La primera vez que se tiene constancia del apellido Ferragut es en el siglo XIII. Pedro Ferragut, de Jaca concretamente, acompañó a Jaime I en su conquista de Valencia y Mallorca. 600 años más tarde, David Farragut —le cambió una letra para adecuarlo a la pronunciación norteamericana—, combatía por los unionistas en la Guerra de Secesión.
David había nacido el 5 de junio de 1801 en Tennessee. Era, a efectos prácticos, un sureño más. Sin embargo, su padre había nacido en la isla de Menorca, en Ciudadela. Este le había hablado de cómo era aquella lejana tierra del Viejo Continente y desde entonces ansiaba visitar sus orígenes.
Antes de cumplir su objetivo, David tuvo que enfrentarse a sus vecinos, puesto que aquel sureño se declaró a favor del Norte cuando estalló la guerra en abril de 1861. Su misión consistía en mantener el bloqueo de los puertos de la Confederación en la costa de Washington, tomar Nueva Orleans y controlar la remontada del río Misisipi.
"La tarea era casi imposible, pues Nueva Orleans se encontraba en el delta del Misisipi y río arriba se hallaba protegida por tres elementos de defensa; dos fuertes y la flotilla confederada con un armamento superior al de los buques de Farragut", escribe Joaquín Mañes Postigo en Azules y grises. Una historia de la Guerra de Secesión y sus combatientes españoles (Ediciones Salamina). El hecho es que el sureño de origen menorquín, ignorando las órdenes recibidas, inició un ataque del que salió victorioso.
Los confederados no esperaban ningún ataque debido a su superioridad en aquel escenario. David apretó y venció. "Eso de estar preparado para la derrota no va conmigo. Cualquier hombre que se sienta dispuesto a aceptar la derrota ya está medio derrotado antes de entrar en batalla", escribió el héroe de la Unión.
David Farragut llegó a ser almirante y sobrevivió a la guerra. Fallecería en Portsmouth, New Hampshire, el 14 de agosto de 1870, a los 69 años de edad. No obstante, el almirante logró cumplir su sueño antes de morir. Meses antes viajó por Europa y entre sus destinos se encontraba Ciudadela, el municipio de sus antepasados.
Esta no es la única hazaña que lograron los españoles en la Guerra de Secesión. El libro de Mañes Postigo narra la historia de todos los protagonistas que estuvieron presentes en un conflicto aparentemente tan lejano. En 1860 había españoles y descendientes de ellos en suelo estadounidense, y formaron parte de los ejércitos del norte y del sur.
Batalla de Gettysburg
En esta localidad situada en el estado de Pensilvania, más de 150.000 norteamericanos se batieron entre cañonazos de pólvora y cargas de caballería en el choque más mortal de su guerra civil. La contienda se prolongó tres jornadas y marcó un antes y un después en el resultado de la guerra.
"Gettysburg no puso fin a la guerra. Prosiguió durante casi dos años más, pues fue necesario ese tiempo para destruir por completo la resistencia de la Confederación sureña", afirma Allen C. Guelzo, historiador experto en este conflicto. Entre el 1 y el 3 de julio de 1863 se registraron en ambos bandos alrededor de 5.000 víctimas mortales, más de 20.000 heridos y sobre 10.000 desaparecidos o capturados.
Uno de los personajes más relevantes del cruce entre ambos ejércitos fue el general Meade. Su padre era un comerciante agente del Gobierno estadounidense radicado en Cádiz, donde se arruinó al parecer por su apoyo a España durante las guerras napoleónicas. Este oficial de la Unión nació en la capital gaditana, allí pasó su infancia hasta los 13 años cuando regresó a Estados Unidos al quedar huérfano de padre.
Ya en América se unió al ejército y se casó Margaretta Sergeant también, por circunstancias familiares, nacida en Cádiz. Cuando comenzó la guerra defendió la causa unionista y fue escogido por el propio Abraham Lincoln para encabezar el ejército de la Unión tan solo tres días antes de la batalla de Gettysburg, frenando al general Robert E. Lee, que amenazaba con abalanzarse sobre las ciudades del norte como Filadelfia y Washington.
