Sobre Felipe V de España mucho se ha escrito a lo largo de los siglos. Se ha afirmado que tenía una personalidad quebradiza e insegura -frágil y con tendencia a la melancolía-, e incluso se ha llegado a decir que en mitad de sus sueños y alucinaciones creía ser una rana y se comportaba como tal, dando brincos por palacio.
Al fin y al cabo, el monarca marcó un antes y un después en la historia de España y su reinado ha sido profundamente analizado por los historiadores de este país. Otra de las características del primer rey Borbón que tuvo España fue lo rota que se encontró la corona. Carlos II, el último de los Austrias, más conocido como el Hechizado por su aspecto enfermizo y mente frágil, murió el 1 de noviembre de 1700 sin descendencia, lo cual desencadenó un conflicto sin precedentes en nuestro país.
El doctor en Historia Rubén Sáez Abad publica ahora una completa obra sobre la vida del monarca, donde destaca que su reinado no puede comprenderse sin los conflictos en los que se involucró. "Si hay un reinado en la España Moderna que estuvo marcado por la guerra, ese es el de Felipe V. Accedió al trono por la fuerza de las armas, viéndose forzado desde sus primeros meses de gobierno a defender sus derechos sucesorios por la vía militar y finalizó sus días sin que concluyera el último de los enfrentamientos armados en los que tomó parte", reflexiona el autor en Felipe V. Un reinado en guerra (HRM ediciones).
La Guerra de Sucesión fue el primero de los problemas de Felipe V, conocido como Felipe de Anjou. Su rival, el archiduque Carlos, pretendía erigir un nuevo Imperio de los Habsburgo como en tiempos de Carlos V. "Todavía no se había olvidado en el continente el tiempo en el que los ejércitos españoles campaban por Europa con total impunidad", escribe Rubén Sáez Abad. Además, Francia tampoco quería verse rodeada, por lo que los dos bandos iniciaron una cruenta y larga guerra en territorio español.
Tratado de Utrecht
Así, Luis XIV apoyó la candidatura de los Borbones, mientras que Inglaterra, que temía a una Francia demasiado poderosa, se posicionó a favor del archiduque. Tras una década de lucha, se dieron los primeros pasos hacia una paz en 1712 en la ciudad de Utrecht. Curiosamente, en ninguno de estas conversaciones iniciales estuvo presente un representante español: fueron los principales dirigentes europeos "los que habrían de dirimir el destino de España".
Finalmente, las exigencias de Inglaterra se impusieron. Para evitar que los franceses dominaran Europa, aceptarían salir de la guerra si Felipe V, por aquel entonces principal heredero de España y de Francia a la vez, rechazaba el trono francés. Según los ingleses, las coronas de España y Francia debían quedar separadas.
"A causa de la intransigente postura de Inglaterra, el rey español debería elegir. Como respuesta a las exigencias inglesas, el 9 de noviembre Felipe V pronunció un discurso ante las Cortes, haciendo pública la renuncia a sus derechos al trono francés", señala el autor.
Haciendo mención al amor que sentía hacia los españoles, estas eran sus palabras exactas: "Yo, don Felipe (...) por el presente instrumento, por mí mismo, por mis herederos y sucesores, renuncio, abandono y me desisto para siempre jamás de todas pretensiones, derechos y títulos que yo o cualquiera descendiente mío haya desde ahora o pueda haber en cualquier tiempo que suceda en lo futuro a la sucesión de la Corona de Francia".
De esta forma, en el mes de agosto se firmó el Tratado de Tregua y Armisticio entre España, Francia e Inglaterra. Al fin los ingleses abandonaban la guerra y se comprometieron a no enviar nuevos contingentes militares a Cataluña.
Asedio de Barcelona
Para Felipe V, Cataluña no era un territorio cualquiera. Desde el primer momento había apoyado incondicionalmente la causa del archiduque y el monarca español pretendía despojar al territorio de sus fueros. Además, tras el abandono de los demás Estados, Cataluña estaba sola.
Para el mes de julio de 1713, el principado de Cataluña contaba con 4.000 soldados reclutados y otros tantos voluntarios y milicianos, una cantidad incapaz de hacer frente a las tropas de Felipe. Tras un bloqueo marítimo, el asedio duró dos meses. Pese a la resistencia ejercida por los barceloneses, la superioridad borbónica se hizo notar y el 12 de septiembre se firmó la capitulación de Barcelona.
"Tras concluir el asedio, los daños sufridos por la ciudad habían sido cuantiosos, a causa de las 20.000 bombas que habían caído en su interior", comenta Sáez Abad. Un tercio de los edificios de Barcelona había quedado completamente destruido y otro tercio sufrió serios daños.
No obstante, con la caída de Cataluña, por fin podría terminar con los últimos resistentes de una guerra que ya estaba ganada. Aquella victoria no sería una victoria total, puesto que a partir de esta guerra se inicia lo que los historiadores españoles califican como la "decadencia de España". A partir de aquel momento, la guerra se convertiría en tradición para Felipe, ya fuera en Italia para recuperar las tierras perdidas o en la guerra de sucesión de Austria.