A las 22:03 horas del 13 de febrero de 1945, los bombarderos británicos Lancaster, desde unos cuatro mil metros de altura, comenzaron a soltar los primeros proyectiles que asolarían la ciudad alemana de Dresde. Las bombas eran de dos tipos: sísmicas, que derrumban todo lo que tocaban; e incendiarias, que convertían los edificios en llamas vivas. Así dio comienzo uno de los ataques más atroces de la II Guerra Mundial, en un martes de Carnaval; una lluvia de destrucción que transformó la tierra en un infierno, en muerte. En total, los 796 aviones aliados acabaron con la vida de 25.000 personas, la mayoría civiles.
Del bombardeo de Dresde —este jueves se cumplen exactamente 75 años— la editorial Debate ha publicado recientemente un libro magnífico, tremendamente vívido, que reconstruye la masacre tanto en su desarrollo como en las implicaciones éticas. Titulado Dresde 1945. Fuego y oscuridad, su autor es el escritor británico Sinclair McKay, capaz de armar un amplio lienzo histórico con detalles y puntos de vista estremecedores. Los relatos de los testigos recogidos en esas páginas, compaginados con las fotografías del espantoso ataque, permiten hacerse una idea de lo que realmente sucedió en aquellas infernales horas.