"Nada en la infancia ni en la primera adolescencia de Vládimir Uliánov sugería que fuera a convertirse en uno de los grandes rebeldes de la historia. Creció en un lugar feliz, en el seno de una familia que lo amaba y, si bien no lo hizo entre riquezas ostentosas, sí gozó de todas las comodidades burguesas a su disposición. Le enseñaron —y sus padres le demostraron a través de su propio ejemplo— el valor de la diligencia, el ahorro y el trabajo duro, así como la importancia de la educación".
Parafraseando a Simone de Beauvoir, esta pequeña semblanza de los primeros años de vida de Lenin viene a decir que no se nace líder bolchevique, sino que se llega a serlo. Y la semilla radica, en el caso del creador de una de las tiranías más crueles de la historia, en esa etapa inicial, en el tránsito de joven mimado a adulto encandilado por el populismo y a varias experiencias definitorias. Así lo dibuja el periodista Victor Sebestyen en Lenin. Una biografía (Ático de los Libros) —en inglés tiene un título mucho más elocuente: Lenin. The Dictator—, la última obra que reconstruye las hazañas y sombras del revolucionario.
La obra del investigador húngaro, que sufrió en sus propias carnes el yugo del comunismo, resulta muy atractiva por la detallada reconstrucción que acomete del Lenin humano, un hombre extremadamente disciplinado y reservado en cuanto a manifestar sus sentimientos íntimos en público. Lo hace acudiendo a las fuentes primarias —algunas de ellas inéditas— y sin perder nunca de vista el marco de gestación de los acontecimientos: el hartazgo del pueblo frente un imperio ruso guiado por un absolutismo cada vez más represor.
Ya desde los primeros capítulos, Sebestyen ofrece interpretaciones novedosas: "Muchos historiadores han argumentado que la razón por la que el comunismo de estilo soviético se desarrolló como lo hizo fue porque Lenin trató de importar una filosofía y un credo occidentales a un país atrasado, como era entonces Rusia. En mi opinión, lo que ocurrió fue justamente lo contrario. Lenin transformó un conjunto de ideas europeas en una creación profundamente rusa. Su versión del marxismo —su intolerancia, inflexibilidad, violencia y crueldad— se forjó en el crisol de la experiencia de Lenin como ruso del siglo XIX".
Radiografía del niño
Vladímir Ilich Uliánov nació el 10 de abril de 1870 en la pequeña ciudad de Simbirsk, a orillas del río Volga, situada a 900 kilómetros al sureste de Moscú. Volodia, como así le llamaban en casa, era un bebé cabezón con un cuerpo débil, lo que a menudo le empujaba al suelo y a gritar de frustración al constatar su incapacidad para levantarse. "Era muy ruidoso, un gran llorón, con ojitos felices y combativos de color avellana", recordaría su hermana Anna.
Lenin, recoge su biógrafo en el capítulo que ahonda en su infancia, "no hacía más que dar cabezazos a alfombras y tablas del suelo, así que, durante un tiempo, a su madre le preocupó que tuviera un 'retraso mental'. La comadrona que le ayudó a dar a luz dijo, pronto después de su parto, que 'saldrá muy inteligente o muy estúpido'". Entre sus cinco hermanos, fue el que peor se portó y el que mayor atención suscitó.
Otro aspecto reseñable de la figura más destacada de la Revolución de Octubre de 1917 son sus sombríos orígenes. Por parte de madre, su abuelo era judío —un hecho que las autoridades soviéticas trataron de ocultar, especialmente el antisemita Stalin, que en 1932 recibió un misiva de Anna contándole el secreto y le ordenó que no dijera "absolutamente ni una palabra de esta carta a nadie"—; mientras que sus antepasados paternos eran igual de problemáticos: la abuela pertenecía al pueblo mongol de los calmucos de Asia Central, lo que desfiguraba la imagen de ruso puro de Lenin. También durante la dictadura estalinista esta información trató de enterrarse.
El hecho clave
En su adolescencia, cuando contaba con 17 años, se registró un acontecimiento que tuvo un enorme e inmediato impacto en la vida de Lenin: la ejecución de su hermano Sasha. El joven, junto con otros cuatro camaradas radicales, fue ahorcado por intentar asesinar al zar Alejandro III el mismo día que se cumplía el sexto aniversario de otro magnicidio: el atentado mortal contra el emperador Alejandro II. La familia Uliánov, convertida en renegada, tuvo que huir de Simbirsk y Vladímir Ilich empezó a sumergirse en la literatura política radical que había leído su prójimo, descubriendo el mundo del marxismo.
Este episodio, sumado a la muerte de su padre un año antes a causa de una apoplejía, despojaron a Lenin de toda felicidad y buen humor que le habían caracterizado hasta entonces. "Vladímir se convirtió en una persona muy seria y contenida, muy estricta, cerrada en sí misma y concentrada en su objetivo", explicaría su hermano menor Dimitri. Ya en Kazán, desgrana Victor Sebestyen, "era un hombre en el punto de mira de las autoridades, sospechoso por asociación con su hermano y potencialmente problemático. Des esta forma, lo pusieron rumbo a la colisión directa con el régimen zarista".
Con esos antecedentes, cualquier mínimo error podía costarle muy caro. Y así le sucedió por participar en una protesta pacífica estudiantil en la Universidad de Kazán. Le expulsaron por ser quién era y debió educarse a sí mismo leyendo los clásicos socialistas y libros de filosofía, economía e historia. A pesar del veto, tenía permiso para examinarse como estudiante externo de la Universidad de San Petersburgo. Se sacó la carrera de Derecho de cuatro años en solo doce meses y se licenció como el primero de su generación, con la mejor nota en los catorce exámenes. "Fue un logro intelectual fenomenal y, en una de las ironías rusas que tanto le gustaban, se convirtió en el licenciado en Derecho más brillante mientras la policía lo vigilaba por se un posible delincuente subversivo", escribe el periodista.
Otro de los aspectos más novedosos de esta biografía es descifrar al Lenin enamorado y el relevante papel que jugaron las féminas —su madre, que nunca dejó de cuidar su cuenta, sus hermanas, su esposa Nadia y su amante Inessa Armand— en sus peripecias. "A lo largo de su vida, Lenin confió en una red de mujeres devotas que mostraron una total lealtad hacia él y, la mayoría de ellas, a su causa revolucionaria. Hicieron enormes sacrificios por su carrera y, en ocasiones, corrieron enormes riesgos por él", asegura Sebestyen. La cara desconocida del forjador del Estado soviético.