Los protagonistas de El Ministerio del Tiempo no han viajado esta vez a la época de los Tercios o a corregir una alteración de la historia en los tiempos del Cid Campeador. Nada de empresas bélicas. La popular serie de Televisión Española ha rescatado en el quinto episodio de esta cuarta temporada la desconocida historia de la primera novela de ciencia ficción de la historia en la que se describió una máquina del tiempo. Tenía como título El Anacronópete y fue escrita a finales del siglo XIX por un autor español.
Su nombre era Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902), un madrileño hijo de un matrimonio de actores que trabajó como diplomático y escritor de zarzuelas y novelas, su verdadera pasión. La obra por la que alcanzaría fama, El Anacronópete (el que vuela contra el tiempo), publicada en Barcelona en 1887, se adelantó en ocho años a la del británico H. G. Wells, The Time Machine, en la que también se abordaba la temática de los viajes en el tiempo con la ayuda de una máquina.
El "anacronópete" es una caja enorme de hierro fundido que navega gracias a la electricidad y mueve cuatro grandes cucharas mecánicas para desplazarse, además de contener otra maquinaria que incluye la producción del llamado "fluido García", que impide que los pasajeros rejuvenezcan en su viaje hacia atrás por el tiempo.
Así lo definía su propio creador: "El anacronópete, que es una especie de arca de Noé, debe su nombre a tres voces griegas: Ana, que significa hacia atrás; crono, el tiempo, y petes, el que vuela, justificando así su misión de volar hacia atrás en el tiempo; porque en efecto, merced a él puede uno desayunarse a las siete en París, en el siglo XIX; almorzar a las doce en Rusia con Pedro el Grande; comer a las cinco en Madrid con Miguel de Cervantes Saavedra -si tiene con qué aquel día- y, haciendo noche en el camino, desembarcar con Colón al amanecer en las playas de la virgen América".
La máquina sirve de excusa para una historia en tres actos en forma de zarzuela en la que don Sindulfo García, científico zaragozano e inventor del ingenio, su amigo y ayudante Benjamín, la sobrina y pupila Clarita, la sirvienta, el capitán Luis, el amor de Clarita, unos húsares y algunas muchachas francesas de vida alegre recogidas en París se desplazan en el tiempo.
En el primer acto salen de la Exposición Universal de París y viajan hasta la batalla de Tetúan en 1860 para regresar a París el día anterior de su salida, con unas señoritas francesas que, a diferencia de don Sindulfo y sus amigos, sí salen rejuvenecidas con el efecto imprevisto de que la ropa de lana que llevan vuelve a las ovejas de las que salió y las muchachas se quedan desnudas.
En el segundo acto, el grupo vuelve a viajar hacia varios momentos históricos del pasado como la toma de Granada en 1492 o la Roma de los gladiadores, y los personajes evolucionan, se enamoran u obsesionan, mientras que en el acto final llegan hasta los tiempos de Noé, donde descubren el secreto de la vida eterna. El inventor, sin embargo, totalmente enloquecido, acelera el "anacronópete", que estalla al llegar al día de la creación. Aunque finalmente se descubre que todo ha sido un sueño.
Caída en el olvido
Durante más de un siglo años se creyó que el británico H. G. Wells fue el primero en idear una máquina del tiempo, pero lo cierto es que Enrique Gaspar se adelantó a Wells en casi 10 años. El español es el verdadero padre de los viajes en el tiempo. El problema es que mientras The Time Machine alcanzaba fama mundial, El Anacronópete cayó enseguida en el olvido por su tibia aceptación entre el público y a otros motivos que describen los encargados de su recuperación para la editorial Gaspar & Rimbau:
"Una posible razón es que en el caso de Gaspar, los viajes en el tiempo son hacia el pasado, y el autor los utiliza para hacer una profunda crítica social de la España de la época. A finales del siglo XIX el imperio español, como tal, se estaba desintegrando y los momentos históricos que recorren los anacronautas son un intento del autor por buscar las causas de esta caída".
Y continúan: "La fama de Gaspar como autor de teatro humorístico de éxito, posiblemente contribuyó también a que la crítica se centrara más en la historia que en la invención en sí misma. Así lo recogen varias críticas de la época, en donde se menciona el humor, las ilustraciones y hasta la encuadernación, pero no así la extraordinaria imaginación que se requería para imaginar una máquina del tiempo voladora. Recordemos que en 1887 el único medio de elevarse en el aire era con globos de aire caliente. El primer vuelo de los hermanos Wright ocurriría casi 15 años después. Nuestro objetivo es difundir esta obra y que Enrique Gaspar ocupe finalmente el puesto que merece como uno de los padres fundadores de la ciencia ficción".