El comienzo del siglo XX español se basó en un constante intento por modernizar las instituciones del país para equipararse poco a poco a sus vecinos europeos. Si en la Península Ibérica eran las grandes ciudades y la capital quienes encabezaban esta renovación, en lugares como las Islas Canarias el ritmo era mucho más pausado. El anacronismo administrativo estaba vigente en el remoto archipiélago, lejos de una España centralista.
En este sentido, mientras que la desamortización de Mendizábal del siglo XIX había hecho emerger todo tipo de museos provinciales que contaban con las reliquias de los conventos expropiados, en Canarias no sucedió lo mismo. La población tuvo que esperar hasta el nuevo siglo para la creación de museos o centros que albergaran los tesoros patrimoniales de unas tierras que, por otra parte, escondían grandes hallazgos.
El expolio al que se vio sometido el patrimonio canario por sus propios vecinos daña y afecta aún a día de hoy el conocimiento de una cultura que se remonta a los años previos de la conquista castellana. "Gran parte del comercio ilegal de bienes arqueológicos desarrollado en Canarias en el siglo XIX se centró en el expolio de cuevas sepulcrales, donde podían obtenerse las codiciadas momias guanches, infravalorándose la mayoría de las veces la propia cultura material asociada a ellas", apunta el Museo Arqueológico Nacional en su texto El patrimonio arqueológico en España en el siglo XIX: el impacto de las desamortizaciones.
Aquel expolio no solo se llevó a cabo por una población que ignoraba el valor de la cultura guanche. La noticia de que en Canarias se encontraban momias y cuerpos ancestrales corrió como la pólvora y todo tipo de arqueólogos y antropólogos viajaron al archipiélago canario. Entre ellos se encontraba Earnest Albert Hooton, una de las pesadillas para el patrimonio de las Islas Canarias.
Un expoliador racista
Earnest Hooton había nacido en Wisconsin (Estados Unidos) en el año 1887. No obstante, se mudó a Reino Unido para completar sus estudios, y pronto se vería involucrado en proyectos relacionados con la búsqueda de barcos funerarios vikingos.
Sus estudios sobre la raza generan polémica a día de hoy, puesto que pese a defender la teoría de la evolución, utilizaba esta misma para establecer diferencias entre razas. Afirmó en más de una ocasión que la raza negra era filogenéticamente más cercana al hombre primitivo que la raza blanca.
En lo que a España concierne, el antropólogo aterrizó en Tenerife en la década de los diez con la intención de encontrar cráneos y todo tipo de restos humanos que arrojaran luz sobre la Prehistoria canaria. "Tras su arribada a Tenerife, y con posterioridad a sus trabajos en las cuevas sepulcrales de los alrededores de Santa Cruz, Hooton se encaminó hacia el sur de la isla el 24 de julio de 1915", explica A. José Farrujia de la Rosa en el archivo disponible en el MAN.
Sin embargo, para cuando Hooton se encontraba en suelo canario se acababa de legislar sobre estas reliquias. Desde 1911, se obligaba custodiar aquellos yacimientos o lugares en los que podrían esconderse objetos de interés histórico y cultural y se apelaba al "patriotismo de sus convecinos" para proteger los tesoros canarios.
El antropólogo, por su parte, no tenía ninguna intención de respetar la nueva legislación vigente en Tenerife. Intentó en varias ocasiones conseguir los permisos de intervención pero estos le fueron denegados. Ante la negativa, Hooton hizo caso omiso a las autoridades y se dedicó a realizar intervenciones ilegales entre el 11 y el 22 de julio de 1915 en la Cueva de La Punta, Montaña de Taco, Cueva del Barranco de San Andrés y en varias cuevas del Barranco de las Higueras. Según explica el autor del texto, aquellas intervenciones no sentaron nada bien a los responsables del Museo Antropológico y de Historia Natural de Santa Cruz de Tenerife —el cual llevaba funcionando desde el año 1902— ni a las autoridades locales.
¿Momias en EEUU?
De esta manera, como era de esperar tras el largo historial de Hooton en España, este optó por no devolver los materiales que la Guardia Civil le había ordenado entregar. "A pesar de que se ordenó la confiscación de los materiales expoliados por el antropólogo norteamericano, prohibiéndose su envío a Estados Unidos, lo cierto es que éstos acabaron en el Peabody Museum de la Universidad de Harvard", se explica en el archivo disponible en el Museo Arqueológico Nacional.
Este expolio se pudo llevar a cabo gracias a la intervención de Alexander Baillon, quien se encargó personalmente de su envío una vez que Hooton había abandonado Tenerife. El antropólogo finalmente no pudo llevarse momias enteras, sino que tuvo que conformarse con cráneos, huesos y demás partes de cuerpos que actualmente se exponen en Estados Unidos. Según indica el Museo de Naturaleza y Arqueología de Tenerife, esta "relativamente importante colección de restos esqueléticos" salió del país después de que los camuflara con otros huesos animales.
"El episodio de la extracción ilegal de restos arqueológicos canarios por parte de un antropólogo académico norteamericano tiene un innegable carácter colonial", considera el arqueólogo canario A. José Farrujia de la Rosa.
Hooton abandonó Tenerife a finales de agosto y jamás volvería a las Islas Canarias. Lo intentó en años posteriores, pero no se le dio el permiso para explorar. Así, al igual que los cráneos que se marcharon de Tenerife ilegalmente, el expoliador tampoco regresó al archipiélago.