Una cadena de WhatsApp con un episodio famoso —y manido— de la Guerra Civil se ha hecho viral estos días. Probablemente haya recibido el mensaje. Empezaba así: "Hoy [por el 14 de septiembre] se cumplen 84 años del mayor atraco de la historia de la humanidad. Como suena!! Sucedió en Madrid y aún así es desconocido en sus verdaderas dimensiones por la mayor parte de los españoles. Imagínate la de estudios, novelas históricas, películas, obras de teatro, óperas, cuadros y esculturas que se podrían hacer con semejante suceso. Pero no pasa nada de nada porque lo perpetraron gentes que tienen patente de corso aquí, allí y allá".
Ese "atraco monstruoso" cometido en el Banco de España en 1936 hace referencia al envío de tres cuartas partes de las reservas auríferas del país —510 toneladas; España ocupaba en ese momento el cuarto puesto mundial— a la Unión Soviética de Stalin. El archiconocido "oro de Moscú". Una operación aprobada por el Gobierno republicano que le ayudaría a pagar al contado los suministros bélicos para combatir la sublevación de Franco y el resto de generales, como han demostrado las investigaciones de numerosos historiadores.
Según el citado y sesgado mensaje, lo que ocurrió esa jornada del 14 de septiembre fue lo siguiente: "Un grupo de cerrajeros, sindicalistas y pistoleros de la 'Motorizada' (la guardia personal del líder del PSOE Indalecio Prieto que menos de dos meses antes habían asesinado a Calvo Sotelo) asaltaron el Banco de España que estaba donde ahora, en la plaza de Cibeles. Los enviaba el ministro de Hacienda, del PSOE, Juan Negrín. El gobierno lo presidía Francisco Largo Caballero, también del PSOE. Arramplaron con la que era la cuarta reserva de oro del planeta. El cajero mayor se suicidó de un disparo en su despacho, abrumado por semejante expolio".
Además del lenguaje utilizado, que remite a un asalto a punta de revólver como los de las películas de vaqueros, la compartida cadena contiene importantes manipulaciones históricas. "Todo lo que dicen, salvo cuatro chorradas, es falso", asegura a este periódico Ángel Viñas, autor del estudio más importante sobre la operación, El oro de Moscú: alfa y omega de un mito franquista (Grijalbo, 1979). Y son obviedades, señala el historiador, como los cargos de Largo Caballero y Negrín, que las reservas auríferas partieron de Cartagena hacia la URSS y que por esas mismas fechas se forzaron las cajas de otros establecimientos bancarios de Madrid. Este es un breve resumen de cómo se gestó el transporte del preciado metal y quién participó en él.
No hubo suicidio
A principios de septiembre de 1936, en el seno del Gobierno republicano existía una gran preocupación ante el avance imparable de las tropas de Franco hacia la capital. Perder Madrid no solo sería un catástrofe estratégica, sino también económica al conservarse en la sede del BdE los fondos con los que mantener el esfuerzo de guerra. El día 13, un Decreto Reservado publicado en la Causa General y emitido por Manuel Azaña, presidente de la República, a instancias de Largo Caballero y Negrín, que lo firmó ya como ministro de Hacienda, autorizó el traslado del oro.
"Quienes se ocuparon de la operación fueron empleados del Sindicato del Banco protegidos por fuerzas de Carabineros a base de tres turnos diarios. No salieron del Banco y allí comían y dormían", relata Ángel Viñas, descartando cualquier "atraco" en la acepción más literal de la palabra. Primero José María Rancaño, funcionario del BdE, y luego Francisco Méndez Aspe, exsubsecretario de Hacienda y luego director general del Tesoro, fueron los encargados de dirigir el proceso, que duró una semana y fue autorizada por el Consejo de la entidad bancaria: "La evacuación llevó varios días y no quedó en secreto porque el transporte de algo más de 10.000 cajas no era labor pequeña". Además de la versión de estas dos figuras, el historiador señala que hubo varias personas más implicadas en el asunto que dejaron sus testimonios de lo que ocurrió: Amaro del Rosal, posterior director de la Caja de Reparaciones, y el también funcionario del BdE Esteban Pérez Joanico.
