En torno al año 800 a.C., ya desde finales de la Edad del Bronce, el castro de Chao Samartín, ubicado en Grandas de Salime (Asturias), presentaba el aspecto de un poblado fortificado. En la explanada superior del asentamiento, los indígenas construyeron estructuras monumentales, como una gran cabaña o un edificio de robustos postes de madera embutidos en paredes de mampostería. Junto a la puerta de acceso a esta acrópolis —no era un espacio de uso residencial, sino destinado a ceremonias—, en una pequeña caja de piedra cerrada con una losa, enterraron el cráneo de una joven mujer de unos quince años, probablemente como parte de la liturgia fundacional del sitio.
Esos restos óseos salieron a la luz en 2001, como parte de las excavaciones arqueológicas que analizaban la historia del yacimiento, y constituyen un hallazgo extraordinario. "Es el único depósito humano documentado en el ambiente castreño de aquella época, un elemento excepcional en el registro de los castros de la Edad del Hierro, cuyo mundo funerario es un misterio", explica Ángel Villa, arqueólogo y director entre 1995 y 2014 de las investigaciones en el sitio, declarado Bien de Interés y que constituye uno de los ejemplos más importantes de la protohistoria del noroeste peninsular.
Pero no es este cráneo el único descubrimiento de relevancia que ha arrojado Chao Samartín, un yacimiento cuya ocupación se prolonga hasta el siglo II d.C y con una secuencia estratigráfica impresionante. Además, se han documentado talleres de orfebrería, donde los artesanos locales forjaban las joyas de metales preciosos; saunas castreñas, una suerte de precedente de las termas romanas y que vienen a confirmar que estos edificios son una una creación vernácula de los pueblos del noroeste peninsular; o las murallas de módulos, compartimentadas en unidades yuxtapuestas y que no responden a una estructura lineal. "Y de la época de dominación romana, todo lo que hay aquí es extraordinario", resume Villa.
Pero el castro está en peligro. Unas obras de consolidación impulsadas por el Ayuntamiento de Grandas de Salime y que cuentan con el apoyo del Gobierno regional, con un presupuesto de 740.000€, amenazan con llevarse por delante parte de este tesoro del patrimonio histórico español. Y de ello alertan los expertos: un grupo de casi un centenar de expertos nacionales e internaciones, con primeros espadas de los estudios de la prehistoria y la historia antigua, la arqueología, la paleografía, la restauración o la conservación, ha firmado un manifiesto en el que reclaman al Gobierno de España y al Principado de Asturias que paralicen el proyecto ante las "graves consecuencias" que podría tener.
Los firmantes [aquí puede consultar la lista] piden que se tenga en consideración el informe del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) elaborado el año pasado, en el que se solicitaba "encarecidamente la refacción total de la propuesta presentada, atendiendo a los criterios apropiados de conservación referidos por la normativa nacional e internacional, así como el concurso de profesionales de la Conservación Arqueológica y arqueólogos conocedores de todos los condicionantes científicos del sitio". El plan de las obras, denuncian los científicos, está solo amparado por el punto de vista de los arquitectos, que no han consultado a los investigadores especializados que han sido responsables de la excavación, interpretación histórica y divulgación científica del yacimiento.
"Hay un afán por modificar de forma grosera el aspecto actual del yacimiento que no beneficia a su disfrute ni a la mejor comprensión de un registro arqueológico extraordinario en Asturias", denuncia Ángel Villa, que firma el manifiesto como miembro del Museo Arqueológico de Asturias y Real Instituto de Estudios Asturianos. En las obras se plantearon errores de bulto, como el desmontaje de los muros inclinados para su posterior reconstrucción. El problema es que este fenómeno es el reflejo de un terremoto que golpeó al castro en el siglo II y que jugó un papel fundamental en su destrucción y abandono. Por eso es necesario conservarlos tal y como están.
Los conservadores que suscriben la demanda, como Fernando Carrera Ramírez, presidente de la Asociación Profesional de Conservadores Restauradores de España, tildan el proyecto de obras de consolidación como una propuesta "depredadora" que "no busca la conservación de un yacimiento arqueológico y sus valores, sino la mera restauración —en su sentido más negativo— de unas estructuras antiguas". Miguel Ángel López Marcos, por su parte, considera que "el proyecto presentado sigue las pautas de cualquier manual de construcción sin añadir nada ni moverse del ritual civil" y que altera el discurso arqueológico del sitio.
La polémica intervención estaba prevista para esta primavera, pero la crisis del coronavirus la ha pospuesto sine die. A principios de año, la Consejería de Cultura de Asturias había revisado el proyecto y renunciado a algunas actuaciones, un movimiento insuficiente según la opinión de los expertos. Reiteran "la alerta expresada en su momento por las previsibles consecuencias, en muchos casos irreversibles", que las obras "implican sobre el yacimiento, sobre los restos ya descubiertos y sobre los depósitos sedimentarios hasta la fecha intactos".
Romanos y el terremoto
Antes de las investigaciones arqueológicas, se creía que la vida del asentamiento de Chao Samartín comenzaba con la llegada de los romanos al noroeste peninsular. Pero este castro fue una auténtica capital de los poblados prerromanos, con una ocupación que comienza en el siglo VIII a.C., y cuyo carácter simbólico ritual se recupera durante los primeros compases de la monarquía astur. En esa época se instaló un cementerio que estuvo vigente hasta el siglo X, aunque se siguieron realizando enterramientos esporádicos hasta casi la Edad Moderna.
Tras las guerras cántabras y la conquista del norte de Hispania por las legiones del emperador Augusto, Chao Samartín fue romanizado, convirtiéndose en un relevante enclave en la explotación de las minas de oro, que probablemente se corresponda con Ocela por una inscripción hallada en una olla de cerámica. ¿Hubo una conquista violenta? "Estos castros era unidades muy limitadas, con poblaciones que no superaban las 100-150 personas; la resistencia que esta gente pudo practicar desde sus poblados era poco eficaz. Por ese motivo los horizontes de destrucción no aparecen en la estratigrafía de época romana", explica Ángel Villa.
En el poblado de la Edad del Hierro, los romanos construyeron estructuras para guarecer a los soldados que seguían los patrones de los barracones de los campamentos. "Por primera vez dentro de un castro indígena se demostró el asentamiento de militares", destaca el arqueólogo. En el interior del recinto también construyeron una domus, una casa nobiliaria en la que se hospedaba el administrador y cuyas paredes estaban decorada con lujosos frescos y refinadas pinturas murales.
La historia antigua del yacimiento concluye en el siglo II, cuando una sacudida sísmica provoca el derrumbe de todas las estructuras, que se cayeron en bloque sellando su interior. Un desastre natural que ha favorecido la conservación de muchos de los tesoros arqueológicos desenterrados en las últimas fechas. "En solo una de estas pequeñas cabañas de 3x4 metros pueden aparecer cientos de recipientes de cerámica, joyas, monedas... Chao Samartín es un lugar extraordinario", concluye Villa. Un ejemplo único de la personalidad y madurez de la cultura castreña que no puede perderse.