"Muy de noche lo mataron, con toda su compañía. Caballero entre los duques, corazón de plata fina". El romance de la muerte de Torrijos de Federico García Lorca es, junto al cuadro de Gisbert o el soneto de Espronceda, uno de los retratos más excelentes de la figura de José María de Torrijos, el general romántico que dio la vida por la libertad.
Nacido a finales del XVIII, Torrijos creció en Madrid dentro de una familia de funcionarios cortesanos trasladados desde Andalucía. Cristóbal y Petronila, sus padres, consiguieron que con sólo diez años José María llegara a la corte como paje de Carlos IV. Fue allí, en palacio, donde el futuro héroe liberal conocería su pasión por la carrera militar.
Con apenas 17 años luchó en las calles de Madrid el 2 de mayo de 1808 con Daoiz y Velarde. Estuvo presente en las batallas de Valencia, Murcia o Cartagena donde demostró sus indudables dotes de mando sobre el terreno. En Tortosa, Tarragona, cayó herido y le apresaron, aunque tardó poco en huir de la prisión para volver a tomar las armas en plena Guerra de Independencia.
Cuando termina la guerra contra los franceses y el 4 de mayo de 1814 Fernando VII vuelve como rey absoluto, Torrijos tiene la opción de partir a América. Su desafección por las ideas fernandinas hace que rechace participar de la represión en las colonias americanas. La reorganización militar de 1815 le convierte en coronel del regimiento Lorena y se traslada a Murcia. Desde allí estará en contacto con distintos militares que fracasarán en distintos pronunciamientos liberales.
Los contactos de Torrijos, documentados por la correspondencia con otros militares, le llevaron a la cárcel en 1817. Nada valía más para Torrijos que la libertad, y fue por eso que supuso una continua amenaza para los fernandinos en pleno sexenio absolutista. En 1820, fruto del pronunciamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan, otras ciudades se levantan esgrimiendo la Constitución de las Cortes de Cádiz. Torrijos es liberado y el 29 de febrero de 1820 el movimiento liberal y constitucionalista se afianza en Murcia.
Torrijos fue nombrado, pese a su oposición inicial, ministro de Guerra en 1823, con 32 años. Al grito de ¡Vivan las cadenas! los Cien Mil Hijos de San Luis fueron recibidos en una España que deseó volver al absolutismo fernandino. Fue el 18 de noviembre de aquel año cuando el general José María de Torrijos tomó camino a Francia desde Cartagena, donde el gobierno francés se había comprometido a pagar un subsidio por el acuerdo de capitulación.
Fue poco el tiempo que Torrijos y sus hombres permanecieron en Francia. La hostilidad de su gobierno ante los liberales españoles hizo que el general arribara en marzo de 1824 a Londres, donde sobrevivió con el dinero que otorgó el duque de Wellington a los españoles que combatieron contra los franceses en la Guerra de Independencia.
El barrio de Somers Town en Londres se convirtió en una suerte de tertulia liberal española: Mendizábal, Argüelles, Espoz y Mina, la viuda de Riego, el duque de Rivas o Espronceda se reunían periódicamente para conversar sobre la situación política de una España oscura, inmersa de pleno en la década ominosa. Las tertulias liberales londinenses dieron pie a la creación de la Junta directiva del alzamiento de España.
La creación de esa Junta hizo que la oposición liberal en el exilio se dividiera. De un lado, los partidarios de Espoz y Mina, que habían dado por perdida cualquier posibilidad de acabar con el absolutismo y que consideraban inviable un nuevo pronunciamiento. Por otro, Torrijos y sus hombres, que sí veían posible acabar con la oscuridad reinstalada por las políticas fernandinas.
En 1830, junto a su amigo y compañero de ideales Robert Boyd, Torrijos pone rumbo a la Península. Llega a Gibraltar donde el 9 de septiembre se propone la empresa de crear las estructuras necesarias para poner en marcha el pronunciamiento liberal que ansiaba. Con Riego siempre en la memoria por su triunfo una década antes, Torrijos soñaba con reponer la Constitución de 1812.