Los lingotes de oro se llevaron en camiones a la estación de Atocha, bajo el control de fuerzas de Carabineros, de las milicias y de algunos integrantes de la "Motorizada" —"pero nada de esto tiene la menor significación", dice Viñas, autor de La otra cara del Caudillo o ¿Quién quiso la Guerra Civil?, ambas editadas por Crítica— y desde allí a Cartagena por ferrocarril. La primera expedición partió el 15 de septiembre hacia las 11.30 de la noche, en la que iba el funcionario Esteban Pérez, tal y como relataría después a los vencedores. El convoy llegó a las 16.30 horas del día 16 porque fue necesario transbordar parte de la carga en Alcázar de San Juan, La Roda y Hellín, al recalentarse por exceso de peso los cojinetes de algunos de los vagones.
En esta sucesión de acontecimientos, ¿se produjo realmente el suicidio de un trabajador del BdE? Responde Viñas: "Los autores de este grotesco mensaje ligan el suicidio del cajero del Banco de España con la salida del oro. Son unos ignorantes centuplicados. Dicho señor se llamaba Tomás Sanz, quien se suicidó en noviembre, dos meses después. Dejó escrito las razones. No se encontraba ya con resistencia física ni salud para continuar la intensa y penosa labor que llevaba realizando desde hacía cuatro meses. No podía abandonar su puesto. No tenía sustituto. Faltaba personal. Los servicios funcionaban con dificultad. Y entonces decidió cortar por lo sano".
Con el oro ya a salvo en Cartagena, el 6 de octubre el Consejo de Ministros, a propuesta de Largo Caballero, refrendada por Azaña y ejecutada por Negrín, tomó una decisión crucial: remitir tres cuartas partes de las reservas auríferas a Moscú. "En el texto solo se indicó que Largo Caballero y Negrín quedaban autorizados a trasladarlo al lugar que considerasen que garantizaba su seguridad", matiza Viñas. Y así fue, el día 25, a bordo de cuatro buques soviéticos —Kim, Jruso, Neva y Volgoles; no Kine, Kursk, Neva y Volgoles, como se dice en el mensaje viralizado— zarparon hacia Moscú las 510 toneladas del precioso material distribuidas en 7.800 cajas.
"Unos cuantos periodistas y algún que otro historiador, que no conocen nada de las circunstancias de la época, todavía critican el traslado a la URSS. No había alternativa", zanja el experto. "Algunos se refieren a las afirmaciones del socialista Luis Araquistáin después de la guerra [de que el oro se envió a Rusia por coacción soviética]. Mintió como un bellaco".
El mito del oro
Juan Negrín, al término de la Guerra Civil, conservó los principales documentos de esta operación, que tras su fallecimiento en 1956 serían entregados por sus herederos al Gobierno de Franco. El dictador exigió a la URSS la devolución de al menos una parte del oro, pero la respuesta que obtuvo es que la República se lo había gastado todo. Así lo corroboró el economista Juan Sardá en un libro oficial titulado El Banco de España. Una historia económica, editado en 1970 por la propia entidad y censurado por las autoridades franquistas al ir contra el mito de que Stalin se había quedado todo el oro sin nada a cambio, algo inaceptable. "El tesoro español entregado a la URSS fue efectivamente gastado en su totalidad por el Gobierno de la República durante la guerra", escribió.
Con el oro movilizado, según cuenta Enrique Moradiellos en su obra Historia mínima de la Guerra Civil (Turner), los republicanos fueron capaces de generar un volumen de 744 millones de dólares, una cifra cercana al gasto de los golpistas: obtuvieron entre 697 y 710 millones de dólares mediante el recurso al crédito italo-germano. La República utilizó las divisas generadas por las operaciones de venta de oro para comprar material bélico y servicios diversos, como importaciones de alimentos, carburante, material sanitario, pago de "comisiones" de soborno a funcionarios extranjeros para conseguir permisos de exportación, etcétera. Además, según el hispanista Gerald Howson, buena parte de las armas compradas a los soviéticos era material anticuado y fueron pagadas al contado a precio de mercado internacional.
"Así pues —escribe Moradiellos—, cabe desmentir el mito propagandístico franquista del 'oro de Moscú' robado por los republicanos y entregado a Stalin sin contrapartida. De hecho, el mismo destino había corrido el resto de las reservas de oro, vendida al Banco de Francia y cuyo contravalor sirvió para pagar suministros procedentes de dicho país. Por motivos obvios de interés político, sobre ese 'oro de Francia' no se hizo igual campaña de propaganda". Una maquinaria que sigue tejiendo sus tentáculos en la actualidad.