fornicación contra natura, realizada entre personas del sexo masculino o de personas con animales, está castigada con una pena de cárcel, además de la suspensión temporal de los derechos civiles", afirmaba.
La persecución al colectivo LGTBI fue diferente según las orientaciones. Los nazis pensaban que los homosexuales eran hombres "débiles y afeminados sin capacidad para luchar por la nación y que, además, no ayudarían a aumentar la tasa de natalidad alemana". Por otra parte, las lesbianas no fueron tan oprimidas debido a que el Tercer Reich no las consideraba una amenaza directa a sus políticas.
Así, el 6 de mayo de 1933, estudiantes dirigidos por las SA entraron por la fuerza en el Instituto para la Ciencia Sexual en Berlín. Cuatro días después, más de sus 12.000 libros y 35.000 imágenes "irremplazables", junto a miles de otras calificadas como "degeneradas" por el régimen de Hitler, ardieron en una gran hoguera en el centro de Berlín. Aquella noche sería el principio del fin para numerosos colectivos que se alejaran del ciudadano alemán tradicional.