Si Felipe I de Orleans ha pasado a la historia no ha sido por ostentar el ducado de Orleans, sino por ser el hermano menor de Luis XIV, el Rey Sol. Hasta el nacimiento del Gran Delfín, Felipe fue el heredero al trono de Francia. Sin embargo, la concepción de su sobrino le apartó de la línea sucesoria y lo condenó al ostracismo real.
Ni siquiera sus victorias militares en la guerra franco-neerlandesa le permitieron ganarse el favor de su hermano mayor. En el campo de batalla, ambos hermanos dejaron sus diferencias a un lado para luchar juntos e idear una estrategia eficaz que derrotara a Guillermo III de Inglaterra, príncipe de Orange.
El Rey Sol, no obstante, no le otorgó ningún mando ni dirección militar ya que él quería acaparar todo el poder absoluto como monarca. De esta manera, Felipe se dedicó a disfrutar de la vida que le brindaba su posición real: frecuentaba la ciudad de París para acudir al teatro y a la ópera y se dejaba caer por las ferias y mercados de la ciudad.
En cuanto a sus vicios personales y fiestas que preparaba, la discreción de Felipe de Orleans no era mucho mayor. Ya desde la infancia se le conocía como un niño afeminado con gustos de niña. Le gustaba disfrazarse de mujer y maquillarse. Su madre, Ana de Austria y Austria-Estiria, le llamaba "mi pequeña reina", por lo que sus pasatiempos, extraños para la época, fueron relativamente tolerados en la Corte.
Su homosexualidad
En 1658, cuando Felipe ya había cumplido los 18 años, el cardenal Mazarino adquirió, en nombre del rey Luis XIV, el Palacio de Saint-Cloud para Felipe de Francia. Allí pudo por primera vez dar rienda suelta a sus filias sexuales y a todo tipo de fiestas donde la ropa, tanto en mujeres como en hombres, brillaba por su ausencia. Las orgías eran frecuentes en la agenda real y todo tipo de miembros de clase alta visitaban al príncipe en su nuevo palacio.
De hecho, su primer amante, al menos del que se tiene constancia, fue el sobrino del cardenal Mazarino. Julio Mancini Mazarini sería, según las memorias del duque de Saint-Simon, el primero en "corromperlo". A partir de entonces, Felipe mantuvo relaciones con Armand de Gramont, conde de Guiche y uno de los quebraderos de cabeza de la familia real.
El noble francés, conocido por sus incontables amoríos, se convirtió en la mano derecha de Felipe de Orleans. Armand era bisexual y pronto iniciaría una relación sentimental con el hermano del rey. Lo más llamativo fue que engañó a Felipe para intimar con su propia esposa, Enriqueta de Inglaterra.
Y es que, pese a la conocida homosexualidad de Felipe, este se había casado con Enriqueta en 1661. Es más, incluso llegaron a tener una niña -algunos historiadores afirman que el verdadero padre de la hija era Armand de Garmont-.
Los celos sacudieron el matrimonio ya que ambos habían engañado a su pareja con el mismo hombre. Finalmente, el conde de Guiche fue apartado de la Corte y en junio de 1664 nació Felipe Carlos, el segundo hijo del matrimonio. Felipe siempre fue cariñoso y amable con ella, aunque su verdadera pasión por los hombres siempre la relegó a un segundo plano.
El verdadero amor de Felipe era un tocayo suyo: Felipe de Lorena. Daba igual que Enriqueta tratara de alejar al noble, la obsesión de su marido por él jamás se desvaneció. Enriqueta falleció en 1670, sabiendo que nunca pudo llenar el corazón de su esposo. Por su parte, Felipe se volvió a casar. Esta vez con la princesa Isabel Carlota del Palatinado.
A Felipe I de Orleans nunca le permitieron participar en las decisiones reales. Aún así, siempre trató de mantener los valores de la monarquía aunque aquello supusiera abandonar su orientación sexual y su fijación por los hombres. Tuvo que conformarse con relaciones fuera del matrimonio y las fiestas prohibidas en su hogar.