El olvidado emperador que quiso erradicar la corrupción en Roma y fue asesinado a los 86 días
Pertinax llegó al poder con 65 años y a los tres meses fue traicionado por querer cambiar el sistema del Imperio romano.
11 junio, 2020 02:19Noticias relacionadas
La cultura popular a menudo cambia la percepción histórica de la realidad y de lo acontecido siglos antes. De esta forma, en parte por la ya mítica película de Gladiator, se ha desvirtuado la imagen de Cómodo, quien pese a ser encarnado por Joaquin Phoenix como un villano, fue muy querido por el pueblo y supo mantener el Estado en materia militar.
Su asesinato el 31 de diciembre del año 192 desestabilizó por completo el Imperio romano. Publio Helvio Pertinax fue el encargado de mantener en orden un extenso territorio que se derrumbaba económicamente. No obstante, y pese a los planes a largo plazo que tenía en mente el sucesor de Cómodo, también fue asesinado. Pertinax se convertía de esta manera en uno de los emperadores más breves de la historia de Roma con tan solo 86 días de reinado.
Había nacido en Alba el 1 de agosto del año 126, en el seno de una familia humilde. Su padre, Helio Suceso, era un liberto. De ahí heredaría Pertinax su simpatía hacia el pueblo, una de las tendencias que a su vez haría al ejército desconfiar del nuevo líder.
Pertinax había pasado gran parte de su vida en el Senado. De hecho, se hacía llamar el "príncipe del Senado". Asimismo, logró importantes éxitos contra los bárbaros y los partos en la frontera oriental. Tal y como recoge José Antonio Garzón en El emperador Públio Helvio Pertinax y la transformación politica del año 193, "gobernó diversas provincias con excelente sentido y brillante gestión".
Un emperador mayor
Tras el asesinato de Cómodo, y un desconocimiento total por saber quién le sucedería, Pertinax fue elegido emperador. Este hecho era de lo más anómalo debido a las reticencias que podían generar su origen humilde y su avanzada edad —en aquel entonces tenía 65 años—.
A su llegada, el envejecido emperador descubrió la profunda crisis económica en la que estaba sumida Roma. Se vio obligado a llevar a cabo todo tipo de recortes que le convertirían en un emperador poco popular los primeros días de gobierno. Vendió los bienes de Cómodo, así como sus esclavos y concubinas, y las tierras del antiguo emperador para que estas fueran cultivadas.
Trató en todo momento en mantener el orden en el Imperio y sus políticas moderadas le acercaban a lo que una vez había instaurado Marco Aurelio. "Pertinax fue un hombre muy modesto y sobrio, que huyó de toda exaltación y despreció las demostraciones de poder", escribe Garzón. Es más, no hizo partícipes a sus familiares de los títulos y dignidades imperiales y con el tiempo fue recordado como un emperador "amable" al que el pueblo adoró.
Maquiavelo lo describió como amante de la justicia, enemigo de la crueldad, compasivo y benevolente y, aunque todos estos atributos parecen virtuosos, fueron los mismos atributos que le condenaron. "Fue hecho emperador en contra de la voluntad de sus soldados, quienes, habituados a vivir de manera licenciosa bajo Cómodo, no pudieron soportar esa vida honesta a la que aquél los quería reducir", escribió el autor de El príncipe.
Simon Elliot ha publicado ahora su nueva biografía, donde compara el reinado de Pertinax con la presidencia de John F. Kennedy. "Pertinax era el JFK de la Antigua Roma; llegó al poder con grandes esperanzas en sus hombros para revitalizar el Imperio", ha explicado el escritor a The Times. Pero, al igual que Kennedy, no tuvo tiempo para hacerlo.
Así, un 28 de marzo de 193, tras apenas 86 días como emperador del Imperio romano, un grupo de 300 pretorianos se dirigió al palacio de Pertinax. A este se le había aconsejado que escapara, pero su honradez y valentía le llevó a reunirse con los sublevados y razonar con ellos. Sin embargo, no hubo suerte y el emperador fue asesinado.
La guerra como legado
El asesinato de Pertinax dejó clara que la corrupción de Roma no era la excepción, sino una norma de Estado. Los pretorianos subastaron la posición imperial vacante y el senador Didio Juliano se convirtió en el nuevo emperador.
Este hecho derivó en una breve guerra civil en la que finalmente se impuso Septimio Severo. Pero, a pesar de que este último reconoció a Pertinax como legítimo emperador y ejecutó a los soldados que lo habían asesinado, no prosiguió las políticas económicas de Pertinax, quien pecó de su honradez en un trono de usurpaciones y manipulaciones.