La antigua ciudad de Tarraco, capital de la provincia de Hispania Citerior, fue el centro del Imperio romano entre los años 26-25 a.C., cuando se convirtió en el lugar de residencia del princeps Augusto durante una de las campañas de las guerras cántabras (29-16 a.C.). En esa época se puso en marcha un ambicioso plan urbanístico que dotó a la localidad de un espléndido frente marítimo, con la construcción de un teatro, una basílica y grandes edificios. También entonces empezó a levantarse el primero de los acueductos que abastecerían la actual Tarragona, conocido como el de Les Ferreres o Pont del Diable, que recogía el agua del río Francolí y fue el más monumental.
Ya entrado el siglo I d.C., los ingenieros romanos erigieron otra canalización de unos 50 kilómetros de longitud que se nutría del río Gaià. La última campaña de excavaciones arqueológicas en el Campo de Tarragona, enmarcada en el proyecto de investigación Aqua Augusta, centrado en localizar y documentar el recorrido del antiguo conducto, ha desvelado una gran sorpresa: este acueduto era en realidad dos acueductos de diferentes características que estaban conectados a la altura del municipio de Puigpelat.
Los investigadores del Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC), dirigidos por Jordi López Vilar, han localizado el área donde se acoplan ambas construcciones y les queda ahora por determinar su cronología, para saber si uno es posterior al otro o no. El primer acueducto, tallado en la roca y con unas medidas interiores de 40-45 cm de anchura y de entre 50 y 60 cm de altura, iba desde El Pont d’Armentera, donde hay referencias sobre una presa romana todavía no identificada, hasta Puigpelat, dos poblaciones de la comarca del Alt Camp; mientras que el segundo llegaría hasta Tarraco.
Esta última canalización presenta grandes diferencias, según informa el ICAC en una nota de prensa: es de mayores dimensiones —entre 50 y 65cm de anchura— y estaba cubierta con una bóveda, a una altura aproximada de 1,5 metros. Además, el agua ha dejado mucha más concreción calcárea en el interior. En base a esto, los expertos consideran que este cambio se debe a que en Puigpelat debía haber una segunda fuente de aprovisionamiento, con un agua mucho más calcárea que la del río Gaià.
El proyecto Aqua Augusta, que además de mapear el recorrido de los acueductos busca definir sus características, ha llevado a cabo excavaciones en los términos municipales de El Pont d’Armentera, Aiguamúrcia, Puigpelat, Vallmoll y Els Pallaresos, descubriendo diferentes tramos del acueducto del Gaià. En la campaña del pasado otoño —la financiación corre a cargo de la Diputación de Tarragona, el ICAC y la Mutua Catalana—, los investigadores han podido documentar sectores de hasta quince metros de longitud. También han concluido que la técnica constructiva empleada fue distinta en función de la zona.
Los acueductos de Tarraco, según explican desde el ICAC, representaron "un esfuerzo titánico de obra, ingeniería y logística tan importante como desconocida". Las investigaciones pretender revertir el conocimiento precario que se tiene sobre estas construcciones hidráulicas romanas, especialmente en lo que atañe al recorrido. Hasta el momento se ha podido determinar que el acueducto del Gaià, en su conjunto, es una canalización de cerca de 50 kilómetros —la de Les Ferreres es de 15kms—. Conseguir agua hace 2.000 años costaba mucho esfuerzo.