"Era joven y estúpida. Quería tener un trozo de historia". Nicole, una turista canadiense que visitó el yacimiento de Pompeya cuando tenía 21 años, se muestra así de arrepentida por haber robado varías piezas de la histórica ciudad romana que fue devastada por la lava del Vesubio en 79 d.C.
Pero no porque se haya dado cuenta de que cometió un delito contra el patrimonio, sino porque asegura que una "maldición" la persigue desde entonces. "La mala suerte se ha cebado conmigo y mi familia. No quiero transmitírsela a mis hijos. Perdonadme, he aprendido la lección".
Esta confesión se extrae de una carta redactada por el propio puño de Nicole y remitida a una agencia de viajes. En el mismo paquete iban las piezas que se llevó de Pompeya: dos fragmentos de mosaico, dos trozos de un ánfora y otro de una pared de una domus. Las autoridades del sitio arqueológico las acaban de recuperar.
Desde que visitó el yacimiento, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la turista ha sufrido dos cánceres de pecho y pasado por muchos problemas económicos. "Solo quiero deshacerme de la maldición que ha caído sobre mí y mi familia. Lo siento mucho, un día volveré a vuestro hermoso país para disculparme en persona", ha justificado para entregar las piezas expoliadas.
Pero su caso no es único, una anomalía. Otros dos turistas canadienses, de nombre Alastair y Kimberly G., también se han disculpado por un robo similar que se remonta 15 años. "Devolvemos estos restos que mi mujer y yo nos llevamos mientras visitábamos Pompeya en 2005. Los cogimos sin pensar en el dolor y sufrimiento que estas pobres almas experimentaron durante la erupción del Vesubio y la terrible muerte que tuvieron. Lo sentimos y, por favor, perdonadnos por haber tomado esa terrible decisión", han señalado.
En cuestiones menos científicas, se dice que Amedeo Maiuri, arqueólogo y director del yacimiento hasta 1961, presagió que una maldición caería sobre todo aquel que robase alguna pieza de Pompeya. El expolio y el consecuente arrepentimiento a través de una carta son un fenómeno tan habitual en la antigua ciudad romana que hasta hace unos años se organizó una exposición con el título de Lo que me llevo de Pompeya.