1831 será un año difícil y terminará con su muerte. Torrijos ve como los suyos van cayendo en los diferentes intentos: Manzanares y su expedición a Estepona, los ataques contra La Línea de la Concepción o Algeciras hicieron que el ánimo de los liberales flaqueara y consideraran un imposible hacer triunfar un pronunciamiento contra el rey.
El general José María de Torrijos, adalid de la libertad y constitucionalista convencido, decide tomar la iniciativa a sabiendas de que su llegada a España supondría su inmolación. Murió tras dar la batalla de la libertad, acatar la Constitución de las Cortes de Cádiz y buscar hasta su último aliento romper las cadenas del absolutismo. El 11 de diciembre de 1831, junto a los 48 hombres que le acompañaron en su empresa, cayó fusilado en la Playa de la Misericordia de Málaga.
La memoria del pueblo le dedicó, con los sones del Himno de Riego, la letrilla que le amarraba al imaginario español como el liberal constitucionalista que fue: "Si Torrijos murió fusilado no murió por canalla o traidor. Murió con la espada en la mano defendiendo la Constitución".
Málaga, 1831
¿Qué llevó a Torrijos a Málaga en diciembre de 1831? Una larga lista de derrotas de los suyos hizo que el liberal saliera de Gibraltar con rumbo a Málaga en una expedición junto a otros 48 liberales y 12 marineros. Los ánimos de los liberales estaban mermados y Torrijos sabía que quedaban pocas oportunidades de devolver la libertad a España.
Los 61 hombres desembarcaron el 2 de diciembre tras recibir el fuego del cañón del buque que había prometido escoltarles. El primer contratiempo no tardó en llegar: el capitán del Neptuno traicionó a Torrijos que se vio obligado a llegar precipitadamente a tierra. Fue en la punta del Faro de Calaburras, en Mijas.
Pisaron tierra española con una bandera rojigualda orlada con dos bandas celestes -para diferenciarse de los absolutistas-, varios ejemplares del Manifiesto a la nación y un lema grabado a fuego en sus voluntades: Patria, libertad e independencia. De traición en traición, Torrijos fue convencido para arribar detenido a Málaga junto al gobernador González Moreno.
No fue la primera de las traiciones de González Moreno a Torrijos. Bajo el pseudónimo de Viriato, el gobernador se carteaba anónimamente con el general. Llegó a afirmar que, de desembarcar en Málaga, Torrijos contaría con 2.500 voluntarios y guarniciones. El general se dejó seducir por la idea y salió con rumbo a las costas malagueñas. En una de las últimas cartas remitidas a su mujer, Torrijos decía estar dispuesto a dar su vida por la libertad. Su vuelta a España se convirtió en una suerte de inmolación.
Tras pasar cinco días presos y a pesar de los esfuerzos realizados por algunos paisanos para que Fernando VII se apiadara de sus vidas, el contingente liberal fue fusilado en la Playa de la Misericordia de Málaga mientras gritaba otro de los lemas del pronunciamiento fracasado: ¡Viva la libertad! Cayeron los 49 hombres. Sus cadáveres, paseados por la ciudad para advertir a la población del peligro de la libertad, llegaron al cementerio de San Miguel, donde reposaron durante once años, hasta que el pueblo les reconoció con un monumento que aún perdura.
Unamuno y Torrijos
Con motivo del centenario del fusilamiento de Torrijos, Miguel de Unamuno fue invitado para glosar la figura del general. La comunicación parte del Ayuntamiento republicano de Málaga y pide al rector de la Universidad de Salamanca que acuda a hablar del personaje.
Unamuno respondió con una afirmación rotunda sobre su asistencia a Málaga para hablar de este general "monárquico y constitucionalista". El historiador Esteban Alcántara, presidente de la Fundación Torrijos 1831, relata que la respuesta de Unamuno supuso una alteración importante entre el ambiente republicano en la ciudad.