Meade no fue el único. Una cantidad considerable de españoles había llegado, como tantos otros europeos, con la esperanza de combatir por la Unión, ya que muchos, de tendencias liberales, se sentían identificados con la causa norteña. Algunos de ellos habían luchado en las guerras carlistas o en la guerra de África, pero la mayoría eran marineros que prefirieron el rifle a la mar. Así, varios de estos españoles terminaron defendiendo a la Unión en Gettysburg.
El español Francisco Navarrete se había alistado con 27 años, aunque no está adverado que fuera éste quien capturara una bandera de la Confederación. "Ascendió al grado de cabo el 2 de julio de 1863 en plena batalla", narra Mañes Postigo. Sin embargo, fue herido mientras hacía frente a la suicida carga del mayor general sureño George Pickett.
Sí consta que fue el cabo De Castro, del 19º de Infantería de Massachusetts, nacido en Boston de ascendencia española, quien sí apresó una bandera al enemigo en la batalla de Gettysburg. Por ello, le fue concedida la Medalla de Honor del Congreso.
En el temerario avance de Pickett, donde sus infantes tuvieron que atravesar un descampado de más de un kilómetro de terreno bajo el fuego de la artillería de la Unión, Navarrete terminó siendo capturado. No pudo reintegrarse a su unidad hasta mayo de 1864 y terminó dejando el ejército el mes siguiente.
Españoles confederados
El marinero malagueño José Flores Porras, desempeñó labores de cocina en favor de la Unión. También sirvió en las ambulancias norteñas y fue corneta en el cuartel general de la 3º Brigada entre los meses de julio y septiembre de 1863. También hubo otro malagueño, Miguel Martínez, quien fue adscrito al Cuerpo de Ambulancias; o el asturiano de 20 años Rafael Quiñones, quien compartió desgracia con Navarrete, ya que ambos fueron apresados en Harpers Ferry (Virginia) el 15 de septiembre de 1862.
Aunque la mayoría se enrolaron en la causa norteña, también hubo españoles que apoyaron a la Confederación. "Los españoles del Ejército Confederado estuvieron alistados bien en unidades regulares, bien en unidades mixtas de voluntarios extranjeros o en las propias milicias locales", explica el autor de Azules y grises.
El barcelonés Narciso Monturiol, ingeniero, intelectual y político español, ofreció a la Armada confederada su submarino Ictíneo como arma para lograr romper el bloqueo marítimo de la flota de la Unión. "El inventor español construyó el Ictíneo I, submarino propulsado por la acción de dos personas, pero su invento nunca alcanzó la potencia necesaria para contrarrestar corrientes marinas", apunta el escritor.
También hubo un sacerdote, Juan Bautista Serra, que prestó su ayuda a los sureños aportando recursos y provisiones. En definitiva, la Guerra de Secesión fue un conflicto más en el que los españoles fueron testigos y protagonistas de lo que sucedió durante cuatro años. España era un país que había sido clave para la historia del continente americano, y lo seguía siendo.
Entre los confederados habría que destacar un último hombre. Esta vez, de origen estadounidense pero de corazón español. Conocía el idioma perfectamente y admiraba la cultura española, la cual comparaba con el ambiente rural del sur de Estados Unidos: "Solía comentar que el modo de vida y la idiosincrasia sureñas se parecían mucho a las de la España de la época".
De hecho, el estadounidense, nacido el 4 de julio de 1828, escribió un libro acerca de España y de su pueblo, y los describió como "un pueblo entrañable, caballeroso, y valiente". Perdió la vida tras ser herido de un disparo que le afectó el abdomen el 17 de julio de 1863, dos años antes de que el Norte acabara la guerra que, aunque a menudo desconocida, tuvo presencia española.