En aquel diciembre de 1931 se aprueba la Constitución de la II República y Alcalá Zamora es nombrado presidente. En mitad de estos hechos, Unamuno llegó a Málaga a dar una conferencia sobre Torrijos en el Teatro Cervantes.
Las autoridades republicanas se extrañaron de la afirmación del escritor, por lo que el segundo teniente de alcalde, Modesto Laza Palacios, recibió el encargo de hablar con Unamuno para evitar que dijera esas palabras. "No entendían cómo un declarado republicano afirmaba que Torrijos fue monárquico y constitucionalista", afirma Alcántara.
Las autoridades recibieron a Unamuno en la estación de tren y el citado Laza Palacios acompañó al bilbaíno al hotel Regina, uno de los pocos que existían en la Málaga de la época. Ya a solas, Laza y Unamuno entablaron conversación. El teniente de alcalde hizo saber a Unamuno que existía un cierto malestar por su respuesta a la carta de invitación.
Unamuno, sabedor de la certeza de sus palabras y poco acostumbrado a que sus afirmaciones fueran rebatidas, contestó a Laza que no era posible cambiar la historia. Torrijos fue monárquico y constitucionalista. En 1931 se exaltaba la figura del general como la de un ejemplo de republicanismo. En aquella década de efervescencia liberal, el personaje tomó un auge especial rodeado por un aura ficticia que le llevó a ser un referente de los republicanos malagueños.
Unamuno no torció el brazo y dejó claro que su labor era hablar de la figura tal y como era. Es decir, tenía que hacer mención a su condición de general monárquico. Los dos hombres llegaron a un acuerdo, según relata Alcántara, por el que al finalizar la presentación del escritor, durante la ovación de bienvenida, Unamuno lanzaría esas palabras.
Las crónicas periodísticas de la época obviaron el inicio de la conferencia por el atronador aplauso que no permitió escuchar el arranque del discurso. En el año 31 la prensa local reflejó que las primeras palabras de Unamuno sobre Torrijos fueron inaudibles. Fue Laza Palacios quien contó en 1976 este acuerdo que había estado escondido durante 45 años.
Un personaje de cine
El presidente de la fundación que lleva el nombre de Torrijos, Esteban Alcántara, cree que el general es un personaje digno de protagonizar una película, algo que cree que debía haber sucedido hace mucho tiempo. Su historia lo vale. Si Torrijos hubiera sido el héroe que es pero hubiera nacido en otro lugar, "tendría más de una película. Me extraña que no la tenga. Es un personaje bastante limpio".
Se refiere Alcántara a que Torrijos defendía unos principios y valores que encajan "en cualquier tiempo", además de destacar la naturaleza romántica del general, al que compara con los protagonistas de cintas como Braveheart o El Patriota. Destaca el presidente de la fundación que "sabemos por la Historia, que a hombres de espíritus generosos, valientes y decididos, la confianza les condujo a la muerte. Ahí están los casos de William Wallace, El Empecinado o Emiliano Zapata".
No esconde Alcántara que desde su fundación han hecho esfuerzos por presentar la figura de Torrijos en formato audiovisual. Ha intentado convencer a algún director malagueño, pero sin éxito. Ahora que se cumplen 189 años del fusilamiento, puede ser un interesante momento para llegar al bicentenario con un documento que refleje a Torrijos como un héroe de la libertad.
El grumete de Torrijos
En torno al fusilamiento de Torrijos hay algunas leyendas que han perdurado casi dos siglos después. Una de ellas, según relata Alcántara, es la del grumete que acompañó a los 49 fusilados en sus últimas horas. Los que iban a ser ajusticiados fueron privados de comida y bebida durante todo el día previo a su muerte. El general liberal trató de negociar con sus verdugos que, al menos, sus hombres recibieran agua, pero todas las peticiones le fueron rechazadas.
"Se cuenta que a un muchacho joven de los que acompañaba a Torrijos le lanzaron una naranja. Lógicamente, corrió a cogerla y aprovecharon para dispararle". De hecho, Alcántara también afirma que en el famoso cuadro de Gisbert el autor llegó a pintar a un joven marinero. En la composición final desapareció. Sin embargo, en los últimos estudios del Museo del Prado, en una reflectografía, aparecen sobre el lienzo los restos de esa figura junto al monje lector.
En el centenario del fusilamiento, en diciembre de 1931, El Progreso de Tenerife, "diario republicano autonomista", presentaba en portada una columna de opinión en torno al grumete que murió con Torrijos: "Quince años tenía aquel muchacho. [...] Es criminal matar por defender a Dios, al monarca por su gracia, al monstruo que se llama Estado...".
Plaza de la Libertad
Desde hace algo más de dos años, el callejero de Málaga se ha visto ampliado con una nueva plaza. El Ayuntamiento finalizó una de las primeras fases de restauración y reconstrucción del Convento de San Andrés, donde pasó su última noche Torrijos con sus 48 compañeros. Lo que durante décadas fueron escombros, ha sido recuperado para el uso ciudadano.
En las antiguas caballerizas del convento se han levantado algunos de los edificios que fueron cayendo por el paso de los años y el abandono. Ahora, una de las zonas más cercanas a la iglesia del Carmen, está ocupada por la sede de la Fundación Torrijos 1831. El refectorio del antiguo convento sirve como contenedor de un centro de interpretación sobre José María de Torrijos.
A pocos metros, y exento de los edificios principales, se levanta otra pequeña construcción que hoy es la sede de la Fundación Ciudadana del Carnaval de Málaga. Este nuevo espacio, una plaza peatonal junto al convento en reconstrucción, ha recibido el nombre de Plaza de la Libertad, en recuerdo a la importante figura de Torrijos.
Pero no es el único recuerdo que el héroe liberal tiene en Málaga. En la zona donde los 49 hombres fueron fusilados, antaño playa, hoy una de las vías más transitadas por vehículos, se instaló una placa en el lugar exacto. Aquellas playas de El Bulto, hacia donde creció el Puerto de Málaga, guardan otro recuerdo al fusilamiento: una cruz en una rotonda en cuyo pedestal se lee: "Aquí fueron sacrificados por su amor a la libertad "D. José María de Torrijos y demás compañeros de infortunio".
El general también tiene un hueco preeminente en la ciudad. La Plaza del General Torrijos se sitúa al inicio del Paseo del Parque, la partida del eje este-oeste que circula en paralelo al mar. Esta plaza ha sido recientemente remodelada y la fuente de las Tres Gracias que la preside también ha sido restaurada.
Por último, el lugar de verdadera constancia de la figura de Torrijos es la Plaza de la Merced. Zona ilustre presidida por un obelisco instalado en 1842 para acoger la cripta donde descansan los restos de Torrijos y sus 48 compañeros. El diseño, de Rafael Mitjana, tiene un especial significado. Mitjana luchó en la Guerra de Independencia a las órdenes de Torrijos, décadas más tarde se convirtió en arquitecto municipal y fue el encargado de levantar el monumento.
El recuerdo a Torrijos fue sufragado por el pueblo, ya que el Ayuntamiento no participó de este proyecto. Fue Mitjana el que decidió organizar una cuestación popular y una lotería en la que, algunos de los premios, eran una escopeta, un caballo o una mantilla. Fueron los ciudadanos malagueños, con su propio esfuerzo, los que consiguieron que once años después del fusilamiento de Torrijos se trasladaran los restos de los 49 ajusticiados. En una de las placas del obelisco se lee: "A vista de este ejemplo, ciudadanos, antes morir que consentir tiranos", y así nunca olvidar la lucha por la libertad en una ciudad que lleva en su escudo el título de ser "la primera en el peligro de la libertad".